La Educación

La preparación necesaria

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado”.

El primer maestro del niño es la madre. En las manos de ésta se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo. A ella se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o para mal. Ella debería apreciar el valor de esa oportunidad y, más que cualquier otro maestro, debería estar preparada para usarla de la mejor manera posible. Sin embargo, no hay otro ser a cuya educación se preste tan poca atención. La persona cuya influencia en materia de educación es más poderosa y abarcante, es la que recibe menos preparación sistemática. ED98 275.1

Aquellos a quienes se confía el cuidado del niñito desconocen a menudo sus necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o de los principios relativos al desarrollo. Tampoco están mejor preparados para atender su desenvolvimiento mental y espiritual. Pueden poseer cualidades que les permitan actuar bien en los negocios o brillar en sociedad; pueden haber hecho progresos en la literatura y la ciencia; pero saben poco de la educación de un niño. Se debe principalmente a esta falla, en especial al descuido en los comienzos del desarrollo físico, el hecho de que una gran proporción de los miembros de la especie humana muera en la infancia, y de que entre los que llegan a la madurez haya tantos para quienes la vida es una carga. ED98 275.2

Sobre los padres y las madres descansa la responsabilidad de la primera educación del niño, como asimismo de la ulterior, y por eso ambos padres necesitan urgentemente una preparación cuidadosa y cabal. Antes de aceptar las responsabilidades de la paternidad y la maternidad, los hombres y las mujeres deberían familiarizarse con las leyes del desarrollo físico: con la fisiología y la higiene, con la importancia de las influencias prenatales, con las leyes que rigen la herencia, la salud, el vestido, el ejercicio y el tratamiento de las enfermedades; deberían comprender también las leyes del desarrollo mental y de la educación moral. ED98 276.1

El Ser infinito consideró tan importante la obra de la educación, que desde su trono envió mensajeros para que respondieran la pregunta de una futura madre: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?” 1, e instruir a un padre en cuanto a la educación de un hijo prometido. ED98 276.2

La educación nunca logrará lo que podría y debería llevar a cabo, hasta que se reconozca plenamente la obra de los padres y éstos reciban una preparación que los capacite para desempeñar sus sagradas responsabilidades. ED98 276.3

Se admite universalmente la necesidad de la educación preparatoria del maestro; pero pocos reconocen el carácter de la preparación más esencial. El que aprecia la responsabilidad implícita en la educación de la juventud, se dará cuenta de que no es suficiente la instrucción literaria y científica. El maestro debería tener una educación más amplia que la que se obtiene por medio del estudio de los libros. Debería poseer no sólo fuerza, sino amplitud de mente; no sólo debería ser íntegro de alma, sino de gran corazón. ED98 276.4

Sólo el que creó la mente y formuló sus leyes puede comprender perfectamente sus necesidades o dirigir su desarrollo. Los principios de la educación que él ha dado constituyen la única guía segura. Una cualidad esencial para todo maestro es el conocimiento de estos principios y que los haya aceptado de tal manera que sean un poder dominante en su propia vida. ED98 276.5

La experiencia en la vida práctica es indispensable. El orden, la prolijidad, la puntualidad, el dominio propio, el genio alegre, la invariabilidad de disposición, la abnegación, la integridad y la cortesía, son cualidades esenciales. ED98 277.1

Por lo mismo que hay tanta bajeza, y tanta impostura rodea a los jóvenes, hay una gran necesidad de que las palabras, el comportamiento y la conducta del maestro representen lo elevado y lo verdadero. Los niños son perspicaces para descubrir la afectación o cualquier otra debilidad o defecto. No hay para el maestro otro modo de conquistar el respeto de sus alumnos que el de revelar en su propio carácter los principios que trata de enseñarles. Únicamente al hacerlo, mientras se relaciona diariamente con ellos, puede ejercer una influencia benéfica y permanente sobre ellos. ED98 277.2

En cuanto a casi todas las demás cualidades que contribuyen a su buen éxito, el maestro depende en extenso grado del vigor físico. Mientras mejor sea su salud, mejor será su trabajo. ED98 277.3

Tan cansadoras son sus responsabilidades, que se requiere de su parte un esfuerzo especial para conservar el vigor y la lozanía. A menudo se siente descorazonado y mentalmente fatigado, con una tendencia casi irresistible a la depresión, la indiferencia y la irritabilidad. No sólo tiene el deber de resistir esos estados de ánimo, sino de evitar su causa. Necesita conservar el corazón puro, afable, confiado y lleno de simpatía. A fin de estar siempre tranquilo, firme y animado, debe conservar la fuerza mental y nerviosa. ED98 277.4

Puesto que en su tarea la calidad es tanto más importante que la cantidad, debería evitar el exceso de trabajo, el tratar de hacer demasiadas cosas, el aceptar otras responsabilidades que lo incapacitan para su obra, y el dedicarse a entretenimientos y actividades sociales más agotadoras que restauradoras. ED98 278.1

El ejercicio al aire libre, especialmente el que se hace al realizar un trabajo útil, es uno de los mejores medios de recreación para el cuerpo y la mente, y el ejemplo del maestro inspirará en sus alumnos interés y respeto por el trabajo manual. ED98 278.2