Testimonios Selectos Tomo 4

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Capítulo 18—El verdadero espíritu misionero

El verdadero espíritu misionero es el espíritu de Cristo. El Redentor del mundo fué el gran modelo misionero. Muchos de los que le siguen han trabajado fervorosa y abnegadamente en la causa de la salvación de los seres humanos; pero el trabajo de ningún hombre puede compararse con la abnegación, el sacrificio y la benevolencia de nuestro Dechado. 4TS 96.1

El amor que Cristo ha manifestado por nosotros es sin parangón. ¡Con cuánto fervor trabajó él! Con cuánta frecuencia, estaba solo orando fervientemente, sobre la ladera de la montaña o en el retraimiento del huerto, exhalando sus súplicas con lloro y lágrimas. ¡Con cuánta perseverancia insistió en sus peticiones en favor de los pecadores! Aun en la cruz se olvidó de sus propios sufrimientos en su profundo amor por aquellos a quienes vino a salvar. ¡Cuán frío es nuestro amor, cuán débil nuestro interés, cuando se comparan con el amor y el interés manifestados por nuestro Salvador! Jesús se dió a sí mismo para redimir nuestra especie; y sin embargo, cuán fácilmente nos excusamos de dar a Jesús todo lo que tenemos. Nuestro Salvador se sometió a trabajos cansadores, ignominia y sufrimiento. Fué repelido, burlado, vilipendiado, mientras se dedicaba a la gran obra que había venido a hacer en la tierra. 4TS 96.2

¿Preguntáis, hermanos y hermanas, qué modelo copiaremos? No os indico a hombres grandes y buenos, sino al Redentor del mundo. Si queréis tener el verdadero espíritu misionero, debéis estar imbuídos del amor de Cristo; debéis mirar al Autor y Consumador de nuestra fe, estudiar su carácter, cultivar su espíritu de mansedumbre y humildad, y andar en sus pisadas. 4TS 96.3

Muchos suponen que el espíritu misionero, la calificación para el trabajo misionero, es un don especial concedido a los ministros y a unos pocos miembros de la iglesia, y que todos los demás han de ser meros espectadores. Nunca ha habido mayor error. Cada verdadero cristiano ha de poseer un espíritu misionero, porque el ser cristiano es ser como Cristo. Nadie vive para sí, “y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.” 1 Cada uno de los que han probado las potestades del mundo venidero, sea joven o anciano, sabio o ignorante, quedará conmovido por el espíritu que animaba a Cristo. El primer impulso del corazón renovado consiste en traer a otros también al Salvador. Aquellos que no poseen ese deseo, dan muestras de que han perdido su primer amor: deben examinar detenidamente su propio corazón a la luz de la palabra de Dios, y buscar fervientemente un nuevo bautismo del Espíritu; deben orar por una comprensión más profunda de aquel admirable amor que Jesús manifestó por nosotros al dejar el reino de gloria, y al venir a un mundo caído para salvar a los que perecían. 4TS 96.4

En la viña del Señor hay trabajo para cada uno de nosotros. No debemos buscar la posición que nos dé los mayores goces o la mayor ganancia. La verdadera religión está exenta de egoísmo. El espíritu misionero es un espíritu de sacrificio personal. Hemos de trabajar dondequiera y en todas partes, hasta lo sumo de nuestra capacidad, para la causa de nuestro Maestro. 4TS 97.1

Tan pronto como una persona se ha convertido realmente a la verdad, brota en su corazón un ardiente deseo de ir y hablar a algún amigo o vecino acerca de la preciosa luz que resplandece en las páginas sagradas. En esta labor abnegada de salvar a otros, es una epístola viva, conocida y leída de todos los hombres. Su vida demuestra que ha sido convertido a Cristo, y ha llegado a ser colaborador con él. 4TS 97.2

Como clase, los adventistas del séptimo día son generosos y de corazón ardiente. En la proclamación de la verdad para este tiempo, podemos confiar en su simpatía enérgica y bien dispuesta. Cuando se presenta un objeto apropiado para su generosidad, apelando a su juicio y conciencia, se obtiene una respuesta cordial. Sus donativos en favor de la causa testifican de que creen que ésta es la causa de la verdad. Hay, sin embargo, excepciones entre nosotros. No todos los que profesan aceptar la fe son fervientes y fieles creyentes. Pero esto sucedía también en los días de Cristo. Aun entre los apóstoles había un Judas; mas esto no probaba que todos fuesen del mismo carácter. No tenemos razones para desalentarnos mientras sabemos que son tan numerosos los que están consagrados a la causa de la verdad, y que están dispuestos a hacer nobles sacrificios para promoverla. Pero hay todavía una gran falta, una gran necesidad entre nosotros. Escasea demasiado el verdadero espíritu misionero. Todos los obreros misioneros debieran poseer ese profundo interés por las almas de sus semejantes que uniría corazón con corazón, con la simpatía y el amor de Jesús. Deben solicitar fervorosamente la ayuda divina, y trabajar sabiamente para ganar almas para Cristo. Un esfuerzo frío y sin espíritu no logrará nada. Es necesario que el Espíritu de Cristo descienda sobre los hijos de los profetas. Entonces se manifestará tanto amor por las almas de los hombres como el que Jesús ejemplificó en su vida. 4TS 97.3

La razón por la cual no hay más profundo fervor religioso, ni más fervoroso amor mutuo en la iglesia, se debe a que el espíritu misionero se ha estado apagando. Poco se dice ahora acerca de la venida de Cristo, que era una vez el tema de los pensamientos y las conversaciones. Hay un desgano inexplicable, una creciente repugnancia por la conversación religiosa; y se la reemplaza por charlas ociosas y frívolas, aun entre los que profesan seguir a Cristo. 4TS 98.1

Hermanos y hermanas, ¿deseáis quebrantar el ensalmo que os sujeta? ¿queréis despertar de esta pereza que se asemeja al entorpecimiento de la muerte? Id a trabajar, sintáis el deseo o no. Esforzaos personalmente para traer almas a Jesús y al conocimiento de la verdad. Esta labor será para vosotros un estímulo y un tónico; os despertará y fortalecerá. Por el ejercicio, vuestras facultades espirituales se vigorizarán, de manera que podáis, con mayor éxito, labrar vuestra propia salvación. El estupor de muerte pesa sobre muchos de los que profesan a Cristo. Haced cuanto podáis para despertarlos. Amonestadlos, suplicadles, argüid con ellos. Rogad que el Espíritu enternecedor de Dios derrita y suavice sus naturalezas glaciales. Aunque se nieguen a escuchar, vuestro trabajo no estará perdido. Mediante el esfuerzo hecho para bendecir a otros, vuestras propias almas serán bendecidas. 4TS 98.2

Poseemos la teoría de la verdad, y ahora necesitamos procurar muy fervientemente su poder santificador. No me atrevo a callar en este tiempo de peligro. Es un tiempo de tentación, de abatimiento. Cada uno está asediado por las trampas de Satanás, y debemos unirnos para resistir su poder. Debemos ser de un mismo ánimo, hablar las mismas cosas, y glorificar a Dios de una misma boca. Entonces podremos ampliar con éxito nuestros planes, y por vigilantes esfuerzos misioneros, aprovechar todo talento que podamos usar en los varios departamentos de la obra. 4TS 99.1

La luz de la verdad está derramando sus brillantes rayos sobre el mundo por medio del esfuerzo misionero. La prensa es un instrumento por medio del cual son alcanzados muchos que sería imposible alcanzar por el esfuerzo ministerial. Una gran obra podría ser hecha presentando a la gente la Biblia tal como es. Llevad la Palabra de Dios a la puerta de todo hombre, presentando sus claras declaraciones con instancia a la conciencia de cada uno, repitiendo a todos la orden del Salvador: “Escudriñad las Escrituras.” Amonestadles a tomar la Biblia tal cual es, e implorar la iluminación divina, y luego, cuando resplandezca la luz, a aceptar gozosamentente cada precioso rayo, y a afrontar intrépidamente las consecuencias. 4TS 99.2

La pisoteada ley de Dios ha de ser ensalzada delante de la gente; tan pronto como ésta se vuelva con fervor y reverencia a las Santas Escrituras, la luz del cielo le revelará cosas admirables en cuanto a la ley de Dios. Grandes verdades, durante largo tiempo obscurecidas por la superstición y la falsa doctrina, resplandecerán de las páginas de la sagrada Palabra. Los oráculos vivientes derraman sus tesoros viejos y nuevos, infundiendo luz y gozo a todos los que quieran recibirlos. Muchos son despertados de su letargo. Se levantan como si fuese de entre los muertos, y reciben la luz y la vida que Cristo solo puede dar. Las verdades que han resultado demasiado profundas para intelectos gigantescos son comprendidas por niños en Cristo. A ellos les es revelado claramente lo que había quedado oculto a la percepción espiritual de los más sabios exponentes de la Palabra, porque, como los antiguos saduceos, ignoraban las Escrituras y el poder de Dios. 4TS 99.3

Los que estudian la Biblia con el sincero deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, llegarán a ser sabios para la salvación. La escuela sabática es un ramo importante de la obra misionera, no sólo porque imparte a jóvenes y ancianos el conocimiento de la Palabra de Dios, sino porque despierta en ellos el amor a sus verdades sagradas, y el deseo de estudiarlas por sí mismos; sobre todo, les enseña a regir sus vidas por sus santas enseñanzas. 4TS 100.1

Todos los que toman la Palabra de Dios como regla de vida son puestos en íntima relación unos con otros. La Biblia es su vínculo de unión. Pero su compañerismo no será buscado ni deseado por aquellos que no se inclinan ante la sagrada Palabra como ante el guía infalible. Divergirán, tanto en fe como en práctica. No puede haber armonía entre ellos; son irreconciliables. Como adventistas del séptimo día, colocamos por encima de las costumbres y tradiciones el sencillo: “Así dice Jehová;” y por esta razón no estamos ni podemos estar en armonía con las multitudes que enseñan y siguen las doctrinas y los mandamientos de los hombres. 4TS 100.2

Todos los que sean nacidos de Dios serán colaboradores con Cristo. Los tales son la sal de la tierra. “Y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada?” Si la religión que profesamos no renueva nuestro corazón y santifica nuestra vida, ¿cómo ejercerá un poder salvador sobre los incrédulos? “No vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres.” 2 La religión que no ejerza un poder regenerador sobre el mundo, no tiene valor. No podemos confiar en ella para nuestra salvación. Cuanto más pronto la desechemos, tanto mejor; porque es impotente y espuria. 4TS 101.1

Hemos de servir bajo nuestro gran caudillo, arrostrar toda influencia contraria, trabajar juntamente con Dios. La obra que nos ha sido asignada consiste en sembrar la semilla del evangelio junto a todas las aguas. En esta obra, cada uno puede desempeñar una parte. La múltiple gracia de Cristo impartida a nosotros nos constituye en mayordomos de talentos que debemos hacer aumentar dándolos a los banqueros, a fin de que cuando el Maestro los pida, pueda recibir lo suyo con creces. 4TS 101.2

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A todo aquel que recibe la luz de la verdad se le debe enseñar a llevar la luz a otros. Nuestros misioneros en países extranjeros deben aceptar con agradecimiento toda ayuda, toda facilidad que se les ofrezca. Deben estar dispuestos a correr algún riesgo, a aventurar algo. ... Cada uno debe seguir la dirección de la providencia, sin consultar los intereses propios. ... Algunos están de tal manera constituídos que ven fracasos donde Dios se propone que haya éxito; ven solamente gigantes y cuidades amuralladas, donde otros, con visión más clara, ven también a Dios y los ángeles, listos para dar la victoria a su verdad.—Testimonies for the Church 5:392. 4TS 101.3