Testimonios Selectos Tomo 4

3/102

Capítulo 2—La calumnia

Cuando escuchamos el oprobio lanzado contra nuestro hermano, aceptamos este oprobio. A la pregunta: “¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad?” el salmista respondió: “El que anda en integridad, y obra justicia, y habla verdad en su corazón. El que no detrae con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio alguno.” 1 ¡Qué mundo de chismes se evitaría, si cada uno recordase que aquellos que hablan de las faltas ajenas, publicarán con la misma libertad sus faltas en una oportunidad favorable. Debemos esforzarnos por pensar bien de todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos que estemos obligados a pensar de otra manera. No debemos dar apresurado crédito a los malos informes. Son con frecuencia el resultado de la envidia o del malentendido, o pueden proceder de la exageración o de la revelación parcial de los hechos. Los celos y las sospechas, una vez que se les ha dado cabida, se difunden como las semillas del cardo. Si un hermano se extravía, entonces es el momento de mostrar nuestro verdadero interés en él. Vayamos a él con bondad, oremos con él y por él, recordando el precio infinito que Cristo ha pagado por su redención. De esta manera podremos salvar un alma de la muerte, y ocultar una multitud de pecados. 4TS 12.1

Una mirada, una palabra, aun el tono de la voz, pueden estar henchidos de mentira, penetrar como una flecha en algún corazón, e infligir una herida incurable. Así puede echarse una duda, un oprobio, sobre una persona por medio de la cual Dios quisiera realizar una buena obra, y su influencia se marchita y su utilidad se destruye. Entre algunas especies de animales, cuando algún miembro del rebaño es herido y cae, sus compañeros le asaltan y despedazan. El mismo espíritu cruel manifiestan ciertos hombres y mujeres que llevan el nombre de Cristo. Hacen gala de un celo farisaico para apedrear a otros menos culpables que ellos mismos. Hay quienes señalan las faltas y los fracasos ajenos para apartar de sus propias faltas y fracasos la atención, o para granjearse reputación de muy celosos para Dios y la iglesia. 4TS 12.2

*****

Satanás se vale de todo elemento no consagrado para lograr sus propósitos. Entre los que profesan sostener la causa de Dios, hay quienes se unen con sus enemigos, y así exponen la causa a sus más acerbos enemigos. Aun algunos de los que desean que la obra de Dios prospere, debilitan las manos de sus siervos escuchando, transmitiendo y hasta creyendo a medias las calumnias, jactancias y amenazas de sus adversarios. Satanás obra con maravilloso éxito por medio de sus agentes; y todos los que ceden a su influencia se someten a un poder hechizador que destruye la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los prudentes. Pero, como Nehemías, los hijos de Dios no han de temer ni despreciar a sus enemigos. Poniendo su confianza en Dios, han de avanzar con constancia, haciendo su obra con abnegación, y confiando a su providencia la causa que defienden.—Prophets and Kings, 645. 4TS 13.1