Testimonios Selectos Tomo 4

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La palabra de Dios debe ser suprema

El pueblo de Dios reconocerá el gobierno humano como un instrumento designado por Dios, y enseñará que se debe obedecerle como un sagrado deber dentro de su esfera legítima. Pero cuando sus requerimientos entran en conflicto con los requerimientos de Dios, debe reconocerse que la Palabra de Dios está por encima de toda legislación humana. El “así dice Jehová” no ha de ser puesto a un lado por el “así dice la iglesia o el estado.” La corona de Cristo ha de ser levantada por encima de las diademas de los potentados terrenales. 4TS 430.2

El principio que hemos de sostener en este tiempo es el mismo que fué sostenido por los adherentes al evangelio en la gran reforma. Cuando los príncipes se congregaron en la Dieta de Espira en 1529, parecía que la esperanza del mundo iba a ser aplastada. A esta asamblea fué presentado el decreto del emperador que restringía la libertad religiosa y prohibía toda diseminación ulterior de las doctrinas reformadas. ¿Iban a aceptar el decreto los príncipes de Alemania? ¿Debían las multitudes que estaban todavía en tinieblas ser privadas de la luz del evangelio? Grandes asuntos decisivos para el mundo estaban en juego. Los que habían aceptado la fe reformada, se reunieron, y la decisión unánime fué: “Rechacemos el decreto. En asuntos de conciencia la mayoría no tiene poder.” 4TS 430.3

El estandarte de la verdad y la libertad religiosa que estos reformadores enarbolaron, nos ha sido confiado en este último conflicto. La responsabilidad de este gran don descansa sobre aquellos a quienes Dios ha bendecido con el conocimiento de su Palabra. Debemos recibir la Palabra de Dios como autoridad suprema. Debemos aceptar sus verdades por nuestra cuenta. Y podemos aceptar estas verdades únicamente en la medida en que las escudriñemos por estudio personal. Luego, a medida que hagamos de la Palabra de Dios la guía de nuestra vida, será contestada en nuestro favor la oración de Cristo: “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad.”3 El reconocimiento de la verdad en palabras y hechos es nuestra confesión de fe. Únicamente así pueden los demás saber que creemos la Biblia. 4TS 431.1

Estos reformadores cuya protesta originó el nombre de protestante, sentían que Dios los había llamado a dar el evangelio al mundo, y al hacerlo estaban listos para sacrificar sus posiciones, su libertad y su vida. ¿Somos nosotros en el último conflicto de la gran controversia fieles a nuestro cometido como lo fueron al suyo los primeros reformadores? 4TS 431.2

Frente a la persecución y la muerte, la verdad para aquel tiempo fué difundida lejos y cerca. La Palabra de Dios fué llevada a la gente; todas las clases, encumbradas y humildes, ricas y pobres, instruídas e ignorantes, la estudiaban asiduamente, y los que recibían la luz, se hacían a su vez sus mensajeros. En aquellos días la verdad fué presentada a la gente por la prensa. La pluma de Lutero era un poder, y sus escritos, diseminados por todas partes, movieron al mundo. Los mismos agentes están a nuestra disposición, pero multiplicados cien veces. Las Biblias, y publicaciones en muchos idiomas que presentan la verdad para este tiempo, están a la mano, y pueden ser llevadas rápidamente a todo el mundo. Hemos de dar la última amonestación de Dios a los hombres, y ¡cual no debiera ser nuestro fervor en estudiar la Biblia, y nuestro celo en difundir la luz! 4TS 432.1