Testimonios Selectos Tomo 4

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Capítulo 35—Dad libremente

El plan de la redención empieza y termina con un don, y así debe ser llevado adelante. El mismo espíritu de sacrificio que compró la salvación para nosotros, morará en el corazón de todos los que lleguen a ser partícipes del don celestial. Dice el apóstol Pedro: “Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo a los otros, como buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios.” 1 Dijo Jesús a los discípulos al enviarlos: “De gracia recibisteis, dad de gracia.” 2 En aquel que simpatiza plenamente con Cristo, no puede haber nada egoísta o exclusivo. El que bebe del agua viva, hallará que es “en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” 3 El Espíritu de Cristo será en él un manantial que brota en el desierto, para refrescar a todos, e inducir a los que están por perecer a beber del agua de la vida. Fué el mismo espíritu de amor y abnegación que hubo en Cristo, lo que impulsó al apóstol Pablo a realizar sus múltiples labores. “A griegos y a bárbaros—dice,—a sabios y a no sabios soy deudor.” “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, es dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo.” 4 4TS 251.1

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Nuestro Señor quiso que su iglesia reflejase al mundo la plenitud y suficiencia que encontramos en él. Estamos constantemente recibiendo de la bondad divina, e impartiendo de la misma hemos de presentar al mundo el amor y la beneficencia de Cristo. ... El mismo amor abnegado que caracteriza al Maestro se ve en el carácter y la vida de los que le siguen verdaderamente.—Testimonies for the Church 5:731. 4TS 251.2