Testimonios Selectos Tomo 3
Capítulo 55—Los testamentos y legados.
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan.” El egoísmo es un pecado destructor del alma. Bajo este encabezamiento cae la codicia, o avaricia, que es idolatría. Todas las cosas pertenecen a Dios. Toda la prosperidad de que disfrutamos es resultado de la beneficencia divina. Dios es el grande y bondadoso Dador. Si él requiere alguna porción de la provisión liberal que nos ha concedido, no es para enriquecerse por nuestros dones, porque él nada necesita de nuestra mano; sino que es para que tengamos oportunidad de ejercer la abnegación, el amor y la simpatía hacia nuestros semejantes, y así seamos altamente exaltados. En toda dispensación, desde el tiempo de Adán hasta el nuestro, Dios ha exigido la propiedad del hombre, diciendo: Yo soy el dueño legítimo del universo; por lo tanto conságrame tus primicias, trae un tributo de lealtad, entrégame lo mío, reconociendo así mi soberanía, y quedarás libre para retener y disfrutar mis bondades, y mi bendición estará contigo. “Honra a Jehová de tu substancia, y de las primicias de todos tus frutos.” 3TS 348.1
Los requisitos de Dios vienen en primer lugar. No estamos haciendo su voluntad si le consagramos lo que queda de nuestra entrada después que han sido suplidas todas nuestras necesidades imaginarias. Antes de consumir cualquier parte de nuestras ganancias, debemos sacar y presentar a Dios la porción que él exige. En la antigua dispensación, se mantenía siempre ardiendo sobre el altar una ofrenda de gratitud, para demostrar así la infinita obligación del hombre hacia Dios. Si tenemos prosperidad en nuestros negocios seculares, es porque Dios nos bendice. Una parte de estos ingresos debe ser consagrada a los pobres, y una gran porción aplicada a la causa de Dios. Cuando lo que Dios pide le es devuelto, el resto será santificado y bendecido para nuestro propio uso. Pero cuando un hombre roba a Dios reteniendo lo que él requiere, su maldición recae sobre el conjunto. 3TS 348.2
Dios ha hecho a los hombres conductos por medio de los cuales sus dones han de fluir, para sostener la obra que él quiere que se lleve a cabo en el mundo. El les ha dado propiedad para que la empleen sabiamente, no para que la atesoren egoístamente o la malgasten en lujos y en la complacencia egoísta, sea en vestidos o en el embellecimiento de sus casas. Les ha confiado recursos con que sostener a sus siervos en sus labores como predicadores y misioneros, y para sostener las instituciones que él ha establecido entre nosotros. Los que se regocijan en la preciosa luz de la verdad deben sentir un ardiente deseo de que ella sea enviada por doquiera. Hay algunos pocos fieles portaestandartes que nunca rehuyen el deber o las responsabilidades. Sus corazones y bolsillos están siempre abiertos a todo pedido de recursos para adelantar la causa de Dios. A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si estuviesen temerosos de perder la oportunidad de invertir su porción en el banco del cielo. Hay otros que harán tan poco como les sea posible. Atesoran sus recursos, o malgastan medios en su propia persona, entregando a regañadientes una mera pitanza para sostener la causa de Dios. Si hacen una promesa o voto a Dios, se arrepienten luego de ello, y evitarán el pago de ella mientras pueden, si no completamente. Hacen su diezmo tan pequeño como sea posible, como si temiesen que lo devuelto a Dios quedase perdido. Nuestras varias instituciones pueden estar gravadas por falta de recursos, pero esta clase de personas obra como si no les importase que prosperasen o no. Sin embargo, dichas instituciones son instrumentos de Dios para iluminar al mundo. 3TS 349.1
Estas instituciones no han recibido, como otras instituciones por el estilo, dotaciones o legados; sin embargo Dios las ha prosperado y bendecido grandemente y las ha hecho medios de difundir grandes beneficios. Hay entre nosotros ancianos que se están acercando al fin de su tiempo de gracia, pero por falta de hombres que estén alerta y aseguren para la causa de Dios los recursos que poseen, éstos pasan a las manos de los que sirven a Satanás. Estos recursos les fueron tan sólo prestados por Dios para que se los devolviesen; pero en nueve casos de cada diez, estos hermanos, al desaparecer del escenario de acción, disponen de la prosperidad de Dios de una manera que no le puede glorificar, porque ni un solo peso llegará jamás a la tesorería del Señor. En algunos casos, estos hermanos aparentemente buenos han tenido consejeros que no eran consagrados, quienes les aconsejaron desde su punto de vista, y no según el parecer de Dios. Con frecuencia se lega propiedad a hijos y nietos para perjuicio suyo solamente. Ellos no tienen amor hacia Dios ni hacia la verdad, y por lo tanto estos recursos, que son todos del Señor, pasan a las filas de Satanás para ser manejados por él. Satanás es mucho más vigilante, avizor y hábil en idear medios para asegurarse recursos que nuestros hermanos para asegurarse los recursos del Señor para su causa. Algunos testamentos se hacen de manera tan incierta que no resisten la prueba de la ley, y así miles de pesos se han perdido para la causa. Nuestros hermanos deben considerar que sobre ellos descansa una responsabilidad como fieles siervos en la causa de Dios, en cuanto a ejercitar su intelecto respecto de este asunto y asegurar para el Señor lo suyo. 3TS 349.2
Muchos manifiestan una delicadeza innecesaria al respecto. Creen que están pisando en terreno prohibido cuando introducen el tema de la propiedad al conversar con ancianos e inválidos, a fin de saber qué disposición se proponen hacer de ella. Pero este deber es tan sagrado como el deber de predicar la Palabra para salvar almas. He aquí, por ejemplo, un hombre que tiene dinero de Dios o propiedades en sus manos. Está por cambiar su mayordomía. Los recursos que Dios le prestó para que fueran usados en su causa, ¿los colocará en las manos de hombres perversos, sólo porque son parientes suyos? ¿No sentirán interés y ansiedad los hombres cristianos por el bienestar futuro de este hombre tanto como por el interés de la causa de Dios, para que disponga debidamente del dinero de su Señor, de los talentos que le fueron prestados para que los aprovechase sabiamente? ¿Permanecerán impasibles sus hermanos, y le verán perder su asidero en esta vida, robando al mismo tiempo a la tesorería de Dios? Esto sería una terrible pérdida para él y para la causa, porque, al colocar su talento de recursos en las manos de aquellos que no tienen consideración por la verdad de Dios, estaría prácticamente envolviéndolo en un pañuelo para enterrarlo. 3TS 350.1
El Señor quiere que los que le siguen dispongan de sus recursos mientras pueden hacerlo ellos mismos. Algunos preguntarán: “¿Debemos despojarnos realmente a nosotros mismos de todo lo que llamamos nuestro?” Tal vez no se nos exija esto ahora; pero debemos estar dispuestos a hacerlo por amor a Cristo. Debemos reconocer que nuestras posesiones son absolutamente suyas, usándolas generosamente cuandoquiera que se necesiten recursos para adelantar su causa. Algunos cierran sus oídos cuando se pide dinero que se ha de emplear en enviar misioneros a países extranjeros, y en publicar la verdad y diseminarla por todo el mundo como caen las hojas de los árboles en el otoño. Los tales disculpan su codicia informándonos de que han hecho arreglos para ser caritativos al morir. Han considerado la causa de Dios en sus testamentos. Por tanto, viven una vida de avaricia, robando a Dios en los diezmos y las ofrendas, y en sus testamentos devuelven a Dios tan sólo una pequeña porción de lo que él les ha prestado, mientras que una gran proporción es asignada a parientes que no tienen interés alguno en la verdad. Esta es la peor clase de robo. Roban a Dios de lo que le deben, no sólo durante toda su vida, sino también al morir. 3TS 351.1
Es completa insensatez diferir la preparación para la vida futura hasta llegar casi a la última hora de la vida actual. Es también un grave error diferir de contestar a las exigencias de Dios en cuanto a la generosidad debida a su causa hasta el tiempo de transferir la mayordomía a otros. Aquellos a quienes confiáis vuestros talentos de recursos pueden no manejarlos tan bien como vosotros. ¿Cómo se atreven los ricos a correr tan grandes riesgos? Los que aguardan hasta la muerte antes de disponer de su propiedad, la entregan a la muerte más bien que a Dios. Al hacerlo así, muchos están obrando en forma directamente contraria al plan de Dios claramente bosquejado en su Palabra. Si ellos quieren hacer bien, deben aprovechar los áureos momentos actuales y trabajar con toda su fuerza, temiendo perder la oportunidad favorable. 3TS 352.1
Los que descuidan un deber conocido, no contestando a los requerimientos que Dios les hace en esta vida, y calman su conciencia calculando hacer sus legados a la muerte, no recibirán palabras de elogio del Maestro ni tampoco recibirán recompensa. No practicaron la abnegación, sino que retuvieron egoístamente sus recursos tanto como pudieron, entregándolos únicamente cuando la muerte los requirió. Aquello que muchos se proponen postergar hasta que estén por morir, si fuesen verdaderos cristianos lo harían mientras están gozando plenamente de la vida. Se consagrarían ellos mismos y su propiedad a Dios, y mientras actuasen como mayordomos suyos, tendrían la satisfacción de cumplir su deber. Haciéndose sus propios ejecutores, satisfarían los requisitos de Dios ellos mismos antes de pasar la responsabilidad a otros. Debemos considerarnos mayordomos de la propiedad del Señor, y tener a Dios como el propietario supremo, a quien debemos devolver lo suyo cuando él lo requiere. Cuando él venga para recibir lo suyo con interés, los codiciosos verán que en vez de multiplicar los talentos a ellos confiados, han atraído sobre sí mismos la maldición pronunciada sobre el siervo inútil. 3TS 352.2
El Señor quiere que la muerte de sus siervos sea considerada como una pérdida, por causa de la influencia benéfica que ejercieron y las muchas ofrendas voluntarias que concedieron para alimentar la tesorería de Dios. Los legados hechos al morir son un mísero substituto de la benevolencia mientras uno vive. Los siervos de Dios deben hacer sus testamentos cada día en buenas obras y ofrendas generosas a Dios. No deben permitir que la cantidad dada a Dios sea desproporcionadamente pequeña cuando se compara con la cantidad dedicada a su propio uso. Al hacer así su testamento diariamente, recordarán aquellos objetos y amigos que ocupan el mayor lugar en sus afectos. Su mejor amigo es Jesús. El no les privó de su propia vida, sino que por amor de ellos se hizo pobre, a fin de que por su pobreza fuesen ellos enriquecidos. Merece todo el corazón, toda la propiedad, todo lo que ellos tienen y son. Pero muchos de los que profesan ser cristianos postergan los requisitos de Jesús en la vida, y le insultan dándole una mera pitanza al morir. Recuerden todos los que pertenecen a esta clase que este robo de Dios no es una acción impulsiva sino un plan bien considerado, en cuyo prefacio dicen: “En pleno goce de mis facultades.” Después de haber defraudado a la causa de Dios en vida, perpetúan el fraude después de muertos, y esto con el pleno consentimiento de sus facultades mentales. Un testamento tal es lo que muchos se conforman con tener por almohada mortuoria. Su testamento es parte de su preparación para la muerte, y está preparado de manera que sus posesiones no perturbarán sus horas finales. ¿Pueden los tales pensar con placer en lo que se requerirá de ellos cuando hayan de dar cuenta de su mayordomía? 3TS 353.1
Debemos todos ser ricos en buenas obras en esta vida, si queremos obtener la vida futura, inmortal. Cuando el juicio sesione, y los libros se abran, cada uno será recompensado según sus obras. Hay, matriculados en el registro de la iglesia, muchos nombres al frente de los cuales está anotado el robo en el libro mayor del cielo. Y a menos que esas personas se arrepientan y obren por el Maestro con benevolencia desinteresada, participarán ciertamente de la condenación del mayordomo infiel. 3TS 353.2
Sucede con frecuencia que un activo negociante muere sin un momento de previo aviso, y al examinar sus negocios se encuentran en una condición muy intrincada. En el esfuerzo realizado para poner sus cosas en orden, los honorarios de los abogados consumen gran parte de la propiedad, si no toda, mientras que su esposa e hijos y la causa de Cristo son despojados. Los que son fieles mayordomos de los recursos del Señor, conocerán exactamente la situación de sus negocios, y como hombres prudentes, estarán preparados para cualquier emergencia. Si hubiese de terminar repentinamente su tiempo de gracia, no dejarían en una perplejidad tan grande a aquellos que fuesen llamados a ordenar sus bienes. 3TS 354.1
Muchos no se preocupan por el asunto de hacer su testamento mientras están gozando de salud aparente. Pero nuestros hermanos debieran tomar esa precaución. Ellos debieran conocer su situación financiera y no dejar que sus negocios se enreden. Deben ordenar su propiedad de manera que puedan dejarla en cualquier momento. 3TS 354.2
Los testamentos deben ser hechos de una manera que resista la prueba de la ley. Después de haber sido formulados, dichos testamentos pueden permanecer durante años, y no causar ningún perjuicio, si se continúa haciendo donativos de vez en cuando, según la causa los necesite. La muerte no llegará un día más temprano, hermanos, porque hayáis hecho vuestro testamento. Al legar vuestra propiedad por testamento a vuestros parientes, cuidad de no olvidar la causa de Dios. Sois sus agentes, conservadores de su propiedad; y debéis considerar primero sus requisitos. Vuestra esposa y vuestros hijos no han de ser dejados en la indigencia; debéis proveer para ellos, si lo necesitan. Pero no introduzcáis en vuestro testamento, simplemente porque es costumbre, una larga lista de parientes que no sufren necesidad. 3TS 354.3
Téngase siempre presente que el egoísta sistema actual de disponer de la propiedad no es plan de Dios, sino que es ideado por el hombre. Los cristianos deben ser reformadores y quebrantar ese sistema actual, dando un aspecto completamente nuevo a la confección de los testamentos. Téngase siempre presente la idea de que es la propiedad del Señor la que estamos manejando. La voluntad del Señor en este asunto es ley. Si un hombre os hubiese hecho ejecutores de su propiedad, ¿no estudiaríais detenidamente la voluntad del testador, para que ni siquiera la más pequeña cantidad recibiese mala aplicación? Vuestro Amigo celestial os ha confiado una propiedad, y os ha indicado su voluntad acerca de cómo debe ser usada. Si se estudia esta voluntad con corazón abnegado, lo que pertenece a Dios no recibirá mala aplicación. La causa del Señor ha sido vergonzosamente descuidada, cuando él ha otorgado a ciertos hombres recursos suficientes para satisfacer toda emergencia si tan sólo ellos tuviesen corazones agradecidos y obedientes. 3TS 355.1
Los que hacen su testamento no deben pensar que habiendo hecho esto no tienen ya ningún deber; sino que deben estar trabajando constantemente, usando los talentos a ellos confiados, para fortalecer la causa de Dios. Dios ha ideado planes para que todos puedan trabajar inteligentemente en la distribución de sus recursos. El no se propone sostener su obra mediante milagros. Tiene unos pocos mayordomos fieles que están economizando y usando sus recursos para adelantar su causa. En vez de ser la abnegación y la benevolencia una excepción, debieran ser la regla. Las crecientes necesidades de la causa de Dios requieren recursos. Constantemente llegan llamados de hombres de nuestro país y del extranjero pidiendo que vayan mensajeros con la luz y la verdad. Esto requerirá más obreros y recursos para sostenerlos. 3TS 355.2
Sólo una pequeña cantidad de recursos fluye a la tesorería del Señor para ser dedicada a la salvación de las almas, y es con trabajo como se consigue siquiera esto. Si pudiesen abrirse los ojos de todos para ver cómo la codicia prevaleciente ha impedido el adelanto de la obra de Dios, y cuánto más podría haberse hecho si todos hubiesen seguido el plan de Dios en los diezmos y las ofrendas, habría una decidida reforma de parte de muchos, porque no se atreverían a estorbar la obra de hacer progresar la causa de Dios como lo han hecho. La iglesia está dormida respecto a la obra que podría hacer si lo entregase todo para Cristo. Un verdadero espíritu de abnegación sería un argumento en favor de la realidad y el poder del evangelio que el mundo no podría contradecir ni interpretar falsamente, y abundantes bendiciones serían derramadas sobre la iglesia. 3TS 356.1
Invito a nuestros hermanos a dejar de robar a Dios. Algunos están en una situación tal que deben hacer sus testamentos. Pero al hacerlo, deben tener cuidado de no dar a sus hijos e hijas recursos que debieran fluir a la tesorería de Dios. Estos testamentos son con frecuencia asuntos de rencillas y disensiones. Para alabanza de los hijos de Dios en la antigüedad, se registra que él no se avergonzaba de ser llamado su Dios; y la razón dada es que en vez de buscar y codiciar egoístamente las posesiones terrenales, o buscar su felicidad en los placeres mundanales, se colocaban ellos mismos y todo lo que tenían en las manos de Dios. Vivían sólo para su gloria, declarando abiertamente que buscaban una patria mejor, a saber, la celestial. Dios no se avergonzaba de un pueblo tal. No le deshonraba a los ojos del mundo. La Majestad del cielo no se avergonzaba de llamarlos hermanos. 3TS 356.2
Son muchos los que insisten en que no pueden hacer más para la causa de Dios de lo que hacen ahora; pero no dan según su capacidad. El Señor abre a veces los ojos cegados por el egoísmo, reduciendo simplemente sus ingresos a la cantidad que están dispuestos a dar. Se encuentran caballos muertos en el campo o el establo; casas o granjas quedan destruídas por el fuego, o fracasan las cosechas. En muchos casos, Dios prueba al hombre con bendiciones, y si manifiesta infidelidad al devolverle los diezmos y las ofrendas, retira su bendición. “El que siembra escasamente, también segará escasamente.” A vosotros los que seguís a Cristo, os rogamos, por las misericordias de Cristo y las riquezas de su bondad, y por la honra de la verdad y de la religión, que os dediquéis vosotros mismos y vuestra propiedad nuevamente a Dios. En vista del amor y de la compasión de Cristo, que le hicieron descender de los atrios reales para sufrir abnegación, humillación y muerte, pregúntese cada uno: “¿Cuánto debo a mi Señor?” y luego haced vuestras ofrendas de agradecimiento de acuerdo con vuestro precio del gran don del cielo en el amado Hijo de Dios. 3TS 356.3
Al determinar la proporción que debe ser dada a la causa de Dios, cuidad de exceder los requisitos del deber más bien que substraer de ellos. Considerad para quién se hace la ofrenda. Este recuerdo ahuyentará la codicia. Consideremos tan sólo el gran amor con que Cristo nos amó, y nuestras más generosas ofrendas nos parecerán indignas de su aceptación. Cuando Cristo sea el objeto de sus afectos, los que han recibido su amor perdonador no se detendrán a calcular el valor del vaso de alabastro ni del precioso ungüento. El codicioso Judas podía hacerlo; pero el que haya recibido el don de la salvación, lamentará tan sólo que la ofrenda no tenga más rico perfume y mayor valor. Los cristianos deben considerarse como conductos por medio de los cuales las misericordias y bendiciones han de fluir de la Fuente de toda bondad hacia sus semejantes, por medio de cuya conversión pueden enviar al cielo ondas de gloria en alabanza y ofrendas de parte de los que han llegado así a ser sus copartícipes del don celestial. 3TS 357.1