Testimonios Selectos Tomo 2
Capítulo 23—Un indagador de la verdad
Este capítulo está basado en Hechos 9:32 a 11:18.
En el curso de su ministerio, el apóstol Pedro visitó a los creyentes de Lydda. Allí sanó a Eneas, que durante ocho años había estado postrado en cama con parálisis. “Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y hazte tu cama. Y luego se levantó. Y viéronle todos los que habitaban en Lydda y en Sarona, los cuales se convirtieron al Señor.” 2TS 131.1
En Joppe, ciudad que estaba cercana a Lydda, vivía una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras le habían conquistado extenso afecto. Era una digna discípula de Jesús, y su vida estaba llena de actos de bondad. Ella sabía quiénes necesitaban ropas abrigadas y quiénes simpatía, y servía generosamente a los pobres y afligidos. Sus hábiles dedos estaban más atareados que su lengua. 2TS 131.2
“Y aconteció en aquellos días que enfermando, murió.” La iglesia de Joppe sintió su pérdida; y oyendo que Pedro estaba en Lydda, los creyentes le mandaron mensajeros, “rogándole: No te detengas en venir hasta nosotros. Pedro entonces levantándose, fué con ellos: y llegado que hubo, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.” A juzgar por la vida de servicio que Dorcas había vivido, no es extraño que llorasen, y que sus cálidas lágrimas cayesen sobre el cuerpo inanimado. 2TS 131.3
El corazón del apóstol fué movido a simpatía al ver tanta tristeza. Luego, ordenando que los llorosos deudos saliesen de la pieza, se arrodilló y oró fervorosamente a Dios para que devolviese la vida y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo a Pedro, incorporóse.” Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo, para que su habilidad y energía siguiesen beneficiando a otros, y también para que por esta manifestación de su poder la causa de Cristo quedase fortalecida. 2TS 131.4
Fué mientras Pedro estaba todavía en Joppe cuando fué llamado a llevar el evangelio a Cornelio en Cesarea. 2TS 132.1
Cornelio era un centurión romano, hombre rico y de noble linaje, y ocupaba una posición de responsabilidad y honor. Aunque pagano de nacimiento y educación, por su contacto con los judíos había adquirido cierto conocimiento de Dios, y le adoraba con corazón veraz, demostrando la sinceridad de su fe por su compasión hacia los pobres. Era bien conocido por su beneficencia, y su rectitud le daba buen renombre tanto entre los judíos como entre los gentiles. Su influencia era una bendición para cuantos entraban en contacto con él. El Libro inspirado le describe como “un hombre pío y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.” 2TS 132.2
Considerando a Dios como Creador de los cielos y la tierra, Cornelio le reverenciaba, reconocía su autoridad, y buscaba su consejo en todos los asuntos de la vida. Era fiel a Jehová tanto en su vida familiar como en sus deberes oficiales. Había erigido altar a Dios en su hogar, pues no se atrevía a intentar llevar a cabo sus planes ni desempeñar sus responsabilidades sin la ayuda divina. 2TS 132.3
Aunque creía en las profecías y esperaba la venida del Mesías, Cornelio no tenía conocimiento del evangelio según se revelaba en la vida y muerte de Cristo. No era miembro de la congregación judía, y habría sido considerado por los rabinos como pagano e inmundo. Pero el mismo santo Vigía que dijo de Abrahán: “Le conozco,” conocía también a Cornelio, y le mandó un mensaje directo del cielo. 2TS 132.4
El ángel se le apareció a Cornelio mientras estaba orando. Al oir el centurión que se le llamaba por su nombre, tuvo miedo. Sin embargo, sabía que el mensajero había venido de Dios, y dijo: “¿Qué es, Señor?” El ángel contestó: “Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de Dios. Envía pues ahora hombres a Joppe, y haz venir a un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de un Simón, curtidor, que tiene su casa junto a la mar.” 2TS 133.1
El carácter explícito de estas indicaciones, en las que se nombraba hasta la ocupación del hombre en cuya casa posaba Pedro, demuestra que el cielo conoce la historia y los quehaceres de los hombres en toda circunstancia de la vida. Dios está familiarizado con la experiencia y el trabajo del más humilde obrero tanto como con los del rey en su trono. 2TS 133.2
“Envía pues ahora hombres a Joppe, y haz venir a un Simón.” Con esta orden, Dios dió evidencia de su consideración por el ministerio evangélico y por su iglesia organizada. El ángel no fué enviado a relatar a Cornelio la historia de la cruz. Un hombre, sujeto como el centurión mismo a las flaquezas y tentación humanas, había de ser quien le hablase del Salvador crucificado y resucitado. 2TS 133.3
En su sabiduría, el Salvador pone a los que buscan la verdad en contacto con semejantes suyos que conocen la verdad. Es plan del Cielo que los que han recibido la luz la impartan a los que están todavía en tinieblas. La humanidad, sacando eficiencia de la gran Fuente de sabiduría, es convertida en instrumento, agente activo, por medio del cual el evangelio ejerce su poder transformador sobre la mente y el corazón. 2TS 133.4
Cornelio obedeció gustosamente la orden recibida en visión. Cuando el ángel se hubo ido, el centurión “llamó dos de sus criados, y un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales, después de habérselo contado todo, los envió a Joppe.” 2TS 134.1
El ángel, después de su entrevista con Cornelio, se fué a Pedro, en Joppe. En ese momento, el apóstol se hallaba orando en la azotea de la casa donde posaba, y leemos que “le vino una grande hambre, y quiso comer; pero mientras disponían, sobrevínole un éxtasis.” No era sólo de alimento físico que Pedro sentía hambre. Mientras que desde la azotea contemplaba la ciudad de Joppe y la región comarcana, sintió hambre por la salvación de sus compatriotas. Sintió el intenso deseo de mostrarles en las Sagradas Escrituras las profecías relativas a los sufrimientos y la muerte de Jesús. 2TS 134.2
En la visión, Pedro “vió el cielo abierto, y que descendía un vaso, como un gran lienzo, que atado de los cuatro cabos era bajado a la tierra; en el cual había de todos los animales cuadrúpedos de la tierra, y reptiles, y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común e inmunda he comido jamás. Y volvió la voz hacia él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Y esto fué hecho por tres veces; y el vaso volvió a ser recogido en el cielo.” 2TS 134.3
¡Cuán cuidadosamente obró el Señor para vencer los prejuicios contra los gentiles, que tan firmemente había inculcado en la mente de Pedro su educación judaica! Por la visión del lienzo y de su contenido, trató de despojar la mente del apóstol de esos prejuicios, y de enseñarle la importante verdad de que en el cielo no hay acepción de personas; que los judíos y los gentiles son igualmente preciosos a la vista de Dios; que por medio de Cristo los paganos pueden ser hechos partícipes de las bendiciones y privilegios del evangelio. * 2TS 134.4
Mientras Pedro meditaba en el significado de la visión, llegaron a Joppe los hombres enviados por Cornelio, y se hallaban delante de la puerta de la casa en que posaba. Entonces el Espíritu le dijo: “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes ir con ellos; porque yo los he enviado.” 2TS 135.1
Para Pedro esa orden era penosa, y debía hacer violencia a su voluntad a cada paso que daba mientras emprendía el deber que se le imponía; pero no se atrevía a desobedecer. Así que, “descendiendo a los hombres que eran enviados por Cornelio, dijo: He aquí, yo soy el que buscáis: ¿cuál es la causa por la que habéis venido?” Ellos le refirieron su singular misión, diciendo: “Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene testimonio de toda la nación de los judíos, ha recibido respuesta por un santo ángel, de hacerte venir a su casa, y oir de ti palabras.” 2TS 135.2
En obediencia a las indicaciones que acababa de recibir de Dios, el apóstol prometió ir con ellos. A la mañana siguiente salió para Cesarea, acompañado de seis de sus hermanos. Estos habían de ser testigos de todo lo que dijera o hiciera mientras visitaba a los gentiles; porque Pedro sabía que sería llamado a dar cuenta de tan directa violación de las enseñanzas judaicas. 2TS 135.3
Muchos de los gentiles habían sido oyentes interesados de la predicación de Pedro y los demás apóstoles, y muchos de los judíos griegos habían creído en Cristo, pero la conversión de Cornelio fué la primera de importancia entre los gentiles. 2TS 136.1
Al entrar Pedro en la casa del gentil, Cornelio no le saludó como visitante común, sino como un ser honrado del Cielo y enviado a él por Dios. Es costumbre oriental postrarse ante un príncipe u otro alto dignatario, y que los niños se inclinen ante sus padres; pero Cornelio, embargado por la reverencia hacia el que Dios le enviara para enseñarle, cayó en adoración a los pies del apóstol. Pedro se quedó horrorizado, y levantó al centurión, diciendo: “Levántate; yo mismo también soy hombre.” 2TS 136.2
Mientras los mensajeros de Cornelio se hallaban cumpliendo su misión, el centurión “los estaba esperando, habiendo llamado a sus parientes y los amigos más familiares,” para que juntamente con él pudiesen oir la predicación del evangelio. Cuando Pedro llegó, halló a una gran compañía aguardándole. 2TS 136.3
A los congregados habló primero Pedro de la costumbre de los judíos, diciendo que ellos tenían por ilícito el trato social con los gentiles, y que el practicarlo entrañaba contaminación ceremonial. “Vosotros sabéis—dijo—que es abominable a un varón judío juntarse o llegarse a un extranjero; mas me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, llamado, he venido sin dudar. Así que preguntó: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?” 2TS 136.4
Cornelio refirió entonces lo que le había sucedido y las palabras del ángel, diciendo en conclusión: “Así que, luego envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oir todo lo que Dios te ha mandado.” 2TS 136.5
Pedro dijo: “Por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas; sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada.” 2TS 137.1
Y luego, a esa compañía de atentos oyentes predicó el apóstol a Cristo, su vida, sus milagros, su entrega y crucifixión, su resurrección y ascensión y su obra en el cielo como representante y defensor del hombre. Mientras señalaba a los presentes a Jesús como única esperanza del pecador, Pedro mismo comprendió más plenamente el significado de la visión que había tenido, y en su corazón ardía el espíritu de la verdad que estaba presentando. 2TS 137.2
De repente, el discurso quedó interrumpido por el descenso del Espíritu Santo. “Estando aún hablando Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el sermón. Y se espantaron los fieles que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y magnificaban a Dios. 2TS 137.3
“Entonces respondió Pedro: ¿Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y les mandó bautizar en el nombre del Señor Jesús.” 2TS 137.4
Así fué comunicado el evangelio a los que habían sido extraños, haciéndolos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. La conversión de Cornelio y su familia no fué sino las primicias de una mies que se había de cosechar. Comenzando con esta familia, se llevó a cabo una extensa obra de gracia en esa ciudad pagana. Porque Cornelio vivía obediente a toda la instrucción que había recibido, Dios ordenó los acontecimientos de modo que recibiese más luz. 2TS 137.5
Hay en nuestro mundo muchos que están más cerca del reino de Dios de lo que suponemos. En este obscuro mundo de pecado, el Señor tiene muchas joyas preciosas, hacia las que él guiará a sus mensajeros. Por doquiera hay quienes se decidirán por Cristo. Muchos apreciarán la sabiduría de Dios más que cualquier ventaja terrenal, y llegarán a ser fieles portaluces. Constreñidos por el amor de Cristo, compelirán a otros a ir a él. 2TS 137.6
Cuando los hermanos de Judea oyeron decir que Pedro había ido a la casa de un gentil y predicado a los que en ella estaban congregados, se sorprendieron y escandalizaron. Temían que semejante conducta, que les parecía presuntuosa, hubiese de contrarrestar sus propias enseñanzas. En cuanto vieron a Pedro después de esto, le recibieron con severas censuras, diciendo: “¿Por qué has entrado a hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” 2TS 138.1
Pedro les presentó todo el asunto. Relató su visión, e insistió en que ella le amonestaba a no observar más la distinción ceremonial de la circuncisión e incircuncisión, y a no considerar a los gentiles como inmundos. Les habló de la orden que le fuera dada de ir a los gentiles, de la llegada de los mensajeros, de su viaje a Cesarea y de la reunión con Cornelio. Relató el resumen de su entrevista con el centurión en la que este último le había referido la visión en la que se le indicara que mandase llamar a Pedro. 2TS 138.2
“Y como comencé a hablar—dijo, relatando su experiencia,—cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé del dicho del Señor, como dijo: Juan ciertamente bautizó en agua; mas vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo. Así que, si Dios les dió el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” 2TS 138.3
Al oir esta explicación, los hermanos callaron. Convencidos de que la conducta de Pedro estaba de acuerdo con el cumplimiento directo del plan de Dios, y que sus prejuicios y espíritu exclusivo eran totalmente contrarios al espíritu del evangelio, glorificaron a Dios, diciendo: “De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida.” 2TS 139.1
Así, sin discusión, los prejuicios fueron quebrantados, se abandonó el espíritu de exclusión establecido por la costumbre secular, y quedó expedito el camino para la proclamación del evangelio a los gentiles. 2TS 139.2