Testimonios Selectos Tomo 2

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Capítulo 21—Conversión de Saulo

Este capítulo está basado en Hechos 9:1-24.

Saulo de tarso sobresalía entre los dignatarios judíos que se habían enfurecido por el éxito de la proclamación del evangelio. Aunque ciudadano romano por nacimiento, era Saulo de linaje judío, y había sido educado en Jerusalén por los más eminentes rabinos. Era Saulo “del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; cuanto a la ley, fariseo; cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.” 1 2TS 123.1

La actividad de Saulo en llevar a los fieles ante los tribunales que los condenaban a cárcel y a algunos a muerte, por el solo hecho de su fe en Jesús, llenó de tristeza y melancolía a la recién organizada iglesia y motivó que muchos buscasen su seguridad en la huida. Una de las ciudades donde se refugiaron fué Damasco, en la que la nueva fe ganó muchos conversos. 2TS 123.2

Los sacerdotes y magistrados esperaban que con vigilante esfuerzo y acerba persecución podría extirparse la herejía. Por entonces creyeron necesario ampliar a otros lugares las resueltas medidas tomadas en Jerusalén contra las nuevas enseñanzas. Para esta labor especial, que deseaban realizar en Damasco, ofreció Saulo sus servicios. “Respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al príncipe de los sacerdotes, y demandó de él letras para Damasco a las sinagogas, para que si hallase algunos hombres o mujeres de esta secta, los trajese presos a Jerusalén.” Así, “con facultad de los príncipes de los sacerdotes,” Saulo de Tarso, en toda la fuerza y el vigor de virilidad e inflamado de equivocado celo, emprendió el memorable viaje en que había de ocurrirle el singular suceso que cambió por completo el curso de su vida. 2TS 123.3

El último día del viaje “en mitad del día,” al acercarse los fatigados caminantes a Damasco, “súbitamente” vió una luz del cielo “la cual—según él declaró después,—me rodeó y a los que iban conmigo;” “una luz del cielo, que sobrepujaba el resplandor del sol,” 2 demasiado esplendente para que la soportaran ojos humanos. Ofuscado y aturdido cayó Saulo postrado en tierra. 2TS 124.1

Mientras la luz brillaba en rededor de ellos, Saulo oyó “una voz que le decía” “en lengua hebraica:” “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” 2TS 124.2

Temerosos y casi cegados por la intensidad de la luz, los compañeros de Saulo oían la voz, pero no veían a nadie. Sin embargo, Saulo comprendió lo que se le decía, y se le reveló claramente que quien hablaba era el Hijo de Dios. En el glorioso Ser que estaba ante él reconoció al Crucificado. La imagen del aspecto del Salvador quedó para siempre grabada en el alma del humillado judío. Las palabras oídas conmovieron su corazón con irresistible fuerza. Su mente se iluminó con un torrente de luz esclarecedora de la ignorancia y el error de su pasada vida, y de la necesidad en que estaba de la iluminación del Espíritu Santo. 2TS 124.3

En aquel momento de celestial iluminación, la mente de Saulo actuó con notable rapidez. Los proféticos relatos de la Sagrada Escritura se abrieron a su comprensión. Vió que el rechazo de Jesús por los judíos, su crucifixión, resurrección y ascensión habían sido predichos por los profetas y le demostraron que era el Mesías prometido. El discurso de Esteban en ocasión de su martirio le vino vívidamente a la memoria. 2TS 124.4

¡Qué revelación fué todo esto para el perseguidor! Ahora conocía Saulo con toda seguridad que el prometido Mesías había venido a la tierra en la persona de Jesús de Nazaret, y que lo habían rechazado y crucificado aquellos mismos a quienes había venido a salvar. También conocía que el Salvador había resucitado triunfante de la tumba y ascendido a los cielos. En aquel momento de divina revelación, recordó Saulo aterrorizado que con su consentimiento había sido sacrificado Esteban por dar testimonio del crucifijo y resucitado Salvador, y que después fué instrumento para que muchos otros dignos discípulos de Jesús encontrasen la muerte por cruel persecución. 2TS 125.1

Cristo había hablado con su propia voz diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” No dudó Saulo de que quien le hablaba fuese Jesús de Nazaret, el por tanto tiempo esperado Mesías, la Consolación y el Redentor de Israel. Saulo, “temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer.” 2TS 125.2

Cuando se desvaneció el resplandor, y se levantó Saulo del suelo, notó que estaba completamente ciego. Le había cegado el fulgor de la celeste luz. Fué preciso llevarle de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Entonces envió el Señor su ángel a uno de los mismos hombres que Saulo proyectaba prender, y le reveló en visión que fuese a la calle llamada Derecha para buscar en “casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso: porque he aquí, él ora; y ha visto en visión un varón llamado Ananías, que entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista.” 2TS 125.3

Temió Ananías que hubiese algún error en todo esto, y así empezó a relatar al Señor cuanto de Saulo había oído decir. Pero el Señor respondióle: “Ve: porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel: porque yo le mostraré cuanto le sea menester que padezca por mi nombre.” Ananías siguió las instrucciones del Señor y entró en la casa, y poniéndole las manos encima, dijo: “Saulo hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno de Espíritu Santo.” 2TS 126.1

Inmediatamente recobró Saulo la vista, levantóse y fué bautizado. Después enseñó en las sinagogas que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios. Cuantos le oían estaban atónitos y preguntaban: “¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes?” Empero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos, que volvieron a estar turbados. Todos conocían la oposición de Saulo contra Jesús y su celo en perseguir y entregar a la muerte a cuantos creían en su nombre; por lo que su milagrosa conversión convenció a muchos de que Jesús era el Hijo de Dios. Saulo refería sus experiencias con el poder del Espíritu Santo. Estaba persiguiendo a muerte a los cristianos, hombres o mujeres, a quienes prendía y encarcelaba, cuando en el camino a Damasco le rodeó súbitamente una esplendorosa luz del cielo y Jesús se le apareció revelándole que era el Hijo de Dios. 2TS 126.2

Las valientes predicaciones de Saulo ejercieron grandísima influencia. Después de su conversión, vió iluminadas con divina luz las profecías referentes a Jesús, lo cual le habilitó para exponer clara y firmemente la verdad, y corregir toda torcida interpretación de las Escrituras. Poseído del Espíritu de Dios, representaba de explícita y convincente manera a sus oyentes las profecías relativas a la época del primer advenimiento de Cristo y demostraba que se habían cumplido las Escrituras respecto a su pasión, muerte y resurrección. Sin embargo, muchos endurecieron sus corazones, rehusando responder a su mensaje; y muy luego el asombro causado por su conversión se invirtió en tan intenso odio como el que los judíos habían manifestado contra Jesús. 2TS 126.3

Llegó la oposición a tales proporciones, que no se permitió a Saulo proseguir su obra en Damasco. Un mensajero celeste le mandó interrumpirla por algún tiempo, y se fué a Arabia,3 donde halló seguro refugio. Allí, en la soledad del desierto, tuvo Pablo amplia oportunidad para el sosegado estudio y la meditación. Desechó de su alma los prejuicios y tradiciones que hasta entonces habían amoldado su vida, y recibió instrucciones de la Fuente de verdad. Jesús se comunicó con él, confirmándole en la fe y otorgándole abundantísima sabiduría y gracia. 2TS 127.1