Testimonios Selectos Tomo 1

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Curación de Gilberto Collins

Una mañana de febrero de 1849, mientras la familia del Hno. Howland estaba en oración, se me mostró que debíamos ir a Darmouth (Massachusetts). Poco después, mi esposo fué a la oficina de correos y trajo una carta del Hno. Felipe Collins, quien nos instaba a ir a Darmouth, porque su hijo estaba muy enfermo. Fuimos inmediatamente y encontramos que el muchacho, de trece años de edad, había estado nueve semanas con la tos convulsa y se había quedado como esqueleto. Los padres le creían atacado de tuberculosis y se desconsolaban muchísimo al pensar que pudiesen perder a su único hijo. 1TS 120.1

Nos unimos en oración por el muchacho, rogando fervorosamente al Señor que le conservase la vida. Creíamos que sanaría, aunque todas las apariencias eran de que no podría ponerse bueno. Mi marido lo levantó en brazos, y lo paseó por el aposen+o exclamando: “¡No morirás, sino que vivirás!” Creíamos que Dios sería glorificado por su curación. 1TS 120.2

Salimos de Darmouth y estuvimos ocho días ausentes. Al volver, vino a recibirnos el pequeño Gilberto, que había ganado cerca de dos kilos de peso. Encontramos a los padres muy regocijados en Dios por aquella manifestación del favor divino. 1TS 120.3