Servicio Cristiano

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La vida cristiana representada por el paisaje natural

El corazón que recibe la Palabra de Dios no es un estanque que se evapora ni es una cisterna rota que pierde su tesoro. Es corno el arroyo de las montañas, alimentado por manantiales inagotables, cuyas aguas frescas y chispeantes saltan de roca en roca, refrigerando a los cansados, sedientos y cargados. Es como un río que fluye constantemente, y a medida que avanza se va haciendo más hondo y más ancho, hasta que sus aguas vivificantes se extienden por toda la tierra. El arroyo que prosigue su curso cantando, deja detrás de sí sus dones de verdor y copiosos frutos. La hierba de sus orillas es de un verde más fresco; los árboles son más frondosos y las flores más abundantes. Mientras la tierra se desnuda y se oscurece bajo el calor que la afecta durante el verano, el curso del río es una raya de verdor en el panorama. SC 133.3

Así también sucede con el verdadero hijo de Dios. La religión de Cristo se revela como principio vivificante, como una energía espiritual viva y activa que lo compenetra todo. Cuando el corazón se abre a la influencia celestial de la verdad y del amor, estos principios vuelven a fluir como arroyos en el desierto, y hacen fructificar lo que antes parecía árido y sin vida.—La Historia de Profetas y Reyes, 175, 176. SC 134.1