Servicio Cristiano

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El cuidado por los huérfanos

Hasta que la muerte sea absorbida por la victoria, habrá huérfanos de los cuales cuidar, que sufrirán en más de un sentido si no se ejerce en su favor la tierna compasión y la amante bondad de los miembros de nuestra iglesia. El Señor nos ordena: “A los pobres que no tienen hogar” acoge en tu casa. El cristianismo debe proporcionarles padres y madres a estas personas sin hogar. La compasión por la viuda y el huérfano manifestada en las oraciones y los hechos vendrá en memoria delante de Dios para ser recompensada.—The Review and Herald, 27 de junio de 1893. SC 266.5

Cuando socorréis a los pobres, simpatizáis con los afligidos y oprimidos y amparáis al huérfano, os ponéis en íntima relación con Jesús.—Testimonies for the Church 2:25. SC 267.1

Hay huérfanos de los cuales puede cuidarse; pero muchos no se aventurarán a echar mano de esta obra: porque entraña más trabajo que el que ellos quieren hacer, lo cual les dejaría sólo poco tiempo para agradarse a sí mismos. Pero cuando el Rey haga la investigación, estas almas improductivas, faltas de generosidad, egoístas, sabrán que el cielo es para los que han sido laboriosos, los que se han negado a sí mismos por causa de Cristo. No se ha hecho ninguna provisión para aquellos que siempre han tenido un cuidado tan especial en amarse y cuidarse a sí mismos. El terrible castigo del Rey que amenazó a los que estaban a su izquierda, no es consecuencia de sus grandes crímenes. No son condenados por las cosas que hicieron, sino por lo que dejaron de hacer. No hicieron lo que el cielo les asignó. Se agradaron a sí mismos, y su suerte será con los que siguen tal conducta.—The Review and Herald, 16 de agosto de 1881. SC 267.2

Hay huérfanos a quienes Cristo ha encargado a sus seguidores que los reciban como en custodia de parte de Dios. Demasiado a menudo se los pasa por alto con negligencia. Pueden ser andrajosos, toscos, y aparentemente sin atracción alguna; pero son propiedad de Dios. Han sido comprados con precio, y a su vista son tan preciosos como nosotros. Son miembros de la gran familia de Dios, y los cristianos como mayordomos suyos, son responsables de ellos. “Sus almas—dice—demandaré de tu mano.”—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 354, 355. SC 267.3

El Señor exige que todo miembro de la iglesia haga su deber respecto a estos huérfanos. No obstante, no trabajéis por ellos meramente porque sea vuestro deber, sino porque los amáis y porque Cristo murió para salvarlos. Cristo ha comprado a estas almas que necesitan vuestro cuidado, y él espera que las améis como él os ha amado a vosotros con vuestros pecados y desobediencia.—The Review and Herald, 27 de junio de 1893. SC 268.1

No escuchará [Dios] la oración de su pueblo mientras éste descuide al huérfano, al desamparado, al cojo, al ciego y al enfermo que hay en su medio.—Testimonies for the Church 3:518. SC 268.2

Se abre un amplio campo ante todos los que quieren trabajar para el Señor en la tarea de cuidar a estos niños y jóvenes desamparados, colocándolos en una posición favorable para la formación de un carácter recto, a fin de que lleguen a ser hijos de Dios. Hay niños de pocas posibilidades que necesitan ser buscados con ternura; muchos que de otra manera crecerían en la ignorancia, y caerían en compañías que los llevarían al vicio y al crimen, deben ser colocados en un ambiente favorable, y bajo un cuidado tierno y semejante al de Cristo pueden ser salvados para el Señor. ... Esta obra hecha por los demás requerirá esfuerzo y abnegación, así como sacrificios; pero ¿qué es el pequeño sacrificio que podamos hacer, en comparación con el gran don de Dios de su único Hijo unigénito? Dios nos ha concedido el privilegio de ser obreros juntamente con él.—The Review and Herald, 27 de junio de 1893. SC 268.3