Servicio Cristiano

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Extended una mano ayudadora

El pecado es el mayor de todos los males, y nos incumbe compadecernos del pecador y ayudarlo. Pero no todos pueden ser alcanzados de la misma manera. Hay muchos que ocultan el hambre de su alma. Les ayudaría grandemente una palabra tierna o un recuerdo bondadoso. Hay otros que están en la mayor necesidad, y, sin embargo, no lo saben. No se percatan de su terrible indigencia del alma. Hay multitudes tan hundidas en el pecado que han perdido el sentido de las realidades eternas, han perdido la semejanza con Dios, y apenas saben si tienen almas que salvar o no. No tienen fe en Dios ni confianza en el hombre. Muchas de estas personas pueden ser alcanzadas únicamente por actos de bondad desinteresada. Primero hay que atender sus necesidades físicas: alimentarlas, limpiarlas y vestirlas decentemente. Al ver la evidencia de nuestro amor abnegado, les será más fácil creer en el amor de Cristo. SC 237.1

Hay muchos que yerran, y que sienten su vergüenza e insensatez. Miran sus faltas y errores hasta ser arrastrados casi a la desesperación. No debemos descuidar a estas almas. Cuando uno tiene que nadar contra la corriente, toda la fuerza de ésta lo rechaza. Extiéndasele una mano auxiliadora como se extendió la mano del Hermano Mayor hacia Pedro cuando se hundía. Diríjansele palabras llenas de esperanza, palabras que establezcan la confianza y despierten en ellos el amor.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 355. SC 237.2

Al alma apesadumbrada por la vida de pecado, pero que no sabe dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo. Tomadla de la mano, levantadla, decidle palabras de aliento y de esperanza. Ayudadla a asirse de la mano del Salvador.—El Ministerio de Curación, 158, 159. SC 237.3