Mensajes Selectos Tomo 1

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Capítulo 13—La importancia de recibir el Espíritu Santo

Durante la noche del primer sábado de las reuniones de Newcastle, me pareció estar en una reunión presentando la necesidad e importancia de que recibamos el Espíritu. Esa era la preocupación de mi obra: la apertura de nuestro corazón al Espíritu Santo. En una ocasión, Cristo dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. Cristo estaba restringido por la limitada comprensión de ellos. No podía descubrirles las verdades que anhelaba desplegar, pues mientras sus corazones estuvieran cerrados a ellas, el despliegue de esas verdades sería un trabajo perdido. Debían recibir el Espíritu antes de que pudieran entender plenamente las lecciones de Cristo. “El Consolador, el Espíritu Santo—dijo Cristo—, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. 1MS 128.1

En mi sueño, un centinela estaba a la puerta de un importante edificio y preguntaba a cada uno que procuraba entrar: “¿Has recibido el Espíritu Santo?” En su mano había un cordón para medir, y sólo pocos, muy pocos fueron admitidos en el edificio. “Tu estatura como ser humano no significa nada—decía—, pero si has alcanzado la estatura plena de un varón en Cristo Jesús, de acuerdo con el conocimiento que has tenido, recibirás una invitación para sentarte con Cristo en la cena de las bodas del Cordero, y por los siglos sin fin nunca dejarás de aprender de las bendiciones concedidas en el banquete preparado para ti. 1MS 128.2

“Puede que tú seas alto y bien proporcionado, pero no puedes entrar aquí. Nadie que sea como un niño crecido, que lleve consigo el genio, los hábitos y las características propias de los niños, puede entrar. Si has alimentado desconfianzas, críticas, mal genio, orgullo, no puedes ser admitido, pues echarías a perder la fiesta. Todos los que entran por esta puerta tienen el traje de bodas tejido en el telar del cielo. Los que tienen la costumbre de encontrar defectos en el carácter de otros, revelan una deformidad que entristece a las familias, que aparta a las almas de la verdad para que prefieran fábulas. Tu levadura de desconfianza, tu falta de confianza, tu inclinación a acusar, cierra contra ti la puerta de entrada. No puede entrar por esa puerta nada que sea capaz de echar a perder la felicidad de los moradores al malograr su perfecta confianza mutua. No puedes unirte con la feliz familia de los atrios celestiales, pues he enjugado toda lágrima de los ojos de ellos. Tú nunca puedes ver al Rey en su belleza si tú mismo no eres representante de su carácter. 1MS 129.1

“Cuando renuncies a tu voluntad propia, a tu sabiduría propia y aprendas de Cristo, hallarás admisión en el reino de Dios. El requiere una entrega entera y sin reservas. Entrégale tu vida para que él la ordene, modele y disponga. Toma su yugo sobre tu cuello. Sométete para ser guiado y enseñado por él. Aprende que a menos que seas como un niñito, nunca podrás entrar en el reino de los cielos. 1MS 129.2

“Morar en Cristo es elegir únicamente el carácter de Cristo, de modo que los intereses de él se identifiquen con los tuyos. Mora en él para ser y hacer sólo lo que él quiere. Estas son las condiciones del discipulado, y a menos que las cumplas, nunca podrás hallar descanso. El descanso está en Cristo. No puede existir lejos de él. 1MS 129.3

“En el momento en que el yugo de él se ajuste en tu cuello, en ese mismo momento se nota que es fácil. Entonces se pueden efectuar los trabajos espirituales más pesados, se pueden llevar las cargas espirituales más difíciles, porque el Señor da el vigor y el poder, y da alegría para hacer la obra. Toma nota de esto: ‘Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón’. Mateo 11:29. ¿Quién habla así? La Majestad del cielo, el Rey de gloria. El desea que tus conceptos de las cosas espirituales sean purificados de la escoria del egoísmo, la contaminación de una naturaleza torcida, áspera, falta de simpatía. Debes tener una experiencia íntima más elevada. Morando en Cristo, debes obtener un crecimiento en la gracia. Cuando estés convertido, no serás un estorbo, sino que fortalecerás a tus hermanos”. 1MS 129.4

Cuando fueron pronunciadas estas palabras, vi que algunos se apartaban con tristeza y se mezclaban con los burladores. Otros, con lágrimas y el corazón quebrantado, hacían confesión a aquellos a quienes habían lastimado y herido. No pensaban en mantener su propia dignidad, sino que preguntaban a cada paso: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Hechos 16:30. La respuesta era: “Arrepiéntete y conviértete para que tus pecados puedan ir antes que tú al juicio y sean borrados”. Se pronunciaron palabras que reprochaban el orgullo espiritual, que no será tolerado por Dios. Este no concuerda con su Palabra y con nuestra profesión de fe. Buscad al Señor, todos los que sois sus ministros. Buscadle mientras puede ser hallado, llamadle mientras esté cerca. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Isaías 55:7. 1MS 130.1

Cuando presenté estos principios a los hermanos en la reunión sabática, todos parecieron sentir que el Señor había hablado mediante el débil instrumento.—The Review and Herald, 11 de abril de 1899. 1MS 130.2

Ha llegado el tiempo cuando debemos esperar que el Señor haga grandes cosas para nosotros. Nuestros esfuerzos no deben flaquear ni debilitarse. Hemos de crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor. Antes de que sea completamente terminada la obra y termine el sellamiento del pueblo de Dios, recibiremos el derramamiento del Espíritu de Dios. Angeles del cielo estarán en nuestro medio. El presente es un tiempo de preparación para el cielo, cuando debemos caminar en plena obediencia a todos los mandamientos de Dios.—Carta 30, 1907. 1MS 130.3