Mensajes Selectos Tomo 1

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Experiencia personal

A la edad de 17 años, cuando todos mis amigos pensaron que yo había quedado permanentemente inválida debido a un grave accidente que había sufrido en mi niñez, un visitante celestial vino y me habló diciendo: “Tengo un mensaje para que des”. “¡Cómo!—pensé—, ciertamente debe haber un gran error”. Otra vez se pronunciaron las palabras: “Tengo un mensaje para que des. Escribe y manda a la gente lo que te doy”. Hasta ese tiempo, mi mano temblorosa no había podido escribir una línea. Contesté: “No puedo hacerlo. No puedo hacerlo”. “¡Escribe! ¡escribe! fueron las palabras pronunciadas otra vez. Tomé pluma y papel, y comencé a escribir, y cuánto he escrito desde entonces, es imposible calcularlo. El vigor, el poder, eran de Dios. 1MS 118.2

Desde aquel tiempo, los libros que he escrito han sido publicados en muchísimos idiomas y han ido a todas las partes de la tierra. Hace poco, recibí la noticia de que un ejemplar de uno de mis libros había sido amablemente recibido por la reina [emperatriz] de Alemania, y que ella había escrito una carta favorable para expresar su aprecio por ese libro. Toda la honra sea para el Señor. 1MS 118.3

Por nosotros mismos no podemos hacer nada bueno. Pero tenemos el privilegio de colocarnos en la debida relación con Dios y determinar que, mediante su ayuda, haremos nuestra parte en esta obra para mejorarla. Se revelará la gloria de Dios en la vida de los que humildemente, pero sin vacilaciones, llevan a cabo esta resolución. Sé esto por experiencia. No he tenido poder propio. He comprendido que debo hacer depender de Jesucristo mi alma desvalida, y como resultado de hacer esto, de orar y de creer, ha ido delante de mí la salvación de Dios y ha seguido la gloria del Señor. 1MS 118.4

Os digo lo que sé para vuestro ánimo y consuelo. Armonicemos nuestra vida con Dios. ¿Qué satisfacción se ha de hallar en conformarse con las costumbres de este mundo? Tenéis una obra mejor que hacer. Modelad el carácter. Usad cada facultad, cada nervio, cada músculo, cada pensamiento, cada acción para la gloria de Dios. Entonces veréis, como no habéis visto nunca antes, la salvación de Dios que os precede. 1MS 119.1

No tengo nada de qué quejarme. El Señor nunca me ha chasqueado. Dejé a mi esposo en la tumba hace 22 años, y varios años más tarde, cuando se tomó la decisión de que más misioneros debían ir a Australia para unirse con los pocos que habían sido enviados, fuimos allí para fortalecer las manos de nuestros hermanos y para establecer la obra correctamente en ese nuevo centro. Allí hicimos mucha obra de avanzada. 1MS 119.2