Mensajes Selectos Tomo 1

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Capítulo 62—Justificados por la fe*

Cristo, Nuestra Justicia

Cuando Dios perdona al pecador, le condona el castigo que merece y lo trata como si no hubiera pecado, lo recibe dentro del favor divino y lo justifica por los méritos de la justicia de Cristo. El pecador sólo puede ser justificado mediante la fe en la expiación efectuada por el amado Hijo de Dios, que se convirtió en un sacrificio por los pecados del mundo culpable. Nadie puede ser justificado por ninguna clase de obras propias. Puede ser liberado de la culpabilidad del pecado, de la condenación de la ley, del castigo de la transgresión sólo por virtud de los sufrimientos, muerte y resurrección de Cristo. La fe es la única condición por la cual se puede obtener la justificación, y la fe implica no sólo creer, sino confiar. 1MS 456.1

Muchos tienen una fe nominal en Cristo, pero no saben nada de aquella vital dependencia en Cristo, la cual se apropia de los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Santiago dice de esa fe nominal: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” Santiago 2:19, 20. Muchos reconocen que Jesucristo es el Salvador del mundo, pero al mismo tiempo se mantienen apartados de él y no aprovechan la ocasión de arrepentirse de sus pecados y de aceptar a Jesús como a su Salvador personal. Su fe es simplemente el asentimiento de la verdad en su mente y en su juicio, pero la verdad no penetra en el corazón para que santifique el alma y transforme el carácter. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Romanos 8:29, 30. El llamamiento y la justificación no son una y la misma cosa. El llamamiento es la atracción del pecador hacia Cristo, y es una obra efectuada en el corazón por el Espíritu Santo, que convence de pecado e invita al arrepentimiento. 1MS 456.2

Muchos se confunden en cuanto a lo que constituye los primeros pasos en la obra de la salvación. Se piensa que el arrepentimiento es una obra que debe hacer por sí mismo el pecador a fin de que pueda ir a Cristo. Se piensa que el pecador por sí mismo debe procurar capacitarse para obtener la bendición de la gracia de Dios. Pero si bien es cierto que el arrepentimiento debe preceder al perdón, pues sólo es aceptable ante Dios el quebrantado y contrito de corazón, sin embargo el pecador no puede producir por sí mismo el arrepentimiento ni puede prepararse para ir a Cristo. A menos que se arrepienta el pecador, no puede ser perdonado. Pero la cuestión a decidir es si el arrepentimiento es obra del pecador o es una dádiva de Cristo. ¿Debe esperar el pecador hasta que esté lleno de remordimiento por su pecado antes de que pueda ir a Cristo? El primer paso hacia Cristo se da gracias a la atracción del Espíritu de Dios. Cuando el hombre responde a esa atracción, avanza hacia Cristo a fin de arrepentirse. 1MS 457.1

Se representa al pecador como a una oveja perdida, y una oveja perdida nunca vuelve al aprisco a menos que sea buscada y llevada de vuelta al redil por el pastor. Nadie puede arrepentirse por sí mismo y hacerse digno de la bendición de la justificación. Continuamente el Señor Jesús procura impresionar la mente del pecador y atraerlo para que contemple al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. No podemos dar un paso hacia la vida espiritual a menos que Jesús atraiga y fortalezca el alma, y nos guíe para experimentar el arrepentimiento del cual nadie necesita arrepentirse. 1MS 457.2

Cuando Pedro presentó claramente ante los sacerdotes y saduceos el hecho de que el arrepentimiento es don de Dios, hablando de Cristo dijo: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. Hechos 5:31. El arrepentimiento es tanto un don de Dios como lo son el perdón y la justificación, y no se lo puede experimentar a menos que sea dado al alma por Cristo. Si somos atraídos a Cristo, es mediante su poder y virtud. La gracia de la contrición viene mediante él y de él procede la justificación. 1MS 458.1