Mensajes Selectos Tomo 1

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El arrepentimiento y el perdón

Al acercarse a la cruz del Calvario, se ve allí un amor sin paralelo. Cuando por fe os aferráis al significado del sacrificio, os veis como pecadores condenados por la ley quebrantada. Esto es arrepentimiento. Cuando venís con corazón humilde, encontráis perdón, pues Cristo Jesús está representado como estando continuamente ante el altar, donde ofrece momento tras momento el sacrificio por los pecados del mundo. Es ministro del verdadero tabernáculo que el Señor levantó y no hombre. Las sombras simbólicas del tabernáculo judío no poseen más virtud alguna. No debe realizarse más una expiación simbólica, diaria y anual. Pero el sacrificio expiatorio efectuado por un mediador es esencial debido a que se cometen pecados continuamente. Jesús está oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada como si hubiera sido la de un cordero sacrificado. Jesús presenta la oblación ofrecida por cada ofensa y cada falta del pecador. 1MS 403.1

Cristo, nuestro Mediador, y el Espíritu Santo están intercediendo constantemente en favor del hombre, pero el Espíritu no ruega por nosotros como lo hace Cristo, quien presenta su sangre derramada desde la fundación del mundo. El Espíritu actúa sobre nuestro corazón instándonos a la oración y al arrepentimiento, a la alabanza y al agradecimiento. La gratitud que fluye de nuestros labios es el resultado de la acción del Espíritu sobre las cuerdas del alma en santos recuerdos que despiertan la música del corazón. 1MS 403.2

Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la confesión arrepentida del pecado ascienden desde los verdaderos creyentes como incienso ante el santuario celestial, pero al pasar por los canales corruptos de la humanidad, se contaminan de tal manera que, a menos que sean purificados por sangre, nunca pueden ser de valor ante Dios. No ascienden en pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor, que está a la diestra de Dios, presente y purifique todo por su justicia, no son aceptables ante Dios. Todo el incienso de los tabernáculos terrenales debe ser humedecido con las purificadoras gotas de la sangre de Cristo. El sostiene delante del Padre el incensario de sus propios méritos, en los cuales no hay mancha de corrupción terrenal. Recoge en ese incensario las oraciones, la alabanza y las confesiones de su pueblo, y a ellas les añade su propia justicia inmaculada. Luego, perfumado con los méritos de la propiciación de Cristo, asciende el incienso delante de Dios plena y enteramente aceptable. Así se obtienen respuestas benignas. 1MS 404.1

Ojalá comprendieran todos que toda obediencia, todo arrepentimiento, toda alabanza y todo agradecimiento deben ser colocados sobre el fuego ardiente de la justicia de Cristo. La fragancia de esa justicia asciende como una nube en torno del propiciatorio. 1MS 404.2