Mensajes Selectos Tomo 1

150/237

Capítulo 38—La tentación de Cristo*

La Tentación de Cristo

Cristo no estuvo en una situación tan favorable para resistir las tentaciones de Satanás en el desolado desierto, como lo estuvo Adán cuando fue tentado en el Edén. El Hijo de Dios se humilló y tomó la naturaleza del hombre después de que la raza humana ya hacía cuatro mil años que se había apartado del Edén y de su estado original de pureza y rectitud. Durante siglos, el pecado había estado dejando sus terribles marcas sobre la raza humana, y la degeneración física, mental y moral prevalecía en toda la familia humana. 1MS 313.1

Cuando Adán fue atacado por el tentador en el Edén, estaba sin mancha de pecado. Estaba en toda la fortaleza de su perfección delante de Dios. Todos los órganos y facultades de su ser estaban igualmente desarrollados y armoniosamente equilibrados. 1MS 313.2

En el desierto de la tentación, Cristo estuvo en el lugar de Adán para soportar la prueba que éste no había podido resistir. Aquí venció Cristo en lugar del pecador, cuatro mil años después de que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. Separada de la presencia de Dios, la familia humana se había apartado cada vez más, en cada generación sucesiva, de la pureza, la sabiduría y los conocimientos originales que Adán poseyera en el Edén. Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído sobre él, en favor de la raza humana había de soportar las tentaciones de Satanás en todos los puntos en los que pudiera ser atacado el hombre. 1MS 313.3

Adán estuvo rodeado con todo lo que podía desear su corazón. Estaba atendida cada necesidad suya. No había pecado ni había señales de decadencia en el glorioso Edén. Los ángeles de Dios conversaban libre y amablemente con la santa pareja. Las felices aves canoras gorjeaban sus inocentes y gozosos cantos de alabanza a su Creador. Los pacíficos cuadrúpedos, en su feliz inocencia, jugaban en torno de Adán y Eva, obedientes a la palabra de ellos. Adán se hallaba en la perfección de su virilidad, y era la más noble obra del Creador. Estaba creado a la imagen de Dios, pero era un poco menor que los ángeles. 1MS 314.1