Mensajes Selectos Tomo 1

134/237

Capítulo 33—“Escudriñad las escrituras”*

La Encarnación: Naturaleza de Cristo

Es de la mayor importancia que cada ser humano dotado con facultades de razonamiento entienda su relación con Dios. La obra de la redención no es estudiada cuidadosamente en nuestros establecimientos de enseñanza. Muchos de los alumnos no tienen un verdadero concepto de lo que significa el plan de salvación. Dios ha empeñado su palabra en nuestro favor. El que experimenta el sentimiento de nuestras flaquezas nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30. 1MS 284.1

Estudiantes, tan sólo estáis seguros si os relacionáis con Cristo en perfecta sumisión y obediencia. El yugo es fácil, pues Cristo lleva la carga. Si levantáis la carga de la cruz, se hace ligera y esa cruz es para vosotros una promesa de vida eterna. El privilegio de cada uno es seguir gozosamente a Cristo exclamando a cada paso: “Tu benignidad me ha engrandecido”. 2 Samuel 22:36. Pero si queremos viajar hacia el cielo, debemos tomar la Palabra de Dios como nuestro libro de texto. Debemos leer nuestras lecciones, día tras día, en las palabras de la Inspiración. 1MS 284.2

Dice el apóstol Pablo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre [como el representante de la raza humana], se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla”. Filipenses 2:5-10. 1MS 285.1

La humillación del hombre Cristo Jesús es incomprensible para la mente humana, pero su divinidad y su existencia antes de que el mundo fuera formado nunca pueden ser puestas en duda por los que creen en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo habla de nuestro Mediador, el unigénito Hijo de Dios, el cual en un estado de gloria era en la forma de Dios, el Comandante de todas las huestes celestiales, y quien, cuando revistió su divinidad con humanidad, tomó sobre sí la forma de siervo. Isaías declara: “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”. Isaías 9:6, 7. 1MS 285.2

Al consentir en convertirse en hombre, Cristo manifestó una humildad que es la maravilla de las inteligencias celestiales. El acto de consentir en ser hombre no habría sido una humillación si no hubiera sido por la excelsa preexistencia de Cristo. Debemos abrir nuestro entendimiento para comprender que Cristo puso a un lado su manto real, su corona regia y su elevado mando, y revistió su divinidad con humanidad para que pudiera encontrarse con el hombre donde éste estaba y para proporcionar a los miembros de la familia humana poder moral, a fin de que llegaran a ser los hijos e hijas de Dios. Para redimir al hombre, Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 1MS 285.3

La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma con Cristo, y mediante Cristo, con Dios. Esto ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre. Dio prueba de su humildad al convertirse en hombre. Sin embargo, era Dios en la carne. Cuando tratemos este tema, haríamos bien en prestar atención a las palabras pronunciadas por Cristo a Moisés en la zarza ardiente: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Éxodo 3:5. Debiéramos emprender este estudio con la humildad del que aprende con corazón contrito. Y el estudio de la encarnación de Cristo es un campo fructífero que recompensará al escudriñador que cava profundamente en procura de la verdad oculta. 1MS 286.1