La Voz: Su Educación y Uso Correcto
La moderna mensajera de Dios
[Para conocer la opinión de testigos presenciales acerca de Ellen G. White como oradora, véase el Apéndice.] VEUC 433.1
Su primer discurso (Polonia, Maine, 1845)—Hacía tres meses que estaba tan mal de la garganta y los pulmones, que apenas podía hablar, y eso en voz baja y ronca. Pero en aquella oportunidad me levanté en la reunión, y comencé a hablar en voz muy débil. A los cinco minutos, desapareció el dolor y la obstrucción de garganta; mi voz resonó clara y firme, y hablé con completa facilidad y soltura durante cerca de dos horas. Terminada la proclamación del mensaje, volví a quedar afónica hasta que al presentarme de nuevo ante el público, se repitió tan singular recuperación. Me afirmaba constantemente en la seguridad de que cumplía la voluntad de Dios, y veía que mis esfuerzos producían señalados resultados.—Testimonios Selectos 1:67. VEUC 433.2
Recibía fuerzas del Señor—El sábado me sentía muy débil. Después de hablar a la gente estaba tan fatigada, que casi me desmayé. La gente decía que nunca antes me habían visto tan mal. Perdí 15 libras de peso en tres semanas. El domingo le supliqué al Señor que me diera fuerzas, para dar mi testimonio ante la gente y no dudé. Fui hacia el estrado sintiendo una gran debilidad, hablé durante una hora y media. Cuando bajé del estrado, me sentía mucho más fuerte que cuando me dirigí hacia él, y conservé toda la fuerza que me fue dada en esa ocasión... VEUC 434.1
Acabo de recibir una solicitud de los hombres más influyentes de Dunlap, banqueros, ministros y comerciantes, para que repita el discurso sobre temperancia que presenté el domingo en la carpa, en la Iglesia Congregacional.—Carta 22, 1879. VEUC 434.2
Recibía poder por el Espíritu Santo—A veces, cuando se esperaba que yo hablara ante muchas personas, he sentido que me era imposible presentarme día tras día delante de grandes congregaciones. Pero he tratado de ponerme físicamente en la correcta relación con Dios. Entonces, le he dicho: “Señor, he hecho todo lo posible usando tus propios medios y ahora te pido que me des la bendición especial, que sólo tú me puedes dar para sostenerme”. Con pasos vacilantes he ido hasta la plataforma para hablar a los allí congregados; pero tan pronto como me he presentado ante la congregación, el Espíritu de Dios siempre ha acudido en mi ayuda con su poder fortalecedor. VEUC 434.3
Muchas veces le decía a mi esposo, cuando aún vivía: “¡Qué bien me haría si pudiera tener de antemano esta seguridad!”. El me respondía: “Dios nunca ha dejado de bendecirte desde el momento en que te levantas a hablar; cualesquiera sean tus sentimientos, debes poner tu confianza en él, sosteniendo tu alma débil en sus promesas”. He tratado de hacer esto. He aprendido que debemos hacer nuestra parte, cooperando con Dios. El nos da fuerzas para cumplir nuestros deberes.—Manuscrito 111, 1901. VEUC 435.1
Dios le daba la voz—Cuando yo tenía unos 11 años de edad, escuché a un ministro leer la historia de cuando Pedro estaba en la prisión, como se registra en el libro de Los Hechos de los Apóstoles; él leía de una manera tan impresionante que los detalles de la historia y toda su realidad parecía pasar frente a mis ojos. Tan profunda fue la impresión en mi mente, que nunca la he olvidado. VEUC 435.2
Cuando años después yo estaba hablando en reuniones generales, me encontré de nuevo con ese hombre, y al final de mi discurso me preguntó: “¿Cómo logra usted tener una voz tan maravillosa?” Le contesté que el Señor me la había dado. Cuando empecé mis labores públicas no tenía voz, excepto cuando me paraba frente a una congregación para hablar. En otras ocasiones no podía hablar más que en un susurro. “Y”, añadí, “he pensado muchas veces en lo que usted le contestaba a la gente cuando alguien le preguntaba cómo había llegado a ser ministro. Usted les decía que sus amigos le decían que usted nunca iba a llegar a ser un ministro, porque usted no hablaba adecuadamente; pero que usted iba y hablaba a los árboles en los bosques; y cuando manipulaba a los bueyes, les hablaba como si estuviera en una reunión. ‘Así aprendí a hablar en público’, decía usted”.—Manuscrito 91, 1903. VEUC 435.3
Recibía ayuda divina al hablar—Al día siguiente estaba enferma y muy débil. El resfriado se había apoderado de mi cuerpo. Dudaba que pudiera hablar a la mañana siguiente. Pero me arriesgué a que los hermanos hicieran una cita, para que yo hablara el sábado al mediodía. Me puse en las manos del Señor; porque yo sabía que a menos que él me ayudara, no podría hablar más que unas pocas palabras. Me sentía muy mal de la cabeza y la garganta. Estaba tan ronca que apenas podía hablar en voz alta. VEUC 436.1
El sábado por la mañana no me sentí mejor. A la hora señalada, fui a la capilla y la encontré llena. Temí fracasar, pero empecé a hablar. En el momento en que empecé a hablar, recibí fuerzas. Se me quitó la ronquera, y hablé sin dificultad cerca de una hora. La enfermedad pareció desaparecer y la mente estaba clara. Cuando terminé de hablar, me puse ronca de nuevo y empecé a toser y estornudar como antes. VEUC 436.2
Para mí esta experiencia fue una marcada evidencia de la ayuda divina.—The Review and Herald, 19 de julio de 1906. VEUC 436.3
Sermones largos predicados por Ellen G. White*—Pastor Underwood: “¿Hablo demasiado?” VEUC 436.4
Ellen G. White: “Por cierto que sí; esto se aplica a mí misma. Predico muy largo”. VEUC 437.1
W. C. White: “Déjenme preguntar: ¿Debemos tomar su ejemplo como exponente de sus puntos de vista? VEUC 437.2
Ellen G. White: “Bueno, ¿no acabo de hacer una confesión? ¿Y no les he dado un ejemplo? Considero que mi caso es una excepción, pero creo que me he aventurado demasiado lejos aún en la excepción. Pero te diré, por qué yo me considero una excepción. Mi esposo me había llevado al coche y me había sentado en el asiento, y había ido a un lugar de reunión y había estado padeciendo una parálisis que me había atacado por semanas, de manera que no había podido tener dominio del idioma, ni para pronunciar correctamente una oración. No obstante, tuve que estar de pie delante del público y dar un testimonio directo. El Espíritu del Señor estaba sobre mí. No todo el mundo es una excepción. Ahora, ¿cómo puedo decir cuándo me he extendido demasiado? Vez tras vez, he sido llevada a ese punto... VEUC 437.3
“Ahora, ¿hasta dónde debo ir? Yo he tomado la posición de que si el Señor me da una preocupación por la Iglesia de Battle Creek, se la comunicaré a ellos. Pero a menos que tenga una preocupación, no tengo nada más que decir. Yo hablé 21 veces en los días que estuvimos en Battle Creek. No hablé cada día, pero algunos días hablé dos veces. Esto fue antes de irme; y no descansé hasta que no me atacó esta terrible enfermedad. Yo sabía, y se lo dije a ellos en Fresno, que yo estaba peleando mi última batalla. Y luego, en esas reuniones privadas, la labor fue peor que hablar en público, teniendo que decir cosas tan francas como las que tenía que decir. VEUC 437.4
“Ahora bien, no sé si he contestado, o no tu pregunta; quizás es como un sermón largo: resulta tan larga la respuesta que se pierde el punto principal”. VEUC 438.1
Pastor White: “Ahora me pregunto, si en cierto modo una persona tiene el derecho de modelar sus actos, basándose en la experiencia de otra. Me pregunto, si no es nuestro deber conformar nuestros actos de acuerdo a nuestra propia experiencia”. VEUC 438.2
Ellen G. White: “Bien, ahora ha sido así. Yo he estado enferma y adolorida; y quiero decirte que nunca ha habido una ocasión en la que haya contraído un compromiso para hablar, sin que no haya tenido que luchar con el más tremendo problema del corazón, o con alguna enfermedad, antes de la fecha de la cita, que pareciera impedir que me presentara ante el público. Y justamente en el momento en que me pongo de pie para hablar a la gente, me siento tan segura de que los ángeles de Dios están allí mismo, a mi lado, como si abriera mis ojos y los viera; como vi a Cristo cuando él me restauró. Me siento transportada por encima de mí misma. Me siento como si el juicio estuviera ante mis ojos; como si el universo celestial me estuviera mirando, y como si tuviera que hacer, y decir estas cosas aunque me cayera muerta allí mismo. Ahora bien, no creo que éste sea el deber que otros deben cumplir. Y cada día siento lo mismo. Esto se debe a las terribles realidades de eternidad abiertas delante de mi, y tan pronto como me pongo de pie, esas tremendas realidades parecen envolverme como un manto”.—Manuscrito 19b, 1890. VEUC 438.3
Voz, volumen, velocidad—Pastor Farnsworth: “¿No cree usted, hermana White, que la gran mayoría de nuestros ministros se han perjudicado mucho, por la manera como hablan?” VEUC 439.1
Ellen G. White: “Sin duda alguna; he visto esto una y otra vez. A mi esposo le dio una vez por levantar mucho la voz, y parecía que no podía evitarlo. Y hay un hermano en Texas, el hermano A, que ahora mismo está muriéndose, como si él mismo se hubiera puesto un cuchillo en la garganta. Desde que llegué aquí he pensado en eso, y debo escribirle”. VEUC 439.2
Pastor Kilgore: “Ya se lo dijeron”. VEUC 439.3
Pastor Farnsworth: “En todas las asociaciones hay pastores así”. VEUC 439.4
Ellen G. White: “En los días de mi juventud acostumbraba hablar en tono demasiado alto. El Señor me mostró que no podría realizar una impresión debida en la gente elevando la voz a un tono antinatural. Luego me fue presentado Cristo y su manera de hablar; y en su voz había una dulce melodía. Su voz, expresada con lentitud y calma, llegaba a sus oyentes, y sus palabras penetraban en sus corazones, y ellos podían captar lo que él había dicho, antes de que pronunciara la frase siguiente. Al parecer, algunos creen que deben correr todo el tiempo, porque si no lo hacen perderán la inspiración y la gente también perderá la inspiración. Si eso es inspiración, que la pierdan, y cuanto antes, mejor”. VEUC 439.5
Bien, yo escribí un artículo acerca de esto cuando estaba en Santa Elena, porque sentí como si nuestros ministros estuvieran descendiendo, y había motivo para esto.—Manuscrito 19b, 1890. VEUC 440.1
Mensajes del Espíritu de Dios—Cuando estoy hablando ante la gente digo muchas cosas que no han sido premeditadas. El Espíritu del Señor con frecuencia viene a mí. Me parece que he sido transportada fuera de mí misma; la vida y el carácter de diferentes personas me son presentadas claramente en mi mente. Veo sus errores y peligros, me siento compelida a hablar de lo que me ha sido presentado.—Testimonies for the Church 5:678. VEUC 440.2
Revelación mediante visiones—Antes de ponerme de pie, no pienso en hablar tan claramente como lo hago. Pero el Espíritu de Dios descansa sobre mí con poder, y no puedo menos que hablar las palabras que me son dadas. No me atrevo a dejar de expresar una sola palabra del testimonio... Hablo las palabras que me son dadas por un poder superior al poder humano, y no podría aunque quisiera, anular una sola oración. VEUC 440.3
Durante la noche, el Señor me da instrucciones en símbolos, y entonces me explica su significado. El me da la palabra, y yo no me atrevo a rehusar comunicarla al pueblo. El amor de Cristo, y me atrevo a añadir, el amor por las almas, me constriñe, y no puedo guardar silencio.—Manuscrito 22, 1890. VEUC 440.4
Esposo y esposa, forman equipo—Al principio yo me desenvolvía con timidez en la obra de hablar en público. Si tenía confianza, era porque me la daba el Espíritu Santo. Si hablaba con libertad y poder, era porque Dios me lo permitía. Nuestras reuniones eran por lo regular dirigidas de tal manera, que ambos tomábamos parte. Mi esposo daría un discurso doctrinal, luego le seguía yo con una exhortación de un largo considerable, entremezclando mis sentimientos con los de la congregación. De ese modo mi esposo y yo sembrábamos y regábamos la semilla de la verdad, y Dios daba el crecimiento.—Testimonies for the Church 1:75. VEUC 441.1
La vida de Cristo y el tema de la salud—La noche del sábado hablé de nuevo ante un gran número de personas. El domingo la Iglesia Metodista estaba abierta. Tu padre habló al mediodía y yo por la tarde, sobre la vida, los sufrimientos y la resurrección de Cristo. Me invitaron a hablar por la noche sobre el tema de la salud. Mucho antes de empezar, el salón estaba totalmente lleno y varios quedaron de pie en la calle sin poder entrar. Tuvimos que abrirnos paso para entrar. Pero empezó a rumorearse que quizás el piso cedería. Los hombres que sabían aseguraron que no había ningún peligro. VEUC 441.2
Algunos propusieron que fuéramos al templo metodista que estaba abierto para recibirnos, y era más conveniente, y estaba mejor ventilado. Dijeron que había cierto número de personas allí. Alguien dijo: “Que los predicadores se dividan”. Tu padre respondió [que] él no quería arriesgarse a intentar el experimento, temiendo que no tendría suficientes oyentes. Finalmente, se hizo un movimiento general a la casa de cultos que estaba atiborrada, y tenía asientos extra preparados. Tuve una congregación muy respetuosa y atenta. Hablé durante una hora y media con toda libertad. La reunión terminó bien. Tenemos otra cita esta misma noche. Esperamos que el Señor vaya con nosotros y nos ayude en nuestra labor, es nuestra oración [carta de Elena G. de White a su hijo, W. C. White].—Carta 17, 1870. VEUC 441.3
Sermón basado en Colosenses 1:24-29—El hermano D. T. Bourdeau habló temprano por la mañana en la reunión. Por la tarde hablé yo a la gente sobre. Colosenses 1:24-29. Me sentía muy débil antes de subir al púlpito. Oré fervientemente a Dios pidiéndole que me ayudara y bendijera a los presentes de manera especial. El Espíritu del Señor descansó en mí y en la gente. Yo era seguida por tres traductores: uno al alemán, otro al francés y otro al danés, pero esto no me molestó para nada. Los ángeles del cielo estaban en nuestro medio. Fui bendecida al hablar, y la gente fue bendecida al escuchar. No puedo ver sino que mi mensaje está teniendo una mejor impresión en la mente de ellos que en las de mis hermanos y hermanas norteamericanos. VEUC 442.1
Después del discurso tuvimos una reunión preciosa. Nuestros hermanos de todas esas nacionalidades dijeron haber sido grandemente bendecidos, y estaban muy agradecidos a Dios por la palabra hablada.—Carta 23, 1885. VEUC 442.2
Mensaje basado en Mateo 9:28-30—El texto era. Mateo 9:28-30. Muchos en la congregación eran hombres y mujeres inteligentes. Yo les presenté la verdad en su sencillez, para que viejos y jóvenes pudieran comprender. Así enseñaba Jesús. El enseñaba a la gente con sencillez. No usaba palabras rebuscadas que los indoctos no pudieran entender. Los indoctos, aun los niños más tiernos, podían entender sus palabras. VEUC 443.1
Jesús declaró en Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. Lucas 4:18. ¿Cuántos de los profesos ministros de Cristo, están copiando este ejemplo de nuestro divino Maestro?—Manuscrito 55, 1886. VEUC 443.2
Predicando sobre la parábola de los talentos—Me invitaron a hablar el sábado 7 de enero por la tarde, pero cuando recorría las cinco millas hasta el lugar de reunión, me sentí tan agotada que me dio miedo y temblaba, y estaba acosada de tentaciones. Las apariencias indicaban que me sería imposible hablar. Estuve orando durante todo el trayecto. Cuando me puse de pie en la plataforma, el Señor me dio la seguridad de que él había enviado su ángel para sostenerme, que no debía dudar. Me pareció escuchar estas palabras: “Sé fuerte en el Señor; sí, sé fuerte”. Nunca había hablado con tanta facilidad y tan libre de dolencias. Los oyentes dijeron que mi voz era clara y musical, y la congregación no pudo menos que saber que el Espíritu y el poder de Dios estaba sobre mí. VEUC 443.3
Hablé durante una hora de la parábola de los talentos, extendiéndome con considerable precisión en el siervo indolente que escondió su único talento en la tierra, y lo presentó al Señor con una amarga queja, acusando a Dios de ser un Maestro duro. El Señor habló a través del barro, y los corazones fueron conmovidos. Algunos estaban profundamente emocionados. Estuvo presente un ministro de la Iglesia de Inglaterra, que había venido de Tasmania en compañía de los hermanos Baker y Rosseau, y que estaba comenzando a guardar el sábado.—Carta 23a, 1893. VEUC 444.1
Prudencia y solemnidad—El Señor va a trabajar pronto entre nosotros con un poder más grande, pero existe el peligro de permitir que nuestros impulsos nos lleven, a donde el Señor no quiere que vayamos. No debemos dar un solo paso del que tengamos que retractarnos. Debemos movernos con solemnidad, prudentemente, y no hacer uso de expresiones extravagantes, ni permitir que nuestros sentimientos se sobreexciten. Debemos pensar con calma, y trabajar sin excitación; porque habrá algunos que se excitan fácilmente, que se apoderan de expresiones imprudentes, y hacen uso de declaraciones extremas para crear excitación, y contrarrestar así la misma obra que Dios haría. VEUC 444.2
Siempre hay quienes están listos a irse por la tangente, que quieren apoderarse de algo extraño, maravilloso y nuevo; pero Dios quiere que todos nos movamos con calma, que elijamos nuestras palabras con mucho cuidado, en armonía con la sólida verdad para este tiempo, que requiere [que] sea presentada a la mente tan libre como sea posible de lo emocional, aunque conlleve toda la intensidad y solemnidad apropiada. Debemos evitar crear extremos, debemos guardarnos para no estimular a aquellos que siempre están, o bien en el fuego, o bien en el agua.—Carta 37, 1894. VEUC 445.1
Tema del Espíritu Santo para una ocasión especial—El domingo 23 de junio [1895] hablé bajo la carpa en Canterbury. Se había convocado una reunión general y estuvieron presentes muchas personas de Ashfield, Sydney y Petersham. Varios de los que no se habían decidido completamente a obedecer se convencieron de la verdad. Cuando llegué a la plataforma, me parecía que no podía fijar mi mente en ningún tema sobre el cual hablar, pero tan pronto como me puse de pie, todo se me aclaró, y el texto que me fue presentado, fue la pregunta que un príncipe hizo a Jesús: “¿Qué bien haré para tener la vida eterna?” VEUC 445.2
El poder de Dios vino sobre mí y la verdad de Dios fue presentada por su agente humano de la manera más clara y poderosa. El pastor Corliss dijo que me había escuchado hablar, bajo casi cualquier circunstancia durante los últimos cuarenta años, pero que éste había sido el discurso más poderoso que me había escuchado presentar. A mí me parecía estar elevada y fuera de mí misma. Era el Espíritu del Señor que vino sobre mí, y la gloria sea a su nombre. Cuando le escriba de nuevo, le expresaré la substancia de lo hablado. VEUC 445.3
Después del discurso estuvimos reunidos durante casi una hora. Fueron excelentes los testimonios expresados, y se clausuró la reunión dejando una impresión favorable sobre las mentes de los que estaban dudando al pie de la cruz, y preguntándose cómo se ganarían la vida si aceptaban la verdad.—Carta 28, 1895. VEUC 446.1
Mensaje acerca de la higuera sin fruto—Ya es de tarde, acabo de regresar de los servicios en la carpa. Hoy hablé dos veces, cerca de una hora en la reunión de las seis y media de la mañana, y otra vez por la tarde. Por lo general, hablo los miércoles por la tarde porque es feriado, pero esta semana consentí en hablar el martes porque es el Cup Day... La carpa estaba llena. Pusieron sillas adicionales, y algunos tuvieron que quedar de pie. VEUC 446.2
Hablé sobre la higuera sin frutos, haciendo la aplicación de la misma a las iglesias que no llevan frutos. El Señor me dio libertad ante esa gran congregación. Los rostros de los presentes expresaban nobleza, y muchos de ellos lloraron, tanto hombres como mujeres. Nadie se levantó de sus asientos, sino que todos escuchaban con la más profunda atención. El Señor me dio un mensaje para el pueblo. Yo sé, que el Espíritu Santo obró en las mentes y corazones. Nunca había visto tal fervor para escuchar la verdad en ninguno de nuestros congresos campestres. VEUC 446.3
Ya he hablado casi doce veces durante más de una hora y he presentado varios discursos cortos. La presencia del Señor está en este congreso, y muchos corazones han sido conmovidos.—Carta 82, 1895. VEUC 447.1