La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 43—Ni palabras ásperas ni espíritu de contienda

Uso de la verdad como un látigo—En el pasado habéis presentado la verdad en forma violenta, y la habéis utilizado como si fuera un látigo. Esto no ha glorificado al Señor. Habéis dado a la gente los ricos tesoros de la Palabra de Dios, pero lo habéis hecho en una forma tan condenatoria, que ésta se ha alejado de ellos. No habéis enseñado la verdad en la forma como Cristo la enseñó. La exponéis de un modo que perjudica su influencia... Vuestros corazones necesitan ser llenados con la gracia de Cristo que convierte.—El Evangelismo, 131. VEUC 261.1

La aspereza no ayuda—Predicad la verdad, pero retened las palabras que muestren un espíritu áspero; pues tales palabras no pueden ayudar, o iluminar a nadie.—El Evangelismo, 419. VEUC 261.2

Efecto de una gota de hiel—Cada sermón que predicáis, cada artículo que escribís, deben ser verdad; pero una gota de hiel que haya en ellos, envenenará al oyente, o al lector. Por causa de esa gota de veneno, uno descartará todas vuestras palabras buenas y aceptables. Otro se alimentará del veneno, porque se deleita en tales palabras duras; sigue vuestro ejemplo, y habla como habláis. Así el mal se multiplica.—Testimonios Selectos 4:307. VEUC 262.1

Nuestra lengua debe ser como la pluma de un escritor atento—Tened cuidado de no ser denunciatorios, ni una sola vez. Necesitamos que el Espíritu Santo de Dios sea vida y voz para nosotros. Nuestra lengua debería ser como la pluma de un escritor atento, porque el Espíritu de Dios habla por medio del instrumento humano. Cuando utilizáis la denuncia y los ataques, habéis puesto algo de vosotros mismos, y no necesitamos nada de esta mezcla.—El Evangelismo, 130. VEUC 262.2

En guardia constante—Los predicadores jóvenes, y los hombres que han sido ministros una vez, que han sido vulgares y ásperos en sus maneras, expresando cosas en su conversación que no han sido perfectamente modestas y puras, no están preparados para participar en esta obra hasta que den evidencia de una reforma completa. Una sola palabra hablada indiscretamente puede hacer más daño que el bien que puede hacer toda una serie de reuniones. Ellos abandonan las normas de la verdad, que debieran ser siempre exaltadas, rebajándolas al polvo delante de la comunidad. Por lo general, sus conversos no están por sobre la norma presentada a ellos por los ministros. Los hombres que están situados entre los vivos y los muertos, debieran ser verdaderamente rectos. El ministro no debiera bajar la guardia, ni un solo instante. El está laborando para elevar a otros y llevarlos hasta la plataforma de la verdad. Que demuestre a otros que la verdad ha hecho algo por él. El debiera ver el mal ocasionado por estas expresiones descuidadas, ásperas y vulgares, y debiera poner a un lado y despreciar cualquier cosa de esta índole. A menos que lo haga, sus conversos lo imitarán.—Testimonies for the Church 1:445, 446. VEUC 262.3

Puertas cerradas—Que todos tengan en mente, que no estamos en posición de invitar a la persecución. No debemos emplear palabras ásperas y cortantes. Hay que mantenerlas fuera de toda comunicación escrita, hay que eliminarlas de toda presentación oral. Que la Palabra de Dios sea la que cercene, la que reproche; que los hombres finitos se escuden y moren en Jesucristo. Permitan que el Espíritu de Cristo aparezca. Que todos guarden sus palabras, no sea que coloquen en posición mortal contra nosotros a los que no son de nuestra fe, y den a Satanás la oportunidad de usar palabras imprudentes que entorpezcan nuestro camino. “No hagáis nada antes de tiempo”. Cuando Dios da un mensaje terminante y cortante, viene de él, no está incitado por el impulso de seres finitos. El corte y la censura que el hombre realiza con la espada de dos filos, obstaculizarán nuestro camino, de manera que encontremos puertas cerradas firmemente contra nosotros.—Manuscrito 95, 1894. VEUC 263.1

No hagan referencia a lo que dicen los oponentes—El Espíritu Santo aplicará al alma la palabra que se habla con amor. Pero entendamos que no hacemos ningún bien cuando la voz o la pluma expresan asperezas, o aun manifiestan la verdad de manera áspera. No demos lugar a la pasión humana, no sea que la verdad sea mal interpretada, mal comprendida y mal aplicada. La verdad hablada bajo la absoluta influencia de la gracia de Cristo, tendrá un poder que dará vida. El plan de Dios es alcanzar primero el corazón. Hable la verdad y permita que él lleve adelante el poder y el principio de reforma; pero no obremos de acuerdo con nuestro impulso personal. VEUC 264.1

¿Qué bien se puede lograr, castigando con denuncias a las almas que están en tinieblas? Los que no tienen el conocimiento de la verdad, los que están ciegos y descarriados, fuera de su juicio, no entienden lo que eso significa. Hable la verdad con amor. Deje que la ternura de Cristo llegue al alma. No haga referencia especial a lo que los oponentes dicen, sino que sólo se hable la verdad: “Está escrito”. La verdad cortará hasta el tuétano. No permita que su propio espíritu y pasiones se mezclen con la verdad, como el fuego común, con la llama sagrada. Descubra sencillamente la Palabra en todo su carácter impresionante. VEUC 264.2

Muchos que ahora son los más amargos oponentes de la verdad, actúan de acuerdo con sus honestas convicciones acerca del deber, pero ya verán la verdad y se convertirán en sus fervientes abogados. Los que tratan de ridiculizarlos ahora, los que manifiestan hacia ellos un espíritu de aspereza, caerán bajo la tentación, y traerán reproche a la causa de Dios, y causarán la pérdida de almas, gracias a su indiscreción. Muchos que salen al campo, como resultado del llamado hecho a la hora undécima, presentarán la verdad de tal manera, mediante la gracia de Cristo, que serán contados como los primeros. VEUC 265.1

No debemos expresar inconsistencia. Nuestra obra consiste en hacer avanzar la luz, inculcar ideas con un espíritu de mansedumbre y dependencia de Dios. Tratemos de ser vencedores y recibir de ese modo la recompensa del vencedor. Haga todo lo que pueda para reflejar la luz, para llevar almas al conocimiento de la verdad como es en Jesús, pero absténgase de hablar palabras irritantes y provocadoras. Presente la verdad en toda su sencillez, porque debe ser confesada delante de los hombres, como algo que tiene que ver con sus intereses eternos.—Carta 36, 1895. VEUC 265.2

Hay que deponer la armadura de combate—Hay que deponer la armadura de combate, el espíritu combativo. Si actuamos como Cristo actuó, podremos alcanzar a los hombres donde están.—El Evangelismo, 184. VEUC 265.3

Debates inapropiados—Tenemos el más solemne mensaje de verdad dado alguna vez al mundo. Esta verdad está siendo cada vez más respetada por los incrédulos, porque no admite controversia. En vista de este hecho, nuestros ministros jóvenes se vuelven confiados en sí mismos y engreídos. Toman las verdades que han sido presentadas por otras mentes, y sin estudio ni oración ferviente, se enfrentan a los oponentes y participan en debates, complaciéndose en discursos y ocurrencias agudas, halagándose a sí mismos de que ésta es la obra del ministro evangélico. Para ser idóneos para la obra de Dios, estos hombres necesitan una conversión completa, como la que Pablo experimentó. Los ministros deben ser representantes vivientes de la verdad que predican. Deben tener una vida espiritual más amplia, caracterizada por una mayor sencillez.—Testimonies for the Church 4:446. VEUC 266.1

Mientras más se argumente, más oposición habrá—Muchas veces, cuando usted intente presentar la verdad, se levantará la oposición; pero si usted trata de afrontar la oposición con argumentos, sólo los multiplicará, y no se puede permitir ese lujo. Manténgase en lo afirmativo.—Testimonies for the Church 9:147. VEUC 266.2

Limitaciones al debate—Nunca debe participar en un debate donde haya tanto en juego, confiando en su capacidad para manejar argumentos fuertes. Si no lo puede evitar, entre en el conflicto, pero hágalo con una firme confianza en Dios y un espíritu de humildad, el espíritu de Cristo, quien le ha suplicado que aprenda de él, que es manso y humilde de corazón. Y entonces, para glorificar a Dios y ejemplificar el carácter de Cristo, nunca debiera tomar ventaja ilegal de su oponente. Deje afuera el sarcasmo y el juego de palabras. Recuerde que está combatiendo con Satanás y sus ángeles, así como con el hombre.—Testimonies for the Church 1:626. VEUC 266.3

La suficiencia propia—No digamos palabras ni cometamos acciones, que puedan confirmar a alguno en la incredulidad. VEUC 267.1

Si alguien trata de arrastrar a los obreros a un debate o controversia, sobre cuestiones políticas o de otra clase, no prestemos atención, ni a la persuasión, ni al desafío. Llevemos adelante la obra de Dios con firmeza y energía, pero con la mansedumbre de Cristo, y tan quedamente como sea posible. Que no se oigan jactancias humanas. No se deje ver rastro de suficiencia propia. Que se deje ver que Dios nos ha llamado a desempeñar cometidos sagrados; prediquemos la palabra, seamos diligentes, ardientes y fervientes.—Testimonios Selectos 4:306. VEUC 267.2

Los ministros a quienes les gusta el debate no son buenos pastores—Algunos predicadores que han participado durante mucho tiempo en la obra de predicar la verdad presente, han cometido grandes errores en sus labores. Se han autoeducado como polemistas. Han estudiado temas de argumentación con el fin de discutir y les gusta usar lo que han preparado. La verdad de Dios es clara, al punto y conclusiva. Es armoniosa y, en contraste con el error, brilla con claridad y belleza. Su consistencia la recomienda al juicio de cada corazón que no esté lleno de prejuicio. Nuestros predicadores presentan los argumentos sobre la verdad que han sido preparados para ellos y, si no hay impedimentos, la verdad llevará la victoria. Pero me fue mostrado que, en muchos casos, el pobre instrumento se lleva el crédito de la victoria ganada, y el pueblo, que es más terrenal que espiritual, alaba y honra al instrumento, mientras que la verdad de Dios no es exaltada por la victoria ganada. preparado. La verdad de Dios es clara, al punto y conclusiva. Es armoniosa y, en contraste con el error, brilla con claridad y belleza. Su consistencia la recomienda al juicio de cada corazón, que no esté lleno de prejuicio. Nuestros predicadores presentan los argumentos sobre la verdad, que han sido preparados para ellos, y si no hay impedimentos, la verdad llevará la victoria. Pero me fue mostrado que en muchos casos, el pobre instrumento se lleva el crédito de la victoria ganada, y el pueblo, que es más terrenal que espiritual, alaba y honra al instrumento, mientras que la verdad de Dios no es exaltada por la victoria ganada. VEUC 267.3

Los que gustan de participar en debates generalmente pierden la espiritualidad. No confían en Dios como debieran. Tienen la teoría de la verdad preparada para fustigar al oponente. Los sentimientos de sus propios corazones no santificados han preparado cosas agudas ocultas a la vista, para usarlas como latigazos para irritar y provocar al oponente. El espíritu de Cristo no tiene parte en esto. Cuando está armado con argumentos concluyentes, el polemista pronto piensa que es lo suficientemente fuerte como para triunfar sobre su oponente, y Dios es dejado fuera del asunto. Algunos de nuestros ministros han hecho del debate su ocupación principal. Cuando están en medio de la excitación producida por la discusión, se sienten fuertes y hablan fuerte; y en la excitación muchas cosas son aceptadas por el pueblo como si fueran correctas, cuando en sí mismas son decididamente malas, y una vergüenza para el culpable de pronunciar palabras tan impropias de un ministro cristiano. VEUC 268.1

Estas cosas ejercen una mala influencia en ministros que trabajan con verdades sagradas y elevadas, verdades que han de ser un sabor de vida para vida, o de muerte para muerte, a los que las escuchen. Por lo general, la influencia que ejercen los discursos sobre nuestros ministros, es llenarlos de suficiencia propia y exaltar su propia estimación. Esto no es todo. Aquellos a quienes les gusta debatir, son indignos de ser pastores del rebaño. Han adiestrado sus mentes para enfrentarse a personas, y decir cosas sarcásticas, y no pueden descender a encontrarse con corazones doloridos, que necesitan ser consolados. VEUC 269.1

También se han han extendido tanto en materia de argumentación, que han descuidado los temas prácticos que el rebaño de Dios necesita. Tienen poco conocimiento de los sermones de Cristo, que entran en la vida diaria del cristiano, y han fomentado poca disposición a estudiarlos. Se han elevado por sobre la sencillez de la obra. Cuando se consideraron pequeños ante sus propios ojos, Dios los ayudó; ángeles de Dios los ayudaron, e hicieron que sus esfuerzos tuvieran mucho éxito en convencer a hombres y mujeres de la verdad. Pero cuando adiestraron sus mentes para la discusión, con frecuencia se convirtieron en toscos y descorteses. Perdieron el interés y la tierna simpatía, que siempre debieran acompañar los esfuerzos de un pastor de Cristo. VEUC 269.2

Los ministros que debaten, están por lo general descalificados para ayudar al rebaño en lo que más necesitan ayuda. Habiendo descuidado la religión práctica en sus propias almas y vidas, no pueden enseñarla al rebaño. A menos que haya excitación, no saben cómo trabajar; parecen despojados de su fortaleza. Si tratan de hablar, parecen no saber cómo presentar un tema apropiado para la ocasión. Cuando deben presentar un tema que alimente al rebaño de Dios, y que alcance y enternezca los corazones, regresan a algunos de los antiguos asuntos estereotipados, y siguen con los argumentos planeados, que son secos y carentes de interés. Es así que en lugar de llevar luz y vida al rebaño, les llevan tinieblas, tanto a ellos como a sus propias almas.—Testimonies for the Church 3:215, 216. VEUC 269.3