La Verdad acerca de los Angeles

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La tercera tentación

Jesús salió victorioso de la segunda tentación, y luego Satanás se le manifestó en su verdadero carácter. Pero no se le apareció como un odioso monstruo, de pezuñas hendidas y alas de murciélago. Era un poderoso ángel, aunque caído. Se declaró jefe de la rebelión y dios de este mundo. VAAn 180.4

Colocando a Jesús sobre una alta montaña, hizo desfilar delante de él, en vista panorámica, todos los reinos del mundo en toda su gloria.—El Deseado de Todas las Gentes, 102. VAAn 180.5

En sus dos primeras tentaciones, [Satanás] había encubierto su verdadero carácter y propósito, declarando ser un exaltado mensajero enviado por las cortes celestiales. Pero ahora se quitó su disfraz y se presentó como el príncipe de las tinieblas, reclamando la tierra como su dominio.—The Spirit of Prophecy 2:95. VAAn 181.1

El gran engañador intentó cegar los ojos de Cristo con el brillo y fulgor mundanal, y le presentó los reinos del mundo con toda su gloria. Aquel que había caído del cielo, mostró al mundo como si tuviese el resplandor del reino celestial, para tratar de inducir a Cristo a aceptar el soborno y postrarse para adorarle.—The Signs of the Times, 28 de marzo de 1895. VAAn 181.2

La luz del sol hería ciudades llenas de templos, palacios de mármol, campos feraces y viñedos cargados de frutos. Los rastros del mal estaban ocultos. Los ojos de Jesús, hasta poco tiempo antes afectados por una visión de lobreguez y desolación, contemplaban ahora una escena de insuperable belleza y prosperidad. Entonces se oyó la voz del tentador: “A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos”... VAAn 181.3

El tentador le ofrecía la entrega del poder que había usurpado. Cristo podía librarse del espantoso porvenir reconociendo la supremacía de Satanás. Pero hacerlo hubiera sido renunciar a la victoria del gran conflicto.—El Deseado de Todas las Gentes, 102-103. VAAn 181.4

Llamándolo por su verdadero nombre, Cristo reprochó al engañador. La divinidad fulguró a través de la sufriente humanidad, y en sus palabras se manifestó la autoridad del cielo. Aunque el engañador se había disfrazado de ángel de luz, su verdadero carácter había sido descubierto por el Salvador del mundo. Lo llamó Satanás, el ángel de las tinieblas; el que había abandonado su estado de perfección y había rehusado aliarse con Dios.—The Signs of the Times, 28 de marzo de 1895. VAAn 182.1

Satanás dejó apresuradamente el campo de batalla como un enemigo vencido. A las palabras de Cristo: “Vete, Satanás”, el poderoso ángel caído no pudo hacer otra cosa que obedecer. Angeles que exceden en fortaleza estaban allí para proteger al alma tentada y resistir al enemigo.—The Review and Herald, 24 de abril de 1894. VAAn 182.2