La Verdad acerca de los Angeles

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“Y harán un santuario para mí”

Durante su estada en el monte, Moisés recibió instrucciones referentes a la construcción de un santuario en el cual la divina presencia se manifestaría de manera especial. “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”, fue el mandato de Dios.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 323. VAAn 104.4

El edificio [el tabernáculo] se dividía en dos secciones mediante una bella y rica cortina, o velo, suspendida de columnas doradas; y una cortina semejante a la anterior cerraba la entrada de la primera sección. Tanto estos velos como la cubierta interior que formaba el techo, eran de los más magníficos colores, azul, púrpura y escarlata, bellamente combinados, y tenían, recamados con hilos de oro y plata, querubines que representaban la hueste de los ángeles asociados con la obra del santuario celestial, y que son espíritus ministradores del pueblo de Dios en la tierra.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 358-359. VAAn 104.5

Cuando estuvo terminada la construcción del tabernáculo, Moisés examinó toda la obra, la comparó con el modelo y con las indicaciones que había recibido de Dios, y verificó que cada porción concordara con el modelo; y bendijo al pueblo. El Señor dio un modelo del arca a Moisés, con indicaciones especiales en cuanto a cómo hacerla. Esta debía contener las tablas de la ley, sobre las cuales Dios mismo había grabado con su propio dedo los Diez Mandamientos. Parecía un baúl, y estaba revestida de oro puro por dentro y por fuera. Tenía un adorno semejante a una corona de oro alrededor de su parte superior. VAAn 105.1

La tapa de esta arca era el propiciatorio, hecha de oro macizo. En cada extremo de éste había un querubín labrado en oro puro y macizo. Sus rostros estaban dirigidos el uno frente al del otro, y contemplaban con reverencia hacia abajo en dirección al propiciatorio, para representar a todos los ángeles celestiales que contemplan con interés y reverencia la ley depositada en el arca del santuario celestial. Estos querubines tenían alas. Una de ellas se extendía hacia lo alto, mientras la otra cubría su cuerpo. Esto ocurría con cada ángel. VAAn 105.2

El arca del santuario terrenal era una réplica de la verdadera arca del cielo. Allí, al lado del arca celestial, se mantienen de pie los ángeles vivientes, a cada extremo del arca, cada uno de los cuales cubre el propiciatorio con una de sus alas, elevándolas hacia lo alto, mientras con la otra cubren sus cuerpos en señal de reverencia y humildad.—La Historia de la Redención, 156-157. VAAn 105.3

Encima del propiciatorio estaba la “shekinah”, o manifestación de la divina presencia; y desde en medio de los querubines Dios daba a conocer su voluntad. Los mensajes divinos eran comunicados a veces al sumo sacerdote mediante una voz que salía de la nube. Otras veces caía una luz sobre el ángel de la derecha, para indicar aprobación o aceptación, o una sombra o nube descansaba sobre el ángel de la izquierda, para revelar desaprobación o rechazo.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 360-361. VAAn 106.1

Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado por el tabernáculo: ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro brillante reflejaban en matices del arco iris las cortinas bordadas con figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adoración, la gloria del lugar santísimo. Dios deseaba que en todo leyese su pueblo su propósito para con el alma humana. El mismo propósito expresó el apóstol Pablo mucho después, inspirado por el Espíritu Santo: VAAn 106.2

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1 Corintios 3:16.—La Educación, 33-34. VAAn 106.3

Al pie mismo del Sinaí, empezó Satanás a ejecutar sus planes para derribar la ley de Dios y continuó así la obra que había iniciado en el cielo. Durante los cuarenta días que Moisés pasó en el monte con Dios, Satanás se ocupó en sembrar la duda, la apostasía y la rebelión. Mientras Dios escribía su ley, para entregarla al pueblo de su pacto, los israelitas, negando su lealtad a Jehová, pedían dioses de oro... VAAn 107.1

Todo el universo presenció las escenas del Sinaí. En la actuación de las dos administraciones se vio el contraste entre el gobierno de Dios y el de Satanás. Otra vez los inmaculados habitantes de otros mundos volvieron a ver los resultados de la apostasía de Satanás, y la clase de gobierno que él habría establecido en el cielo, si se le hubiera dejado dominar.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 347-348. VAAn 107.2

¿Acaso nos maravilla que la “excelente gloria” de la omnipotencia se reflejara en el rostro de Moisés con tal brillo que el pueblo no podía mirarlo? La gloria de Dios estaba impresa sobre él, de tal manera que parecía ser uno de los gloriosos ángeles del trono.—Testimonies for the Church 4:533. VAAn 107.3

Durante toda su peregrinación, cuando [los israelitas] se quejaban de las dificultades del camino y murmuraban contra sus jefes, Moisés les decía: “Vuestra murmuración se dirige contra Dios. El, y no yo, es quien os libró”. Pero con sus palabras precipitadas ante la roca: “¿Os hemos de hacer salir aguas?” (Números 20:10), admitía virtualmente el cargo que ellos le hacían... El Señor quería eliminar para siempre de su mente esta impresión al prohibir a Moisés que entrara en la tierra prometida. Ello probaba en forma inequívoca que su caudillo no era Moisés, sino el poderoso Angel de quien el Señor había dicho: “He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz... porque mi nombre está en él”. Éxodo 23:20-21.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 444. VAAn 107.4