La Verdad acerca de los Angeles

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Los ángeles en Getsemaní

El universo celestial había mirado con intenso interés la entera vida de Cristo; cada paso desde el pesebre hasta esta terrible escena. ¡Y qué escena para ser presenciada por miles de miles de ángeles, y por querubines y serafines!—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. VAAn 198.3

Los ángeles se cernían sobre el lugar [Getsemaní] para presenciar la escena.—Spiritual Gifts 1:47. VAAn 199.1

Vieron al Hijo de Dios, su amado Comandante, en su agonía sobrehumana, aparentemente muriendo en el campo de batalla por salvar a un mundo perdido. Todo el cielo escuchó la oración de Cristo. VAAn 199.2

En la agonía de su alma, tres veces sus labios pálidos y trémulos exclamaron: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Todo el cielo estaba convulsionado. Veían a su Señor rodeado por legiones de fuerzas satánicas, y su naturaleza humana estremecida por un pavor misterioso.—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. VAAn 199.3

Los ángeles, que habían estado a las órdenes de Cristo en el cielo, estaban ansiosos de confortarlo; pero esta angustia sobrepasaba su comprensión; ellos nunca habían sentido el peso de los pecados del mundo. Sólo podían mirar con asombro al Ser a quien adoraban, sujeto a una tristeza inexpresable. Aunque los discípulos fracasaron en brindar apoyo a su Señor en la hora más terrible de su conflicto, todo el cielo simpatizó con él, y esperó los resultados con intenso interés.—The Present Truth, 3 de diciembre de 1885. VAAn 199.4

Tres veces el ruego por liberación había brotado de sus labios. El cielo, no pudiendo soportar más la escena, había enviado un mensajero de consolación al postrado Hijo de Dios que desmayaba y moría por causa de la culpa acumulada del mundo.—The Present Truth, 18 de febrero de 1886. VAAn 199.5

En la suprema crisis, cuando el corazón y el alma se quebraban bajo el peso del pecado, Gabriel fue enviado a fortalecer al divino Sufriente, y animarlo a avanzar por el sendero manchado de sangre.—The Signs of the Times, 9 de diciembre de 1897. VAAn 200.1

En esta terrible crisis, cuando todo estaba en juego, cuando la copa misteriosa temblaba en la mano del Doliente, los cielos se abrieron, una luz resplandeció de en medio de la tempestuosa oscuridad de esa hora crítica, y el poderoso ángel que está en la presencia de Dios ocupando el lugar del cual cayó Satanás, vino al lado de Cristo. No vino para quitar de su mano la copa, sino para fortalecerle a fin de que pudiese beberla, asegurado del amor de su Padre... VAAn 200.2

Los discípulos dormidos habían sido despertados repentinamente por la luz que rodeaba al Salvador. Vieron al ángel que se inclinaba sobre su Maestro postrado. Le vieron alzar la cabeza del Salvador contra su pecho y señalarle el cielo. Oyeron su voz, como la música más dulce, que pronunciaba palabras de consuelo y esperanza... Nuevamente los discípulos cedieron, en su cansancio, al extraño estupor que los dominaba. Nuevamente Jesús los encontró durmiendo. VAAn 200.3

Mirándolos tristemente, dijo: “Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores”. VAAn 200.4

Aun mientras decía estas palabras, oía los pasos de la turba que le buscaba, y añadió: “Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”. Mateo 26:36-46. VAAn 200.5

No se veían en Jesús las huellas de su reciente agonía cuando se dirigió al encuentro del traidor. Adelantándose a sus discípulos, dijo: “¿A quién buscáis?” Contestaron: “A Jesús nazareno”. Jesús respondió: “Yo soy”. Juan 18:4-5.—El Deseado de Todas las Gentes, 643-644. VAAn 201.1

Cristo se podría haber librado. Cuando pronunció las palabras “Yo soy”, inmediatamente le rodearon los ángeles, y esa multitud tuvo plena evidencia de que Cristo contaba con el poder de Dios.—Cada Día con Dios, 267. VAAn 201.2

Fue difícil para los ángeles soportar la escena. Hubieran querido libertar a Jesús... pero los ángeles en comando no se lo permitían... Jesús sabía que los ángeles estaban presenciando su humillación... Sabía que el más débil de los ángeles podía dejar sin fuerzas a la turba, y liberarlo.—Spiritual Gifts 1:50-51. VAAn 201.3

El ángel que acababa de servir a Jesús, se puso entre él y la turba. Una luz divina iluminó el rostro del Salvador, y le hizo sombra una figura como de paloma. En presencia de esta gloria divina, la turba homicida no pudo resistir un momento. Retrocedió tambaleándose. Sacerdotes, ancianos, soldados, y aun Judas, cayeron como muertos al suelo... Pero la escena cambió rápidamente.—El Deseado de Todas las Gentes, 644. VAAn 201.4

El ángel se retiró, dejando a Jesús en pie, calmo y con dominio de sí; los brillantes rayos de la luna iluminaban su pálido rostro, mientras sus perseguidores yacían a su alrededor, postrados y sin fuerzas, y los discípulos estaban demasiado asombrados para emitir una palabra. Cuando el ángel se retiró, los endurecidos soldados romanos se pusieron sobre sus pies, y junto a los sacerdotes y Judas, rodearon a Cristo. Los embargaba un sentimiento de vergüenza por su debilidad, y temían que él escapase de sus manos.—The Signs of the Times, 21 de agosto de 1879. VAAn 201.5

Los discípulos habían pensado que su Maestro no se dejaría prender... Se quedaron chasqueados e indignados al ver sacar las cuerdas para atar las manos de Aquel a quien amaban. En su ira, Pedro sacó impulsivamente su espada y trató de defender a su Maestro, pero no logró sino cortar una oreja del siervo del sumo sacerdote. Cuando Jesús vio lo que había hecho, libró sus manos... y diciendo: “Basta ya; dejad”, tocó la oreja herida, y ésta quedó inmediatamente sana. Dijo luego a Pedro: “Vuelve tu espada a su lugar”... ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” Mateo 26:52-53.—El Deseado de Todas las Gentes, 645. VAAn 202.1

Cuando estas palabras fueron dichas, el rostro de los ángeles se animó. Deseaban en ese preciso momento rodear a su Comandante y dispersar la turba enfurecida. Pero otra vez la tristeza los embargó cuando Jesús agregó: “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” Mateo 26:54. Los corazones de los discípulos también se sumieron en desesperación y amargo desengaño cuando vieron a Jesús llevado cautivo por la turba.—Spiritual Gifts 1:48. VAAn 202.2