La Verdad acerca de los Angeles

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Rechazo en Nazaret

Durante su niñez y juventud, Jesús había adorado entre sus hermanos en la sinagoga de Nazaret. Desde que iniciara su ministerio, había estado ausente, pero ellos no ignoraban lo que le había acontecido. Cuando volvió a aparecer entre ellos, su interés y expectativa se avivaron en sumo grado... VAAn 186.4

Cuando un rabino estaba presente en la sinagoga, se esperaba que diese el sermón, y cualquier israelita podía hacer la lectura de los profetas. En ese sábado, se pidió a Jesús que tomase parte en el culto. “Se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías”. Lucas 4:16-17... VAAn 186.5

Jesús estaba delante de la gente como exponente vivo de las profecías concernientes a él mismo. Explicando las palabras que había leído, habló del Mesías como del que había de aliviar a los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar a los afligidos, devolver la vista a los ciegos y revelar al mundo la luz de la verdad... Mientras sus corazones estaban movidos por el Espíritu Santo, respondieron con fervientes amenes y alabaron al Señor.—El Deseado de Todas las Gentes, 203-204. VAAn 187.1

Tras las palabras de Cristo, el Espíritu obró tan poderosamente en los corazones de los que estaban presentes en la sinagoga, que respondieron en forma positiva a las palabras que procedían de sus labios. Se produjo un cambio en esa congregación. Cuando la divinidad de Cristo apareció a través de su humanidad, el dicernimiento espiritual de los presentes fue reavivado. Un nuevo poder de comprensión y aprecio obró en ellos, y la convicción de que Jesús era el Hijo de Dios fue casi irresistible. Pero allí estaba Satanás para despertar dudas, orgullo e incredulidad.—The Signs of the Times, 14 de septiembre de 1882. VAAn 187.2

Cuando Jesús anunció: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”, se sintieron inducidos repentinamente a pensar en sí mismos y en los asertos de quien les dirigía la palabra... VAAn 187.3

¿Quién es este Jesús?, preguntaron. El que se había arrogado la gloria del Mesías era el hijo de un carpintero, y había trabajado en su oficio con su padre José... Aunque su vida había sido intachable, no querían creer que fuese el Prometido... VAAn 187.4

Al abrir la puerta a la duda, y por haberse enternecido momentáneamente, sus corazones se fueron endureciendo tanto más. Satanás estaba decidido a que los ojos ciegos no fuesen abiertos ese día, ni libertadas las almas aherrojadas en la esclavitud. Con intensa energía, obró para aferrarlas en su incredulidad... VAAn 188.1

Las palabras de Jesús a sus oyentes en la sinagoga llegaron a la raíz de su justicia propia, haciéndoles sentir la amarga verdad de que se habían apartado de Dios y habían perdido su derecho a ser su pueblo... Ahora despreciaban la fe que al principio les inspirara. No querían admitir que Aquel que había surgido de la pobreza y la humildad fuese otra cosa que un hombre común...—El Deseado de Todas las Gentes, 204-206. VAAn 188.2

Angeles de luz estaban en aquella asamblea, mirando con intenso interés la hora de la decisión. También estaban allí los ángeles de Satanás para sugerir dudas y despertar el prejuicio... VAAn 188.3

La incredulidad produce malicia. Que un hombre de baja estirpe y nacido en la pobreza se atreviera a reprobarlos, llenó los corazones de los nazarenos de odio y locura. Se produjo una gran confusión; la gente tomó a Jesús y lo echó de la sinagoga y de su ciudad.—The Signs of the Times, 16 de junio de 1887. VAAn 188.4

Todos parecían estar decididos a destruirlo. Lo llevaron hasta el borde de un precipicio con el fin de despeñarlo. Las maldiciones y los gritos llenaban el aire, y algunos le arrojaban polvo y piedras. Repentinamente, sin saber ellos cuándo y cómo, desapareció de su vista. Angeles de Dios lo tomaron de en medio de la enfurecida multitud y preservaron su vida. Estos mensajeros celestiales habían estado presentes en la sinagoga mientras les hablaba, y lo acompañaron mientras era empujado y maltratado por los incrédulos y furiosos judíos. Los ángeles cegaron los ojos de la multitud enloquecida y llevaron a Jesús a un lugar seguro.—The Spirit of Prophecy 2:114-115. VAAn 188.5