Testimonios para los Ministros

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El anillo de compromiso

Algunos se han preocupado con respecto al uso del anillo de compromiso y les parece que las esposas de nuestros ministros debieran amoldarse a esa costumbre. Todo eso es innecesario. Tengan las esposas de los ministros el eslabón de oro que vincula su alma con Jesucristo: un carácter puro y santo, el verdadero amor, la mansedumbre y la piedad que son los frutos producidos por el árbol cristiano, y su influencia estará segura en cualquier parte. El hecho de que provoca observaciones el no cumplir con la costumbre no es suficiente motivo para adoptarla. Los norteamericanos pueden hacer comprender su situación declarando sencillamente que en su país la costumbre no se considera obligatoria. No necesitamos llevar el símbolo, porque no somos infieles a nuestros votos matrimoniales, y el hecho de llevar un anillo no probaría nuestra fidelidad al respecto. Me preocupa profundamente este proceso semejante al de la levadura que parece sentirse entre nosotros y que tiende a conformarnos con las costumbres y modas. No debiera gastarse un centavo en un anillo de oro para testificar que somos casados. En los países donde la costumbre impera, no nos sentimos obligados a condenar a aquellos que usan su anillo de compromiso; llévenlo si pueden hacerlo a conciencia; pero ninguno de nuestros misioneros debe sentir que llevar un anillo acrecentará su influencia en una jota o una tilde. Si son cristianos, ello se manifestará en su carácter semejante al de Cristo, en sus palabras, en sus obras, en el hogar, en su trato con los demás; se revelará por su paciencia, longanimidad y bondad. Manifestarán el espíritu del Maestro, poseerán su belleza de carácter, su hermosa disposición y su corazón lleno de simpatía.* TM 180.2