Testimonios para los Ministros

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Capítulo 4—La alta norma de Dios

La verdadera educación en nuestras iglesias*

Capacitando las almas para el servicio

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”. “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos. Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para observar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus mandamientos”. TM 120.1

Aceptemos esto como nuestra lección. Estudiad toda palabra con atención. Los principios rectos y los sentimientos puros, cultivados y practicados, forman un carácter a la semejanza divina. Una conciencia libre de ofensa hacia Dios y el hombre, un corazón que siente la más tierna simpatía por los seres humanos, especialmente para que puedan ser ganados para Cristo, tendrá los atributos que tuvo Jesús. Todos los tales serán imbuidos de su Espíritu. Tendrán un depósito de persuasión, una reserva de sencilla elocuencia. TM 120.2

Como cristianos, hemos de trabajar ahora con sumo fervor para traer almas a Cristo Jesús. No debe haber capítulos baratos de experiencia entretejidos en nuestra vida cristiana. Cualquier experiencia verdadera le cuesta a toda alma que la obtiene un esfuerzo, a causa de las tentaciones de Satanás. Dios ve cómo el alma está hambrienta del conocimiento de Dios, de la salvación por medio de Cristo; y la promesa es: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. TM 120.3

Características del verdadero investigador

Dios ha ordenado que todos los hombres obedezcan su ley. El no mira lo que mira el hombre. Su norma es elevada, pura y santa; sin embargo, todos pueden alcanzar esa norma. El Señor ve la necesidad del alma, el hambre del alma consciente. El considera la disposición de la mente, de la cual proceden nuestras acciones. Ve si por encima de toda otra cosa se manifiesta respeto y fe hacia Dios. El verdadero investigador, que lucha para ser semejante a Jesús en palabra, vida y carácter, contemplará a su Redentor y, al hacerlo, será transformado a su imagen, porque anhela tener la misma actitud mental que hubo en Cristo Jesús, y ora por ella. No es el temor a la vergüenza o el temor a la pérdida lo que lo inhibe de hacer el mal, porque sabe que todo lo que disfruta viene de Dios, y él quisiera aprovechar sus bendiciones para poder representar a Cristo. No apetece el lugar más alto, ni la alabanza de los seres humanos. Este no es su ávido interés. Al aprovechar sabiamente lo que ahora tiene, trata de obtener cada vez más capacidad, para poder dar a Dios un mayor servicio. Tiene sed de Dios. La historia de su Redentor, el inconmensurable sacrificio que realizó, adquiere pleno significado para él. Cristo, la majestad del cielo, se hizo pobre, para que nosotros, por su pobreza, llegáramos a ser ricos; no ricos solamente en dotes, sino ricos en realizaciones. TM 121.1

Estas son las riquezas que Cristo fervientemente anhela que sus seguidores posean. Cuando el verdadero investigador de la verdad lee la Palabra y abre su mente para recibirla, anhela la verdad con todo su corazón. El amor, la piedad, la ternura, la cortesía, la amabilidad cristiana, que serán los elementos característicos de las mansiones celestiales que Cristo ha ido a preparar para los que le aman, toman posesión de su alma. Su propósito es firme. Está determinado a colocarse del lado de la justicia. La verdad ha llegado a su corazón, y está implantada allí por el Espíritu Santo, quien es la verdad. Cuando la verdad toma posesión del corazón, el hombre da evidencia segura de ese hecho convirtiéndose en mayordomo de la gracia de Cristo. TM 121.2

El corazón del verdadero cristiano está imbuido de verdadero amor, de intenso anhelo por las almas. No descansa hasta hacer todo lo que está a su alcance para buscar y salvar lo que se ha perdido. El tiempo y la fuerza se invierten; no se escatima esfuerzo penoso. Otros deben recibir la verdad que ha traído a su propia alma tanta alegría y paz y gozo en el Espíritu Santo. TM 122.1

Cuando el alma verdaderamente convertida disfruta del amor de Dios, siente su obligación de llevar el yugo de Cristo y trabajar en armonía con él. El Espíritu de Jesús descansa sobre ella. Revela el amor, la piedad y la compasión del Salvador, porque es una con Cristo. Anhela llevar a otros a Jesús. Su corazón se enternece al ver el peligro de las almas que están fuera de Cristo. Cuida de las almas como quien ha de dar cuenta. Con invitaciones y ruegos mezclados con las firmes promesas de Dios, trata de ganar a las almas para Cristo; y esto se registra en los libros de memoria. Es un colaborador de Dios. TM 122.2

¿No es Dios el verdadero objeto de imitación? Debe ser la obra de la vida del cristiano vestirse de Cristo, y alcanzar una más perfecta semejanza a Cristo. Los hijos de Dios han de progresar en su semejanza a Cristo, nuestro modelo. Diariamente deben contemplar su gloria, observar su excelencia incomparable. Tiernos, veraces, y llenos de compasión, han de arrancar a las almas del fuego, aborreciendo aun las ropas manchadas por la carne. TM 122.3

No estamos trabajando solos

Hay una obra que debe ser hecha por el pueblo de Dios. ¿Cuál es la verdadera elocuencia de la vida humana? El corazón lleno de sentimientos puros, la reverencia por todos los mandamientos de Dios. Pero no se ha trabajado con fervor. Se han realizado los trabajos rutinarios, pero esto no es suficiente. Salid de la huella común. Si no podéis alcanzar a los miembros de las iglesias, no os desaniméis. Llevad la obra a los caminos, y si la levadura de la verdad no penetra en la justicia propia de aquellos por quienes trabajáis, salid de la senda común e id a los vallados, y haced allí vuestra obra misionera. TM 123.1

Dios no os dejará que trabajéis solos. En todo momento, desde la proclamación del mensaje del tercer ángel, los ángeles de Dios han estado esperando para cooperar con el agente humano ferviente y determinado a trabajar. Debemos cavar más hondo en las minas de la verdad de lo que lo hemos hecho. TM 123.2

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. ¡Oh, qué amor ha mostrado Dios por el hombre caído! ¿Por qué aquellos que conocen la verdad pasan de largo dejando sin auxilio a tantos que están sufriendo necesidad? TM 123.3

Todo el culto de Israel de antaño era una promesa, en figuras y símbolos, de Cristo; y no era una mera promesa, sino una verdadera provisión, destinada por Dios a ayudar a millones de personas elevando sus pensamientos hacia Aquel que había de manifestarse a nuestro mundo. TM 123.4

Cristo, la revelación de Dios

En Cristo el mundo contempló al Dios invisible. “Yo soy en el Padre—dijo él—, y el Padre en mí”. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. En todos nuestros actos de verdadera devoción fijamos los ojos de nuestra fe en nuestro Abogado, que intercede entre el hombre y el trono eterno, y quien espera para tomar nota de todo esfuerzo nuestro y para ayudarnos por su Espíritu a lograr un conocimiento más perfecto de Dios. TM 123.5

El Cordero de Dios nos es presentado como quien está “en medio del trono” de Dios. El es la gran provisión por la cual Dios y el hombre están unidos y tienen comunión el uno con el otro. Por eso se describe a los hombres como sentados en los lugares celestiales en Cristo Jesús, quien es el punto designado de reunión entre Dios y la humanidad. TM 124.1

“Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Cristo llevó a la naturaleza humana a la relación personal con su propia divinidad. Así ha proporcionado un centro al cual puede aferrarse la fe del universo. TM 124.2

Dios quiere que su ley sea obedecida por todos los que creen en Cristo. Satanás sabía que si la familia humana podía ser inducida a creer que Dios había abolido su norma moral del carácter, el hombre no tendría un espejo moral en el cual pudiera mirar y ver qué clase de persona era. TM 124.3

“Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. TM 125.1

Esta es la palabra del Dios vivo. La ley es el gran espejo moral de Dios. El hombre ha de comparar sus palabras, su espíritu, sus actos con la Palabra de Dios. Si decidimos que en estos últimos días no tenemos una obra asignada que escapa al programa regular de las iglesias nominales, seremos grandemente chasqueados. El gran asunto que ha de investigarse, pesarse y decidirse, es: ¿Qué puedo hacer para alcanzar a las almas perdidas? Dios exige que los adventistas realicen una obra que no necesito definir. A menos que la obra se efectúe en primer término en sus propios corazones, todas las instrucciones específicas que puedan darse para señalar la conducta será trabajo vano. TM 125.2

Leed el segundo capítulo de Santiago. Practicad la verdad en vuestra vida cotidiana, y conoceréis la obra que el Señor os ha dado para hacer. Leed también el capítulo cuatro, especialmente los versículos 5-12; y el capítulo cinco, especialmente los versículos 13-20. Estos capítulos son letra muerta para la gran mayoría de los que pretenden ser adventistas del séptimo día. Se me ha indicado que os señalara estos pasajes, y el capítulo séptimo de Mateo. Necesitáis estudiar cada palabra como si de ella dependiera vuestra vida. TM 125.3

Lo que la Iglesia de Battle Creek necesita es que sus miembros sean hacedores de la Palabra. Esto inducirá a muchos a salir de Battle Creek para ir a otros lugares, pueblos y ciudades, donde la gente no ha tenido la luz y las oportunidades que vosotros habéis tenido. Muchas almas están ahora en la balanza. No están con Cristo. No están recogiendo con Cristo. Su influencia está dividida. Desparraman. TM 126.1

Prestad especial atención a estas palabras: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”. Muchas casas que ahora se creen seguras caerán. El Señor declara que no aceptará un servicio dividido. TM 126.2

Preciosas advertencias y promesas

Si prestáis atención a las advertencias que se hallan en los capítulos que se me ha instruido a presentar delante de vosotros, cambiaréis vuestra actitud, y llegaréis a ser hijos de Dios. Así podréis salvar vuestras almas por la fe en Cristo Jesús. Recibiréis el consejo dado en el (capítulo 58) de Isaías. Si seguís las instrucciones señaladas, se cumplirá la promesa: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. TM 126.3

Emprended la obra que se os ha señalado. El Señor cumplirá la promesa por su parte. Estos textos inspirados nunca os habrían sido dados si el Señor no hubiera tenido confianza en que podéis hacer todas las cosas que él ha requerido. Podéis escuchar la invitación: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. TM 127.1

Podéis elevaros hasta las alturas a las cuales os invitan las Santas Escrituras. La verdadera religión significa vivir la Palabra en vuestra vida práctica. Vuestra profesión no tiene ningún valor sin la aplicación práctica de la Palabra. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Esta es la condición para ser discípulo. “He aquí mi siervo, a quien he escogido; mi Amado, en quien se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio. No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. Y su nombre esperarán los gentiles”. TM 127.2

Gracias a Dios porque se está realizando una obra fuera de la iglesia. La iglesia no ha sido educada debidamente para trabajar por aquellos que no son sus miembros. Muchas almas ajenas a la iglesia podrían haber sido iluminadas, y un caudal mucho mayor de luz podría haber sido traído a la iglesia, si ésta hubiera trabajado con el corazón y el alma y la voz para ganar almas para la verdad. Demasiado poco trabajo realizan los miembros de la iglesia en favor de los que necesitan la luz, los que están fuera de la Iglesia Adventista. El Señor declara: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles”. Los que cooperan con Cristo Jesús se darán cuenta de que todas estas promesas se cumplen en su propia experiencia. El Señor ha señalado el deber de cada alma. En el juicio nadie tendrá excusa alguna que presentar por no haber cumplido con su deber. TM 127.3

Una prueba más estricta de discipulado

La prueba de discipulado no se aplica tan estrictamente como se debiera a aquellos que se presentan para el bautismo. Debe saberse si los que profesan estar convertidos están simplemente adoptando el nombre de adventistas del séptimo día, o si están tomando su posición del lado del Señor para salir del mundo y separarse y no tocar cosa inmunda. Cuando den evidencia de que entienden plenamente su posición, han de ser aceptados. Pero cuando revelan estar siguiendo las costumbres y modas y sentimientos del mundo, ha de tratarse con ellos con firmeza. Si no sienten ninguna preocupación por cambiar su conducta, no deben ser retenidos como miembros de la iglesia. El Señor desea que aquellos que componen su iglesia sean veraces y fieles administradores de la gracia de Cristo. TM 128.1

El pecado de estos últimos días está sobre los profesos hijos de Dios. Por el egoísmo, el amor al placer y el amor al vestido, niegan al Cristo al cual su condición de miembros de iglesia indica que están siguiendo. Agradezco a Dios porque Jesucristo conoce todo impulso del corazón del creyente. Muchos que no siguen a Cristo profesan ser hijos de Dios. Su frivolidad, su conversación liviana, su falta de genuina piedad, sus blancos bajos, descarrían a otros que seguirían una conducta diferente si no fuera por el ejemplo de estos personajes engañosos, que no aman a Cristo ni practican su voluntad, sino que simplemente siguen sus propios razonamientos. TM 129.1

Jesús conoce a todos los de corazón humilde, dócil y manso. Tienen pruebas y cometen errores, pero se les quebranta el corazón porque agravian al Salvador, quien los amó y murió por ellos. Acuden humildemente a sus pies; luchan como Cristo luchó. Con humildad y mansedumbre de corazón tratan de hacer bien a los demás. Tratan de hacer progresar la causa de la verdad mediante su esfuerzo sostenido y ferviente. TM 129.2

El Señor Jesús ama a aquellos por quienes ha dado su vida; y se aflige cuando se permite que influencias mundanas se interpongan entre ellos y su Ayudador, cuando se escoge a los ídolos antes que a Cristo, cuando sus llamados al alma humana son recibidos con indiferencia y no hay respuesta. El sabe que ellos hacen frente a grandes pérdidas, porque son piedras de tropiezo para los pecadores. No están recogiendo con Cristo, sino desparramando. Pero cuando, en una gran aflicción, el Espíritu de Dios toca su corazón, y se vuelven a él, el oye sus plegarias. Cristo conoce la capacidad que ha dado a toda alma de servirle para su bien presente y eterno. Anhela que estas almas no lo chasqueen. Quiere que brillen en su reino. Los más altamente honrados serán aquellos que tomen su cruz cada día, y sigan a Cristo. TM 129.3

Haced de la verdad una realidad

El Señor Jesús exige que toda alma haga de la verdad una realidad. Mostrad que creéis que no estáis a medias con Cristo y a medias con el mundo. De todos los tales Cristo dice: “¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca”. El que aprecia el amor de Cristo será un ferviente colaborador de Jesús para traer almas como gavillas al Maestro. Todos los que están relacionados con Cristo hacen siempre una obra cabal. Llevan fruto para su gloria. Pero la indolencia, el descuido y la frivolidad separan al alma de Cristo, y Satanás puede introducirse para realizar su voluntad en el pobre súbdito mundano. Tenemos una gran verdad, pero por la indiferencia y el descuido, la verdad ha perdido su fuerza sobre nosotros. Satanás se ha introducido con sus engañosas tentaciones, apartando a los profesos seguidores de Cristo de su Líder. Así se clasifican ellos entre las vírgenes fatuas. TM 130.1

El Señor viene, y ahora necesitamos el aceite de la gracia en las vasijas de nuestras lámparas. Pregunto: ¿Quién estará de parte del Señor? Antes que Jesús se fuera, prometió regresar de nuevo, y recibirnos a sí mismo, “para que donde yo estoy—dijo él—, vosotros también estéis”. Somos extranjeros y peregrinos en este mundo. Hemos de esperar, velar, orar y trabajar. Toda la mente, toda el alma, todo el corazón, y toda la fuerza han sido comprados por la sangre del Hijo de Dios. No hemos de creer que tenemos el deber de usar un ropaje de peregrino precisamente de un color o de una forma tales, sino que hemos de emplear el atavío prolijo y modesto que la Palabra inspirada nos enseña a usar. Si nuestros corazones están unidos con el corazón de Cristo, tendremos un deseo muy intenso de ser vestidos de su justicia. Nada se colocará sobre la persona para atraer la atención, o para crear polémica. TM 130.2

¡Cristianismo: cuántos hay que no saben lo que es! No es algo que nos colocamos por fuera. Es una vida infundida dentro de nosotros por la vida de Jesús. Significa que estamos usando el manto de la justicia de Cristo. Con respecto al mundo, los cristianos dirán: No intervenimos en política. Dirán resueltamente: Somos peregrinos y extranjeros; nuestra ciudadanía es la de arriba. No se los verá eligiendo compañeros para divertirse. Dirán: Ya no nos infatuamos con cosas pueriles. Somos peregrinos y advenedizos, esperamos una ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.* TM 131.1