Testimonios para los Ministros

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El rechazo de la luz

Dios dice a sus siervos: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. Pero cuando el sencillo y directo testimonio viene de labios que se mueven por influjo del Espíritu de Dios, hay muchos que lo tratan con desdén. Estos son los que entre nosotros, en los hechos si no en las palabras, “dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel. Por tanto, el Santo de Israel dice así: Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en iniquidad, y en ello os habéis apoyado; por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente... Porque así dijo Jehová, el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis”. TM 89.1

Se necesita limpieza de corazón

Pregunto a los que ocupan puestos de responsabilidad en Battle Creek: ¿Qué estáis haciendo? Le habéis dado al Señor la espalda, y no el rostro. Debe haber una limpieza del corazón, de los sentimientos, de las simpatías, de las palabras, con referencia a los asuntos más importantes: Jehová Dios, la eternidad, la verdad. ¿Cuál es el mensaje que ha de ser dado en este tiempo? Es el mensaje del tercer ángel. Pero la luz que ha de llenar toda la tierra con su gloria ha sido despreciada por algunos[veasé el Apéndice.] que pretenden creer la verdad presente. Cuidad cómo la tratáis. Quitad vuestro calzado de vuestros pies, porque estáis en tierra santa. Guardaos de transigir con los atributos de Satanás, y arrojar menosprecio sobre la manifestación del Espíritu Santo. Yo sé solamente que algunos ya ahora han ido demasiado lejos para volver y para arrepentirse. TM 89.2

La comunicación de la luz

Declaro la verdad. Las almas que aman a Dios, que creen en Cristo y que están prontas en recibir cada rayo de luz, verán la luz y se regocijarán en la verdad. Comunicarán la luz. Crecerán en santidad. Los que reciban el Espíritu Santo advertirán que una atmósfera congelante rodea las almas de otros que no aprecian estas grandes y solemnes realidades y que hablan contra ellas. Sienten que están en consejo de malos, de hombres que andan en camino de pecadores y se sientan en silla de escarnecedores. TM 90.1

La Palabra de Dios habla la verdad, no la mentira. En ella nada es forzado, nada es extremo, nada es extralimitado. Debemos aceptarla como la Palabra del Dios vivo. En obediencia a la Palabra, la iglesia tiene deberes que realizar que sus miembros no han cumplido. No han de huir del puesto del deber sino que en la prueba y en la tentación deben apoyarse más completamente en Dios. Hay dificultades que encarar, pero el pueblo de Dios debe levantarse como un solo hombre ante las emergencias. Hay deberes que desempeñar para con la iglesia y para con nuestro Dios. TM 90.2

El Espíritu de Dios se está apartando de muchos de entre su pueblo. Muchos han entrado en senderos oscuros y secretos, y algunos nunca volverán. Continuarán tropezando hasta su ruina. Han tentado a Dios, han rechazado la luz. Ya han recibido toda la evidencia que había de serles dada y no le han hecho caso. Han elegido las tinieblas antes que la luz y han contaminado sus almas. Ningún hombre o iglesia puede buscar la compañía de los amadores del placer, y revelar al mismo tiempo que aprecia la rica corriente que el Señor ha enviado para aquellos que tienen una fe sencilla en su Palabra. El mundo está contaminado, corrompido, como en los días de Noé. El único remedio es creer en la verdad, aceptar la luz. Sin embargo, muchos han escuchado la verdad, hablada con demostración del Espíritu, y no solamente han rehusado aceptar el mensaje, sino que han odiado la luz. Estos hombres colaboran en la ruina de las almas. Se han interpuesto entre la luz enviada del cielo y la gente. Han pisoteado la Palabra de Dios, y están afrentando al Espíritu Santo. TM 90.3

Pido a los hijos de Dios que abran sus ojos. Cuando sancionáis o ponéis en ejecución las decisiones de hombres que, según vuestro conocimiento, no están en armonía con la verdad y la justicia, debilitáis vuestra propia fe, y perdéis el gusto por la comunión con Dios. Parece que se aplican a vosotros las palabras dirigidas a Josué: “¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé... Anatema hay en medio de ti, Israel”. “Ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros”. Cristo declara: “El que conmigo no recoge, desparrama”. TM 91.1

El mensaje de la justificación por la fe

En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones.[veasé el Apéndice.] Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu. TM 91.2

El exaltado Salvador ha de aparecer en su obra eficaz como el Cordero inmolado, sentado en el trono, para dispensar las inapreciables bendiciones del pacto, los beneficios que pagó con su vida en favor de toda alma que había de creer en él. Juan no pudo expresar ese amor en palabras porque era demasiado profundo, demasiado ancho, e invitó a la familia humana a contemplarlo. Cristo está intercediendo por la iglesia en los atrios celestiales, abogando en favor de aquellos por quienes pagó el precio de la redención con su propia sangre. Los siglos y las edades nunca podrán aminorar la eficacia de este sacrificio expiatorio. El mensaje del Evangelio de su gracia tenía que ser dado a la iglesia con contornos claros y distintos, para que el mundo no siguiera afirmando que los adventistas del séptimo día hablan mucho de la ley, pero no predican a Cristo, ni creen en él. TM 92.1

La eficacia de la sangre de Cristo tenía que ser presentada al pueblo con poder renovado, para que su fe pudiera echar mano de los méritos de esa sangre. Así como el sumo sacerdote asperjaba la sangre caliente sobre el propiciatorio, mientras la fragante nube de incienso ascendía delante de Dios, de la misma manera, mientras confesamos nuestros pecados e invocamos la eficacia de la sangre expiatoria de Cristo, nuestras oraciones han de ascender al cielo, con la fragancia de los méritos del carácter de nuestro Salvador. A pesar de nuestra indignidad, siempre hemos de tener en cuenta que hay Uno que puede quitar el pecado y salvar al pecador. Cristo quitará todo pecado reconocido delante de Dios con corazón contrito. Esta creencia es la vida de la iglesia. Así como la serpiente fue levantada por Moisés en el desierto, y se pedía a todos los que habían sido mordidos por las serpientes ardientes que miraran para vivir, también el Hijo del Hombre debía ser levantado, para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. TM 92.2

A menos que haga de la contemplación del exaltado Salvador la gran ocupación de su vida, y por la fe acepte los méritos que tiene el privilegio de reclamar, el pecador no tendrá mayores posibilidades de ser salvado de las que Pedro tenía de caminar sobre las aguas sin mirar constantemente a Jesús. Siempre ha sido el firme propósito de Satanás eclipsar la visión de Jesús e inducir a los hombres a mirar al hombre, a confiar en el hombre, y a esperar ayuda del hombre. Durante años la iglesia ha estado mirando al hombre, y esperando mucho del hombre en lugar de mirar a Jesús en quien se cifran nuestras esperanzas de vida eterna. Por eso Dios entregó a sus siervos un testimonio que presentaba con contornos claros y distintos la verdad como es en Jesús, que es el mensaje del tercer ángel. El pueblo de Dios ha de hacer resonar las palabras de Juan, para que todos puedan discernir la luz y andar en la luz: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla: pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. TM 93.1

Este es el testimonio que debe circular por toda la longitud y la anchura del mundo. Presenta la ley y el Evangelio, vinculando ambas cosas en un conjunto perfecto. Véase Romanos 5 y 1 Juan 3:9 hasta el fin del capítulo. Estos preciosos pasajes ejercerán una profunda influencia sobre todo corazón que se abra para recibirlos. “La exposición de tus palabras alumbra: hace entender a los simples”, los de corazón contrito. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Estos no tienen una mera fe nominal, una teoría de la verdad, una religión legal sino que su fe tiene un propósito, el de apropiarse de los ricos dones de Dios. Suplican que se les conceda el don, a fin de poder dar a otros. Pueden decir: “De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”. TM 94.1

“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu”. TM 94.2

El mensaje de Dios para el tiempo presente

Esta es precisamente la obra que el Señor ha dispuesto que el mensaje que él ha dado a sus siervos realice en la mente y en el corazón de todo agente humano. Es la vida perpetua de la iglesia el que sus miembros amen a Dios en forma suprema, y amen a los demás como se aman a sí mismos. Había sólo poco amor a Dios o al hombre, y Dios dio a sus mensajeros precisamente lo que nuestro pueblo necesitaba. Los que recibieron el mensaje fueron grandemente bendecidos, porque vieron los brillantes rayos del Sol de justicia, y surgieron vida y esperanza en sus corazones. Contemplaban a Cristo. “No temas—es la eterna seguridad que nos da—: Yo soy... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”. Los creyentes aplican la sangre del inmaculado Cordero de Dios a su propio corazón. Mirando al gran Antitipo, podemos decir: “Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. El Sol de justicia brilla en nuestros corazones para dar el conocimiento de la gloria de Jesucristo. Acerca de la función del Espíritu Santo, el Señor dice: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. El salmista ofrece esta oración: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve... Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y el espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los trangresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. TM 95.1

El Señor quiere que estos grandes temas se estudien en nuestras iglesias, y si cada miembro permitiera que la Palabra de Dios entrara en su vida, ésta alumbraría y haría entender a los simples. “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados”. Véase Isaías 29:13-16, 18-21. “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”. TM 95.2

Nunca hubo un tiempo en que el Señor quiso manifestar su grandiosa gracia hacia sus escogidos más plenamente que en estos últimos días, cuando han invalidado su ley. “Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla”. ¿Qué cosa dice Dios con respecto a su pueblo? “Mas éste es pueblo saqueado y pisoteado, todos ellos atrapados en cavernas y escondidos en cárceles; son puestos para despojo, y no hay quien libre; despojados, y no hay quien diga: Restituid”. Véase también Isaías 43. Estas son profecías que se cumplirán. TM 96.1

Se nos amonesta a no despreciar el mensaje de Dios

Quiero presentar una amonestación a los que durante años han resistido la luz [veasé el Apéndice.] y albergado un espíritu de oposición. ¿Por cuánto tiempo odiareis y despreciaréis a los mensajeros de la justicia de Dios? Dios les ha dado su mensaje. Llevan la palabra del Señor. Hay salvación para vosotros, pero sólo a través de los méritos de Jesucristo. La gracia del Espíritu Santo os ha sido ofrecida una y otra vez. La luz y el poder de lo alto han sido derramados abundantemente en vuestro medio. Había evidencias para que todos pudieran discernir a quiénes reconocía el Señor como sus siervos. Pero hubo quienes despreciaron a los hombres y el mensaje que traían. Los criticaron duramente tratándolos como fanáticos, extremistas y maniáticos. Permitidme que profetice acerca de vosotros: A menos que os humilléis prestamente delante de Dios y confeséis vuestros pecados, que son muchos, demasiado tarde veréis que habéis estado luchando contra Dios. Por la convicción del Espíritu Santo, que no contenderá por más tiempo para producir reforma y perdón, veréis que estos hombres contra los cuales habéis hablado han sido como señales en el mundo, como testigos de Dios. Entonces querréis dar todo el mundo si pudierais redimir el pasado, y ser hombres celosos como ellos, movidos por el Espíritu de Dios para alzar vuestra voz en solemne amonestación al mundo; y, como ellos, ser firmes como una roca en los principios. El Señor sabe que estáis dando vuelta completamente las cosas. Seguid un poco más como habéis andado, rechazando la luz del cielo, y estaréis perdidos. “Y el que fuere inmundo, y no se purificare, la tal persona será cortada de entre la congregación”. TM 96.2

No tengo un mensaje suave para presentar a aquellos que han sido por tanto tiempo como falsos postes indicadores que señalan el camino equivocado. Si rechazáis a los mensajeros designados por Cristo, rechazáis a Cristo. Descuidad esta gran salvación, que ha sido mantenida ante vosotros durante años, despreciad esta gloriosa oferta de justificación por medio de la sangre de Cristo, y de santificación mediante el poder purificador del Espíritu Santo, y no quedará más sacrificio por el pecado, sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego. Os ruego que os humilléis y ceséis en vuestra obstinada resistencia a la luz y la evidencia. Decid al Señor: Mis iniquidades han hecho separación entre mí y mi Dios. Señor, perdona mis transgresiones. Borra mis pecados de tu libro de memoria. Gracias a su santo nombre, hay perdón en él, y podéis ser convertidos y transformados. TM 97.1

“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra, rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”* TM 98.1