Testimonios para los Ministros
Capítulo 18—Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
Jehová es nuestro rey*
Dios me ha revelado muchas cosas que me ha pedido transmita a su pueblo mediante la pluma y la voz. Por medio de este mensaje del Espíritu Santo, se le dan al pueblo de Dios sagradas instrucciones concernientes a su deber hacia el Señor y hacia sus semejantes. TM 477.1
Algo extraño ha ocurrido en nuestras iglesias. Los hombres que han sido puestos en cargos de responsabilidad para que sean sabios ayudantes de sus colaboradores, han llegado a creer que se los ha designado reyes y gobernantes en las iglesias, para decir a este hermano: Haz esto; y a este otro: Haz aquello; y aun a este otro: Trabaja precisamente de esta manera. Ha habido lugares donde se les ha dicho a los obreros que si no seguían las instrucciones de estos hombres responsables, no recibirían su sueldo de la asociación. TM 477.2
Es bueno que los obreros se consulten mutuamente como hermanos; pero el hombre que trata de inducir a sus colaboradores a que busquen su consejo personal con respecto a los detalles de su tarea, y a recibir instrucción de él con relación a sus deberes, está en peligro, y necesita aprender cuáles son realmente las responsabilidades de su cargo. Dios no ha designado a nadie para que sea conciencia de sus semejantes. No es prudente depositar tanta responsabilidad sobre un administrador al extremo de que se sienta obligado a convertirse en dictador. TM 477.3
Un peligro constante
Durante años se ha manifestado entre los hombres que ocupan cargos de responsabilidad la tendencia creciente a dominar la heredad de Dios, privando de ese modo a los miembros de la iglesia de su penetrante sentido de la necesidad de instrucción divina y de su aprecio del privilegio de pedir consejo a Dios en cuanto a su deber. Esta situación debe cambiar. Debe haber una reforma. Los hombres que no disponen de una buena cantidad de la sabiduría que proviene de lo alto, no debieran ser llamados a servir en cargos cuya influencia significa tanto para los miembros de la iglesia. TM 477.4
Cuando comencé a predicar el mensaje, se me llamó a enfrentar este mal. Mientras trabajaba en Europa y Australia, y más recientemente en las reuniones generales realizadas en San José en 1905, tuve que dar mi testimonio de amonestación contra este mal, porque se inducía a las almas a mirar al hombre para obtener sabiduría, en lugar de mirar a Dios, que es nuestra sabiduría, nuestra santificación y nuestra justicia. Y ahora se me ha dado nuevamente, en forma más definida, el mismo mensaje, porque se ha ofendido más profundamente al Espíritu de Dios. TM 478.1
Un exaltado privilegio
Dios es el Maestro de su pueblo. Todos los que humillen sus corazones delante de él, serán enseñados por Dios. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. El Señor quiere que todo miembro de iglesia ore fervientemente pidiendo sabiduría, a fin de saber lo que Dios quiere que haga. Es privilegio de todo creyente obtener una experiencia individual al aprender a llevar sus preocupaciones y perplejidades al Altísimo. Está escrito: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. TM 478.2
Por medio de su siervo Isaías el Señor le pide a su iglesia que aprecie el exaltado privilegio de que goza al tener a su disposición la sabiduría infinita: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas. TM 478.3
“¿Quién midió las aguas?”
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia? He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es”. TM 479.1
“¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. TM 479.2
Desde el capítulo 41 hasta el 45 de Isaías, Dios revela muy claramente su propósito para con su pueblo, y estos capítulos debieran ser estudiados con oración. Dios no instruye aquí a su pueblo para que se aparte de su sabiduría y la busque en el hombre finito. “Acuérdate de estas cosas, oh Jacob, e Israel—declara él—, porque mi siervo eres... Israel, no me olvides. Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí. Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo, profundidades de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza; bosque, y todo árbol que en él está; porque Jehová redimió a Jacob, y en Israel será glorificado”. TM 480.1
“Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo... Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados. En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel”. TM 480.2
Todo yugo debe ser quebrantado
Transcribo estas líneas plenamente porque se me ha mostrado que los pastores y los hermanos están cada vez más tentados a confiar en el hombre finito para obtener sabiduría y a hacer de la carne su brazo. A los presidentes de asociación y a los hombres que ocupan puestos de responsabilidad, les doy este mensaje: Romped los lazos y los grillos con que se ha aprisionado al pueblo de Dios. A vosotros se os dirigen estas palabras: “Que rompáis todo yugo”. A menos que ceséis en el empeño de que el hombre sea responsable ante el hombre, a menos que lleguéis a ser humildes de corazón y vosotros mismos aprendáis como niñitos el camino del Señor, él os apartará de su obra. Tenemos que tratarnos como hermanos, como colaboradores, como hombres y mujeres que buscan, juntamente con nosotros, tanto la luz como la comprensión del camino del Señor, y que son celosos de su gloria. TM 480.3
Dios declara: “Seré glorificado en mi pueblo”; pero debido a la confianza propia manifestada por los hombres al administrar la obra, se ha puesto a Dios a un lado, y se han aceptado los planes de los hombres. Si permitís que esta situación continúe, vuestra fe pronto se extinguirá. Dios está en todas partes observando la conducta de las personas que profesan representar los principios de su Palabra. Pide que las cosas cambien. Quiere que su pueblo sea modelado y conformado, no según las ideas de los hombres, sino a semejanza de Dios. Os ruego que escudriñéis las Escrituras como nunca lo habéis hecho antes para que conozcáis el camino y la voluntad de Dios. ¡Ojalá cada alma sea impresionada por este mensaje y se aparte del error! TM 481.1
La experiencia de Pablo
Haríamos bien en estudiar cuidadosamente los capítulos primero y segundo, de la primera epístola a los Corintios. “Nosotros predicamos a Cristo crucificado—declara el apóstol—, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. El ser humano que asume la responsabilidad de convertirse en sabiduría para los demás, descubrirá que no le es posible hacerlo. TM 481.2
“Estuve entre vosotros—continúa Pablo—con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez, y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria”. TM 482.1
Enseñado por el espíritu
En las próximas palabras el apóstol trae a consideración la verdadera fuente de la sabiduría para el creyente: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios... Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”. TM 482.2
Estas palabras significan mucho para el alma que está tratando de correr la carrera que se le ha propuesto en el Evangelio. “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. TM 483.1
Leed también el tercer capítulo de ese libro; estudiad esas palabras y orad mientras lo hacéis. Como pueblo, nuestra fe y nuestros procedimientos necesitan ser fortalecidos por el Espíritu Santo. No debiera ejercerse ningún tipo de poderío que obligue a los hombres a obedecer los dictados de una mente finita. “Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz”, ordena el Señor. Al desviar las mentes de los hombres para que se apoyen en la sabiduría humana, ponemos un velo entre Dios y el hombre, de manera que no haya una visión del Invisible. TM 483.2
En nuestra experiencia individual debemos ser enseñados por Dios. Cuando lo busquemos con corazón sincero, le confesaremos nuestros defectos de carácter; y él ha prometido recibir a todos los que acudan a él en actitud de humilde dependencia. El que se somete a los requerimientos de Dios, gozará de la permanente presencia de Cristo, y esa compañía será para él sumamente preciosa. Al hacer suya la sabiduría divina, huirá de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Día tras día aprenderá más plenamente cómo llevar sus debilidades a Aquel que ha prometido ser pronto auxilio en todo momento de necesidad. TM 483.3
Este mensaje está destinado a nuestras iglesias en todo lugar. En la falsa experiencia que se ha estado introduciendo, opera una decidida influencia tendiente a exaltar los instrumentos humanos y a inducir a algunos a depender del juicio de los hombres y a responder al dominio de sus mentes. Esta influencia está apartando la mente de Dios. No permita el Señor que una experiencia semejante se profundice y progrese en las filas de los adventistas del séptimo día. Nuestras peticiones deben ascender por encima del hombre falible: Deben llegar hasta Dios. El Señor no se limita a un solo lugar o a una sola persona. Observa desde el cielo a los hijos de los hombres; ve sus perplejidades y está familiarizado con las circunstancias de toda situación de la vida. Conoce la tarea que él mismo lleva a cabo en el corazón humano, y no necesita que nadie controle la obra de su Espíritu. TM 483.4
“Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. Dios ha designado a los ángeles que hacen su voluntad para que respondan las oraciones de los mansos de la tierra y para que guíen a sus ministros con consejo y juicio. Los agentes celestiales tratan continuamente de impartir gracia, poder y consejo a los fieles hijos de Dios, para que puedan hacer su parte en la obra de comunicar la luz al mundo. El maravilloso sacrificio de Cristo ha hecho posible que todo hombre realice una obra especial. Cuando el obrero recibe sabiduría de la única Fuente verdadera, se convierte en un canal puro de luz y bendición porque recibe su idoneidad para el servicio mediante ricas corrientes de gracia y luz procedentes del trono de Dios. TM 484.1