Testimonios para los Ministros

52/76

Capítulo 14—Exhortaciones a la verdad y la lealtad

“Todos vosotros sois hermanos” *

8 de marzo de 1895

Debo hablar a mis hermanos de cerca y de lejos. No puedo guardar silencio. No están actuando de acuerdo con principios correctos. Los que ocupan puestos de responsabilidad no deben creer que su posición de importancia los hace infalibles. TM 347.1

Todas las obras de los hombres están bajo la jurisdicción del Señor. Los hombres estarán completamente seguros si toman en cuenta que hay conocimiento en el Altísimo. Los que confían en Dios y en su sabiduría, y no en sí mismos, andan por sendas seguras. Nunca sentirán que están autorizados a poner bozal al buey que trilla; y cuán ofensivo es que los hombres gobiernen al instrumento humano que trabaja en sociedad con Dios, y a quien el Señor Jesús ha invitado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. TM 347.2

El Señor no ha puesto a ninguno de sus instrumentos humanos bajo el dictado y el control de aquellos que son ellos mismos mortales sujetos a error. No ha colocado sobre los hombres el poder de decir: Usted hará esto, y usted no hará aquello. Pero en Battle Creek se ejerce un poder que Dios no ha dado, y él juzgará a los que se arrogan esta autoridad. Ellos tienen algo del mismo espíritu que indujo a Uza a poner su mano sobre el arca para sostenerla, como si Dios no fuera capaz de cuidar de sus símbolos sagrados. Debe ejercerse mucho menos del poder y de la autoridad del hombre hacia los agentes humanos de Dios. Hermanos, permitid que Dios gobierne. TM 347.3

La obra para este tiempo

La gran obra para este tiempo exige que los hombres vayan por doquiera, lejos y cerca, por los caminos y los vallados, a difundir la luz, presentando las palabras de vida. ¿Ha colocado Dios sobre un solo hombre o consejo de hombres la responsabilidad de tomar esta obra en sus manos, como si los obreros, propiedad de Dios, hubieran de estar bajo su control? TM 348.1

Los asuntos relacionados con la obra de Dios en cualquiera de los ramos demandan hombres que estén trabajando en armonía con Dios; pues en la obra el poder y el éxito solamente pueden lograrse por medio de la cooperación de lo humano con lo divino. Si uno no ofrece la mejor evidencia de que comprende las cosas celestiales y eternas, no debe ser autorizado a ministrar en asuntos que se relacionan con la obra y que conciernen a la salvación de las almas por las cuales Cristo murió. Las manos y los cerebros no santificados han tenido ya demasiado poder confiado a ellos, y se han tomado determinaciones muy faltas de sabiduría, que no están de acuerdo con la voluntad y los caminos de Dios. TM 348.2

Ningún hombre es juez adecuado del deber de otro hombre. El hombre es responsable ante Dios, y cuando los hombres finitos y sujetos a error toman en sus manos el manejo de sus semejantes, como si el Señor los comisionara a hacer y deshacer, todo el cielo se llena de indignación. Se establecen extraños principios con respecto al control de las mentes y las obras de los hombres, por parte de jueces humanos, como si estos hombres finitos fueran dioses. TM 348.3

¿Y qué ocurre con algunos que están llevando estas sagradas responsabilidades? Los hombres que no tienen una disposición espiritual, que no están consagrados a Dios, no tienen ningún cometido que realizar, ninguna autoridad que ejercer con respecto a los deseos o las acciones de sus semejantes. Pero a menos que los hombres estén diariamente en comunión con Dios, a menos que lo busquen con todo el corazón para obtener una capacitación para la obra, asumirán el poder de regir la conciencia de los demás. El sentido de la presencia divina infundiría reverencia y subyugaría el alma; pero carecen de este sentido. Si el amor de Dios no arde en el alma, el amor a los hombres se enfría. Sus corazones no se conmueven a la vista del dolor humano. El egoísmo ha dejado su impronta profanadora sobre la vida y el carácter, y algunos nunca pierden esta imagen e inscripción. TM 349.1

¿Ha de confiarse la conducción de la causa de Dios a tales manos? ¿Han de ser las almas por quienes Cristo murió manejadas por la voluntad de hombres que han rechazado la luz que les fue dada del cielo? Debiéramos temer las leyes hechas por los hombres, y los planes y métodos que no están de acuerdo con los principios de la Palabra de Dios que rigen la relación del hombre con sus semejantes. “Todos vosotros sois hermanos”. TM 349.2

El actual estado de cosas debe cambiar

El actual estado de cosas debe cambiar, [veasé el Apéndice.] de otra manera la ira de Dios caerá sobre sus instrumentos que no están actuando según las instrucciones de Cristo. ¿Os ha dado Dios a alguno de vosotros el encargo de enseñorearos despóticamente de su herencia? Esta clase de obra se ha estado haciendo por años. Dios lo ve todo, y esto le desagrada. Cuando los hombres se colocan entre Dios y sus agentes humanos, deshonran a Dios y perjudican a las almas que necesitan ánimo, simpatía y amor verdaderos. Me siento constreñida a exhortar a nuestros obreros: Cualquiera sea vuestra posición, no dependáis de los hombres, ni hagáis de la carne vuestro brazo. TM 349.3

Me siento impulsada por el Espíritu de Dios a deciros a vosotros, los que estáis relacionados con la obra del Señor: Nunca olvidéis que dependeis completamente de Dios; y si pasáis una hora o un momento sin depender de su gracia, sin conservar el corazón abierto para recibir la sabiduría que no es de la tierra, estando seguros de que sin Cristo no podéis hacer nada, os veréis incapacitados para distinguir entre el fuego común y el fuego sagrado. Palabras de un carácter completamente prohibido saldrán de vuestros labios para destruir la esperanza, el valor y la fe. Así está escrito en los libros del cielo: Tus palabras no han sido inspiradas por Dios, sino por el enemigo que hirió a Cristo en la persona de su posesión adquirida. Almas de un valor infinito fueron tratadas en forma indiferente y desconsiderada, dejadas para luchar bajo la tentación, y colocadas a la fuerza en el campo de batalla de Satanás. TM 350.1

Los que decían ser amigos de Job fueron consoladores miserables que hicieron su caso más amargo e insoportable, y Job no era culpable como ellos suponían. Los que están bajo el dolor y la angustia a causa de su propia conducta errónea, mientras Satanás está tratando de inducirlos a la desesperación, son precisamente los que necesitan la máxima ayuda. La intensa agonía del alma derrotada por Satanás, y que se siente vencida e indefensa, ¡cuán poco es comprendida por aquellos que deben ir con tierna compasión al encuentro del que yerra! TM 350.2

Es sumamente lamentable la condición del que sufre bajo el remordimiento; es como una persona aturdida, que se tambalea, humillada en el polvo. Y muchos que se creen justos, llegan a ser consoladores exasperantes; tratan rudamente a esas almas. Al manifestar esta dureza de corazón, al herir y oprimir a esas almas, están haciendo la misma obra que Satanás se deleita en realizar. El alma que sufre bajo la prueba y la tentación no puede ver nada claro. La mente está confundida; no sabe qué pasos dar. ¡Oh, no habléis una sola palabra que pueda producirles mayor dolor! TM 350.3

Cómo tratar con los que yerran

Nuestro Salvador dijo: “Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!... Mirad, que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. TM 351.1

“No he venido—dijo Cristo—, a llamar a justos [a vosotros que no sentís necesidad de arrepentimiento], sino a pecadores al arrepentimiento”. Los colaboradores de Dios trabajarán a semejanza de Cristo. Hay más de una pobre alma que es mal entendida, inapreciada, llena de angustia y agonía: una oveja perdida y errante. Su mente está entenebrecida, no puede encontrar a Dios, y, casi desesperada, la incredulidad toma posesión de ella. Sin embargo tiene un deseo intenso y anhelante de perdón y de paz. TM 351.2

Al contemplar este cuadro, podéis hacer la pregunta: ¿No hay algún cristiano al cual puede ir una persona tal para encontrar alivio? Esta pregunta Dios la contesta así: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. Un fariseísmo frío, de corazón duro, ha tomado posesión de muchos de los profesos seguidores de Cristo, y el amor de Jesús está muerto. TM 352.1

“Sé vigilante”

“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios”. Aquí el problema está resuelto. Las personas que aquí se describen han tenido la luz que los habría inducido a realizar obras completamente diferentes, si hubieran seguido la luz y hubiesen fortalecido las cosas que quedaban y que estaban por morir. Ayudando a los que necesitaban auxilio habrían mantenido viva la luz que brilló en sus propios corazones cuando Jesús habló a sus almas diciendo: “Tus pecados te son perdonados”. TM 352.2

Se especifica claramente la obra que ha de ser hecha: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Muchos han oído y recibido la palabra de vida y han sido poderosamente conmovidos por la verdad, pero han permitido que sus almas se volvieran frías, su fe oscura, por su justicia propia, por su espíritu de creerse importantes, por el orgullo de poseer un conocimiento de la verdad que dejan de practicar. La verdad que no se pone en práctica, pierde su poder. El corazón es cerrado a su divina influencia, y los que debieran ser obreros para Cristo están ociosos, y las almas a quienes podrían ayudar son dejadas en el desaliento, en las tinieblas y en la desesperación. TM 352.3

Ayudad a las almas que se hunden

Hay almas que están hambrientas de simpatía, hambrientas del pan de vida; pero no se animan a dar a conocer su gran necesidad. Los que llevan las responsabilidades en relación con la obra de Dios deben entender que se encuentran bajo la más solemne obligación de ayudar a esas almas; y estarían preparados para, ayudarlas, si ellos mismos hubieran retenido la influencia suave y subyugante del amor de Cristo. ¿Van a ellos a buscar ayuda esas pobres almas que están a punto de morir? No; lo hicieron hasta que perdieron toda esperanza de recibir ayuda por ese lado. No ven una mano extendida para ayudar. TM 353.1

El asunto me fue presentado de esta manera: Un hombre que se ahogaba, y que luchaba en vano con las olas, descubre un bote, y con las últimas fuerzas que le quedaban tiene éxito en alcanzarlo, y se ase de su costado. En su debilidad no puede hablar, pero la agonía pintada en su rostro conmovería a cualquier corazón que no estuviera desprovisto de humana ternura. Pero, ¿extenderán sus manos para levantarlo los ocupantes del bote? ¡No! El cielo entero observa mientras golpean las débiles manos que se aferran al bote, hasta que se sueltan, y un semejante que sufre se hunde entre las olas para no surgir nunca más. Esta escena se ha vuelto a repetir muchas veces. Ha sido presenciada por Uno que dio su vida por el rescate de tales almas. El Señor ha extendido su propia mano para salvar. El Señor mismo ha hecho la obra que ha dejado al hombre para que hiciera, de revelar la piedad y la compasión de Cristo hacia los pecadores. Jesús dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. El Calvario nos revela a cada uno de nosotros las profundidades de ese amor. TM 353.2

Hay almas que en medio de sus tinieblas, llenas de remordimientos, dolor y angustia, todavía sienten que Dios es justo y bueno. El Señor mantiene viva la llama de la esperanza en sus corazones. La pobre alma entenebrecida piensa: Si solamente pudiera aparecer ante Dios, y rogarle por mi caso, él tendría piedad por causa de Cristo, y este horrible temor y agonía sería aliviado. Esa alma ha tratado de hablar a los hombres, y ha sido rudamente rechazada, reprobada, vilipendiada por sus supuestos amigos. A veces las reprensiones amontonadas sobre su cabeza han casi destruido la última chispa de esperanza. El alma consciente de la sinceridad y honradez de sus intenciones halla que tiene menos que temer de Dios que de los hombres que tienen corazones de acero. El alma atribulada por la agonía humana se aparta de los falsos juicios y la condenación de los hombres que no pueden leer el corazón, y que sin embargo se arrogan el derecho de juzgar a sus semejantes. Se vuelve a Uno en el cual no hay sombra de error, Uno que conoce todos los impulsos del corazón, que está familiarizado con todas las circunstancias de la tentación. Dios conoce todo hecho de la vida pasada, y sin embargo, aun considerando todo esto, el alma atribulada está lista para confiar su causa a Dios, sabiendo que es un Dios de misericordia y compasión. TM 354.1

Caigamos en las manos de Dios

Cuando a David se le pidió que eligiera el castigo por su pecado, él dijo: “Caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”. El sabía que Dios conocía la lucha y la angustia del alma. Cuando uno alcanza a tener una vislumbre del carácter de Dios, no ve en él el espíritu despiadado y vengativo manifestado por los agentes humanos. Ve que la aflicción y la prueba son los medios señalados por Dios para disciplinar a sus hijos, y enseñarles su camino, para que echen mano de su gracia. “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios”. Cuando el pobre extraviado es conducido al río del amor de Dios, exclama: Cuando él me haya probado, saldré como oro purificado. El alma que sufre se convierte en paciente, confiada, triunfante en Dios bajo las circunstancias adversas. TM 354.2

“Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”. TM 355.1

Cuando el hombre finito y sujeto a errar da evidencia de que se considera como de mayor importancia que Dios mismo, cuando se cree justo, y sin embargo no manifiesta la ternura de espíritu que caracterizó la vida de nuestro Señor Jesús, podemos saber que a menos que se arrepienta, el candelero será quitado prontamente de su lugar. Todo el cielo está sorprendido por la terrible indiferencia de los agentes humanos. Hombres que son ellos mismos tentados y que caen en el pecado y necesitan perdón, están sin embargo llenos de suficiencia propia y son insensibles hacia un hermano que es entrampado por el enemigo y cuya necesidad y peligro debiera despertar nuestra cristiana simpatía y esfuerzo para establecer sus pies sobre la Roca sólida. TM 355.2

Un engaño fatal

Hay un engaño terrible y fatal en que puede caer la mente humana. Debido a que los hombres están en puestos de confianza, relacionados con la obra de Dios, se exaltan en su propia estima y no disciernen que otras almas, tan preciosas a la vista de Dios como la suya propia, son descuidadas y tratadas con tosquedad, maltratadas, heridas y abandonadas para morir. TM 356.1

El poder convertidor de Dios debe dominar a los hombres que manejan las cosas sagradas, y sin embargo son incapaces, por alguna causa mejor conocida por Dios, de distinguir entre el fuego sagrado encendido por Dios y el fuego extraño que ellos ofrecen. Ese fuego extraño es tan deshonroso para Dios como el que presentaron Nadab y Abiú. El fuego sagrado del amor de Dios hará que los hombres sean tiernos, bondadosos y llenos de simpatía hacia los que están en el peligro. Los que no reprimen sus palabras hirientes y altaneras están, en realidad, diciendo: Yo soy más santo que tú. ¿No ves mi posición exaltada? TM 356.2

Pero la posición no hace al hombre. Es la integridad del carácter, el espíritu de Cristo, lo que lo hace agradecido, abnegado, sin parcialidad y sin hipocresía: es esto lo que tiene valor para Dios. A aquellos cuya vida está escondida con Cristo en Dios, el Señor les dice: “He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros”. TM 356.3

Para todos los que ocupan puestos de responsabilidad tengo un mensaje dado por boca del Señor: El capítulo 55 de Isaías. Estudiad este capítulo, y que ningún ser humano considere, porque en su ramo de trabajo están implicadas mayores responsabilidades, que está por encima de sus colaboradores en la causa. Si, a semejanza de Daniel, trata de obtener el poder que procede únicamente de Dios a fin de que pueda revelar, no a sí mismo, ni sus imperfecciones y sus actos egoístas y fraudulentos, sino la verdad en justicia, no tendrá el menor vestigio de orgullo o importancia propia, sino que estará imbuido del espíritu de sabiduría de Dios. TM 357.1

El fuego sagrado y el extraño

Manifestará el carácter sagrado de la obra, magnificará la verdad, y siempre presentará delante de los hombres y de los ángeles el perfume santo del carácter de Cristo. Este es el fuego sagrado encendido por Dios. Cualquier cosa fuera de esto es fuego extraño, que Dios aborrece, y tanto más ofensivo cuanto mayores sean las responsabilidades inherentes al cargo que ocupa. TM 357.2

Tengo un mensaje de Dios para los pecadores en Sion, aquellos a los cuales Cristo dirigió las palabras: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios”. Necesitáis ofrecer siempre el fuego sagrado; entonces las obras de Cristo, su amor, su misericordia, su justicia, ascenderán delante de Dios como una nube de fragante y santo incienso, plenamente aceptables. TM 357.3

Pero ha sido ofrecido fuego extraño con el empleo de palabras rudas, la importancia propia, la exaltación del yo, la justicia propia, la autoridad arbitraria, el espíritu dominante, la opresión, la restricción de la libertad del pueblo de Dios; habéis atado a los hijos de Dios con planes y reglas que Dios no ha dictado, ni han surgido en su mente. Todas estas cosas son fuego extraño, no reconocido por Dios, y son una permanente tergiversación de su carácter. TM 358.1

Tengo un mensaje para vosotros: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. TM 358.2

“El derecho se retiró”

“Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho. Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia. Pues de justicia se vistió como con una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto... Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él. Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová”. TM 358.3

*****