Recibiréis Poder

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Desaparecerá el temor a la testificación, 26 de noviembre

Diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5:28, 29. RP 341.1

Oí que los revestidos de la armadura proclamaban poderosamente la verdad, con fructíferos resultados. Muchas personas habían estado atadas; algunas esposas por sus consortes, y algunos hijos por sus padres. Las personas sinceras, que hasta entonces habían sido impedidas de oír la verdad, adhirieron ardientemente a ella. Desvanecióse todo temor a los parientes y sólo la verdad les parecía sublime. Habían tenido hambre y sed de la verdad, y ésta les era más preciosa que la vida. Pregunté por la causa de tan profundo cambio y un ángel me respondió: “Es la lluvia tardía; el refrigerio de la presencia del Señor; el potente pregón del tercer ángel”. RP 341.2

Aquellos escogidos tenían gran poder. Dijo el ángel: “Mirad”. Vi a los impíos o incrédulos. Estaban todos en gran excitación. El celo y la potencia del pueblo de Dios los había enfurecido. Confusión, por doquiera dominaba la confusión. Vi que se tomaban medidas contra la hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aunque rodeada por densas tinieblas, se mantenía firme, aprobada por Dios y confiada en él. Los vi perplejos. RP 341.3

Luego los oí clamar a Dios con fervor. Ni de día ni de noche dejaban de orar: “¡Hágase, Señor, tu voluntad!” “Si ha de servir para gloria de tu nombre, da a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos”. Tales son las palabras que puedo recordar. Todos parecían hondamente convencidos de su insuficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación.—The Review and Herald, 31 de diciembre de 1857. RP 341.4