Recibiréis Poder

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Destruye el prejuicio y el racismo, 24 de noviembre

Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3:27, 28. RP 339.1

Dios no conoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo para que cada persona pudiese tener libre acceso a Dios... RP 339.2

La religión de la Biblia no reconoce casta ni color. Ignora el rango, la riqueza y el honor mundanal. Dios estima a los hombres en su calidad de hombres. El carácter es el que decide el valor de los hombres a la vista de Dios. Y nosotros debemos reconocer el Espíritu de Cristo en cualquier persona en quien se revele. RP 339.3

Cristo trataba de enseñar a sus discípulos la verdad de que en el reino de Dios no hay fronteras nacionales, ni casta ni aristocracia; que ellos debían ir a todas las naciones, llevándoles el mensaje del amor del Salvador. RP 339.4

Las paredes divisorias del sectarismo, las castas y las razas se desplomarán cuando el verdadero espíritu misionero entre en los corazones de los hombres. El prejuicio es eliminado por el amor de Dios. RP 339.5

Se han erigido paredes de separación entre los blancos y los negros. Estas paredes de prejuicios se desplomarán como las murallas de Jericó, cuando los cristianos obedezcan la Palabra de Dios, que ordena amor supremo al Hacedor y amor imparcial al prójimo. RP 339.6

Cuando el Espíritu Santo sea derramado, los seres humanos triunfarán sobre el prejuicio al buscar la salvación de los perdidos. Dios controlará las mentes. Los corazones humanos amarán tal como Cristo amó. Y muchos considerarán a la gente de color en forma muy diferente de lo que la consideran ahora. Para amar tal como Cristo ama, elevemos la mente hacia una atmósfera pura, celestial y abnegada.—Mensajes Selectos 2:549-551. RP 339.7