Recibiréis Poder

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Cuidado con la resistencia, 13 de noviembre

Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, los intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Hechos 5:40, 41. RP 328.1

Cuando Dios actúa sobre los corazones de los hombres para atraerlos a Cristo, parece que una fuerza impulsora los insta a creer y a entregarse a la influencia del Espíritu de Dios. Pero, si no mantienen la preciosa victoria que Dios les dio, y permiten que revivan prácticas y hábitos antiguos, y se entregan a las diversiones o al lujo mundanal; y además, si descuidan la oración y cesan de resistir al mal, aceptarán las tentaciones de Satanás, y entonces serán conducidos a dudar de la realidad de su experiencia anterior. Encontrarán que son débiles en poder moral, y Satanás les dirá que no vale la pena tratar de intentar vivir una vida cristiana. También les dirá: “La experiencia que pensaron que era de Dios fue sólo el resultado de una emoción e impulsos excesivos”. RP 328.2

Tan pronto como el agente humano piensa en estas sugerencias del maligno, comienza a parecerle plausible; entonces, los que debieran saber mejor, los que han tenido más experiencia en la obra de Dios, siguen las sugerencias de Satanás y, como consecuencia, el Espíritu Santo es entristecido hasta alejarse del creyente. Algunos llegan a esta posición casi imperceptiblemente y se recuperarán inmediatamente cuando se den cuenta de lo que están haciendo; pero hay otros que continúan resistiendo al Espíritu Santo, hasta que la resistencia les parece una virtud. RP 328.3

Es peligroso dudar de las manifestaciones del Espíritu Santo; porque si se duda de él, no queda en reserva otro poder mediante el cual se pueda obrar sobre el corazón humano. Los que atribuyen la obra del Espíritu Santo a agentes humanos, diciendo que una influencia indebida los presionó, están separándose de la fuente de bendiciones.—The Review and Herald, 13 de febrero de 1894. RP 328.4