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Pastores y maestros han de construir la unidad, 27 de julio

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:11-13. RP 219.1

A quienes deben ser sus agentes humanos el Señor ha dado talentos de capacidad y medios e influencia de acuerdo con su habilidad, para que en su servicio empleen estos dones con sabiduría. Asignó a cada hombre su obra. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. RP 219.2

¿Por qué designar diversos obreros? “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”. Efesios 4:12-15. RP 219.3

De este texto podemos aprender que el Señor tiene designados sus obreros, y que la obra a ellos confiada tiene en vista un objetivo definido. Profetas, apóstoles, evangelistas, pastores y maestros, todos han de trabajar para la perfección de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. ¿Este objetivo no es digno de cuidadosa atención? ¿No podemos discernir que en algún aspecto especial de la obra en favor de la iglesia ha habido descuido para que los santos no llegaran a la perfección que Dios espera? Si la tarea del ministerio se hubiera hecho, la iglesia habría sido edificada y educada para la gran obra a ella entregada. La verdad se habría presentado de tal manera que el Espíritu del Señor habría actuado sobre los corazones, y los pecadores se habrían convencido y convertido, y ya habrían tomado su lugar como seguidores de Cristo.—The Review and Herald, 7 de marzo de 1893. RP 219.4