Recibiréis Poder

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No toda sanidad procede del espíritu, 12 de julio

Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:22, 23. RP 204.1

Necesitamos estar anclados en Cristo, arraigados y fundados en la fe. Satanás actúa mediante sus agentes. Elige a quienes no están bebiendo de las aguas vivas, cuyas mentes están sedientas por algo nuevo o extraño y siempre listas a beber de cualquier fuente que se les presente. Se escucharán voces que dirán: “Mirad, aquí está el Cristo”. “Mirad, allí está”, pero “no les creáis”. Mateo 24:23. Tenemos evidencias inequívocas de la voz del verdadero Pastor, y él nos llama a que lo sigamos. Dice: “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre”. Juan 15:10. El conduce a sus ovejas por el sendero de la sincera obediencia a la ley de Dios, pero nunca los estimula a la transgresión de ella. RP 204.2

“La voz de los extraños” es la voz de quien ni respeta ni obedece la ley santa, justa y buena. Muchos hacen gran profesión de santidad, y se jactan de las maravillas que realizan al sanar a los enfermos, cuando en realidad ellos no toman en cuenta esta gran norma de justicia. Entonces, ¿mediante el poder de quién realizan tales sanamientos? RP 204.3

Si los que ejecutan estos sanamientos están dispuestos, por causa de esas manifestaciones, a excusar su desobediencia a la ley de Dios y continúan en esta actitud, aunque desplieguen toda clase de poder, eso no quiere decir que tengan el poder de Dios. Por el contrario, es el poder del gran engañador el que obra los milagros. Transgrede la ley moral, y emplea todo artificio que puede para impedir que los hombres disciernan su verdadero carácter. Se nos advierte que en los últimos días obrará con señales y milagros mentirosos. Continuará con estos portentos hasta el fin del tiempo de gracia, para usarlos como evidencia de que es un ángel de luz y no de oscuridad.—The Review and Herald, 17 de noviembre de 1885. RP 204.4