Capítulo 28—La primera escuela del niño
El plan divino original para la educación—El sistema de educación establecido en el Edén tenía por centro la familia. Adán era “hijo de Dios,” y de su Padre recibieron instrucción los hijos del Altísimo. Su escuela era, en el más exacto sentido de la palabra, una escuela de familia.
HC 160.1
En el plan divino de la educación, adaptado a la condición del hombre después de la caída, Cristo figura como representante del Padre, como eslabón de unión entre Dios y el hombre; él es el gran maestro de la humanidad, y dispuso que los hombres y mujeres fuesen representantes suyos. La familia era la escuela, y los padres eran los maestros.
HC 160.2
La educación que tenía por centro la familia fué la que prevaleció en los días de los patriarcas. Dios proveyó, para las escuelas así establecidas, las condiciones más favorables para el desarrollo del carácter. Las personas que estaban bajo su dirección, seguían el plan de vida que Dios había indicado al principio. Los que se separaron de Dios, se edificaron ciudades, y, congregados en ellas, se gloriaban del esplendor, el lujo y el vicio que hacen de las ciudades de hoy el orgullo del mundo y su maldición. Pero los hombres que se aferraban a los principios de vida de Dios, moraban en los campos y cerros. Cultivaban la tierra, cuidaban rebaños y vacadas, y en su vida libre e independiente, llena de oportunidades para trabajar, estudiar y meditar, aprendían de Dios y enseñaban a sus hijos sus obras y caminos. Tal era el método educativo que Dios deseaba establecer en Israel.1
HC 160.3
En la vida común, la familia era escuela e iglesia, y los padres eran los maestros, tanto en las cosas seculares como en las religiosas.2
HC 161.1
El círculo de la familia es una escuela—En su sabiduría el Señor ha decretado que la familia sea el mayor agente educativo. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela, allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o para el mal. Son, en muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder abarcante para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar!3
HC 161.2
Consideremos el círculo de la familia como una escuela, en la cual preparamos a nuestros hijos para el cumplimiento de sus deberes en el hogar, en la sociedad y en la iglesia.4
HC 161.3
La educación en el hogar es primordial—Es un hecho triste, aunque universalmente admitido y deplorado, que la educación en el hogar y la preparación de la juventud actual han quedado descuidadas.5
HC 161.4
No hay campo de acción más importante que el señalado a los fundadores y protectores del hogar. Ninguna obra encomendada a seres humanos entraña consecuencias tan trascendentales como la de los padres y madres.
HC 161.5
Los jóvenes y niños de la actualidad determinan el porvenir de la sociedad, y lo que estos jóvenes y estos niños serán depende del hogar. A la falta de buena educación doméstica se puede achacar la mayor parte de las enfermedades, así como de la miseria y criminalidad que son la maldición de la humanidad. Si la vida doméstica fuera pura y verdadera, si los hijos que salen del hogar estuvieran debidamente preparados para hacer frente a las responsabilidades de la vida y a sus peligros, ¡qué cambio experimentaría el mundo!6
HC 161.6
Todo lo demás es secundario—Todo niño traído al mundo es propiedad de Jesucristo y por precepto y ejemplo debe enseñársele a amar a Dios y a obedecerle; pero la gran mayoría de los padres han descuidado la obra que Dios les dió y nc han educado ni preparado a sus hijos, desde el amanecer de la razón, para que conozcan y amen a Cristo. Mediante un esfuerzo esmerado los padres deben observar el despertar de la mente receptiva y considerar todo lo que respecta a la vida del hogar como secundario frente al deber positivo que Dios les ha impuesto: el de educar a sus hijos en la disciplina y admonición del Señor.7
HC 162.1
Los padres no deben permitir que las preocupaciones comerciales, y las costumbres, máximas y modas del mundo los dominen al punto de hacerles descuidar a sus hijos en la infancia y dejar de darles las instrucciones apropiadas a medida que transcurren los años.8
HC 162.2
Una de las grandes razones de que haya tanto mal en el mundo hoy estriba en que los padres dedican su atención a otras cosas que la que es de suma importancia: cómo adaptarse a la obra de enseñar a sus hijos con paciencia y bondad el camino del Señor. Si pudiera descorrerse la cortina, veríamos que debido a esta negligencia muchísimos hijos que se han extraviado se perdieron y escaparon a las buenas influencias. Padres, ¿podéis tolerar que así suceda en vuestra experiencia? No debiera haber para vosotros obra tan importante que os impida dedicar a vuestros hijos todo el tiempo que sea necesario para hacerles comprender lo que significa obedecer al Señor y confiar plenamente en él....
HC 162.3
Y ¿qué cosecharéis como recompensa de vuestro esfuerzo? Hallaréis a vuestros hijos a vuestro lado, dispuestos a cooperar con vosotros y a echar mano de las tareas que sugiráis. Encontraréis facilitada vuestra obra.9
HC 162.4
Agentes de Dios en el hogar—Los padres deben considerarse en un sentido especial como agentes de Dios para instruir a sus hijos, como lo hacía Abrahán, a fin de que anden en el camino del Señor. Necesitan escudriñar diligentemente las Escrituras, para saber en qué consiste el camino del Señor, a fin de enseñarlo a su familia. Miqueas dice: “¿Y qué es lo que Jehová pide de ti, sino hacer justicia, y amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” Miqueas 6:8 (VM). A fin de ser maestros, los padres deben aprender, obteniendo constantemente luz de los oráculos de Dios e introduciendo por sus preceptos y ejemplo esta preciosa luz en la educación de sus hijos.10
HC 163.1
Por la luz que Dios me ha dado sé que el esposo y la esposa deben ser en el hogar ministro, médico, enfermera y maestros, que vinculen a sus hijos consigo y con Dios, que los preparen para evitar todo hábito que en algo pudiera militar contra la obra de Dios en el cuerpo, y que les enseñen a cuidar de toda parte del organismo viviente.11
HC 163.2
La madre debe destacarse siempre en esta obra de educar a los hijos; aunque recaen sobre el padre deberes graves e importantes, la madre, por tratar casi constantemente con los hijos, especialmente durante sus tiernos años, debe ser siempre su instructora y compañera especial. Debe preocuparse mucho por cultivar el aseo y el orden en sus hijos y por dirigirlos en la adquisición de hábitos y gustos correctos; debe enseñarles a ser laboriosos y serviciales; a valerse de sus recursos, a vivir, actuar y trabajar como estando siempre a la vista de Dios.12
HC 163.3
Las hermanas mayores pueden ejercer una fuerte influencia sobre los miembros más jóvenes de la familia. Estos, al ver el ejemplo de los mayores, serán regidos más por el principio de la imitación que por los preceptos con frecuencia repetidos. La hija mayor debe considerar siempre como deber cristiano que le incumbe ayudar a la madre a llevar sus muchas y pesadas cargas.13
HC 163.4
Los padres deben estar mucho en casa. Por precepto y ejemplo deben enseñar a sus hijos a amar y temer a Dios; a ser inteligentes, sociables y afectuosos; a cultivar hábitos de laboriosidad, economía y abnegación. Por manifestar a sus hijos amor, simpatía y aliento en casa, los padres pueden proveerles de un retiro seguro y bienvenido contra muchas de las tentaciones del mundo.14
HC 164.1
Preparación para la escuela de iglesia—En la escuela del hogar es donde nuestros niños han de prepararse para asistir a la escuela de la iglesia. Los padres deben recordar esto constantemente y, como maestros del hogar, deben consagrar a Dios toda facultad de su ser, a fin de que puedan desempeñar su alta y santa misión. La instrucción diligente y fiel que se dé en el hogar es la mejor preparación que los niños puedan recibir para la vida escolar.15
HC 164.2
Las órdenes de Dios son supremas—Tenemos en la Biblia reglas para guiar a todos, padres e hijos, una norma elevada y santa de la cual no podemos desviarnos. Las órdenes de Dios deben ser supremas. Que el padre y la madre de la familia abran la Palabra de Dios delante de Aquel que escudriña los corazones, y pregunten con sinceridad: “¿Qué dijo Dios?”16
HC 164.3
Enseñad a vuestros hijos a amar la verdad porque es la verdad, y porque han de ser santificados por ella y hechos idóneos para subsistir en el gran examen que antes de mucho determinará si están preparados para iniciar una obra mayor y llegar a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial.17
HC 164.4
La preparación para el conflicto venidero—Satanás está reuniendo sus huestes. ¿Estamos nosotros individualmente preparados para el terrible conflicto que tenemos en puertas? ¿Estamos preparando a nuestros hijos para la gran crisis? ¿Nos estamos preparando a nosotros mismos y a nuestras familias para comprender la posición de nuestros adversarios y sus modos de guerrear? ¿Están nuestros hijos adquiriendo hábitos de decisión, a fin de ser firmes e inquebrantables en todo lo que se refiere a los principios y al deber? Ruego a Dios que todos podamos comprender las señales de los tiempos y prepararnos a nosotros mismos y a nuestros hijos para que en el tiempo de conflicto Dios sea nuestro refugio y defensa.18
HC 164.5
177
HC
El Hogar Cristiano
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