El Hogar Cristiano

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Capítulo 26—El legado de los padres a los hijos

La ley de la herencia—La condición física y mental de los padres se perpetúa en su posteridad. Este es un asunto que no se considera debidamente. Cuando quiera que los hábitos de los padres contraríen las leyes físicas, el daño que se infligen a sí mismos se repetirá en las generaciones futuras.... HC 153.1

Mediante la cultura física, mental y moral todos pueden llegar a ser colaboradores de Cristo. Muchísimo depende de los padres. A ellos les toca decidir si traerán al mundo hijos que serán una bendición o una maldición.1 HC 153.2

Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres, cuanto más elevadas sus dotes intelectuales y morales, cuanto más desarrolladas sus facultades físicas, mejor será el equipo que para la vida den a sus hijos. Cultivando en sí mismos las mejores prendas, los padres influyen en la formación de la sociedad de mañana y en el ennoblecimiento de las futuras generaciones.2 HC 153.3

Muchos padres son lamentablemente ignorantes—Los que han sido encargados de la propiedad de Dios, constituida por las almas y los cuerpos de los niños formados a su imagen, deben erigir barreras contra la sensualidad de esta época, que está arruinando la salud física y moral de millares. Si se pudiera remontar a la verdadera causa de muchos crímenes cometidos en esta época, se vería que de ellos es responsable la ignorancia de padres y madres indiferentes al respecto. A esta lamentable ignorancia se sacrifica la salud y la vida misma. Padres, si no dais a vuestros hijos la educación que Dios os impone darles por precepto y ejemplo, tendréis que responder a Dios por los resultados. Estos no se limitarán a vuestros hijos. Se extenderán a través de generaciones. Así como un cardo que se deja crecer en el campo produce una cosecha de su especie, los pecados resultantes de vuestra negligencia obrarán para arruinar a quienes caigan dentro de la esfera de su influencia.3 HC 153.4

Los males de la intemperancia se perpetúan—La glotonería y el consumo de vino corrompen la sangre, inflaman las pasiones y producen enfermedades de todas clases. Pero el mal no termina allí. Los padres legan enfermedades a sus hijos. Por lo general, todo hombre intemperante que engendra hijos les transmite sus inclinaciones y malas tendencias, así como la enfermedad de su propia sangre inflamada y corrompida. El libertinaje, la enfermedad y la idiotez se traspasan como herencia miserable de padre a hijo y de generación a generación; y esto produce angustia y sufrimiento en el mundo, pues viene a ser una repetición de la caída del hombre.... HC 154.1

Sin embargo, sin reflexionar ni preocuparse por ello, los hombres y las mujeres de la generación actual se entregan a la intemperancia al cometer excesos en el comer y emborracharse, y por ello dejan a la siguiente generación un legado de enfermedades, intelectos debilitados y una moralidad contaminada.4 HC 154.2

Motivos por redoblar la comprensión y paciencia—Los padres y las madres pueden estudiar su propio carácter en sus hijos. A menudo pueden leer lecciones humillantes cuando ven sus propias imperfecciones reproducidas en sus hijos e hijas. Mientras procuran reprimir y corregir en sus hijos las tendencias hereditarias al mal, los padres deben pedir la ayuda de una doble dosis de paciencia, perseverancia y amor.5 HC 154.3

Cuando un hijo revela los rasgos malos que heredó de sus padres, ¿deben éstos airarse por esta reproducción de sus propios defectos? De ninguna manera. Ejerzan los padres una vigilancia cuidadosa sobre sí mismos, precaviéndose contra toda tosquedad y rudeza, no sea que estos defectos se vuelvan a ver en sus hijos.6 HC 155.1

Manifestad la mansedumbre y amabilidad de Cristo al tratar con los pequeñuelos rebeldes. Tened siempre presente que recibieron su perversidad como herencia de su padre o de su madre. Tened por tanto paciencia con los niños que heredaron vuestros propios rasgos de carácter.7 HC 155.2

Los padres deben confiar implícitamente en el poder de Cristo para transformar las tendencias al mal que fueron transmitidas a sus hijos.8 HC 155.3

Tened paciencia, padres y madres. Con frecuencia, vuestra negligencia pasada dificultará vuestra obra; pero Dios os dará fuerza si queréis confiar en él. Obrad sabia y tiernamente con vuestros hijos.9 HC 155.4