Sección 18—Serán recompensados
Capítulo 85—Galardón actual y futuro
Una rica recompensa los aguarda—Si los padres dan la debida educación a sus hijos, experimentarán ellos mismos felicidad al ver, en el carácter cristiano de sus hijos, el fruto de su cuidadosa enseñanza. Están rindiendo a Dios el servicio más elevado al presentar al mundo familias bien ordenadas y disciplinadas, que no sólo temen al Señor, sino que le honran y glorifican por la influencia que ejercen sobre otras familias; y recibirán su recompensa.1
HC 483.1
Padres creyentes, os incumbe una obra de responsabilidad para guiar los pasos de vuestros hijos aun en su experiencia religiosa. Cuando amen verdaderamente a Dios os bendecirán y reverenciarán por el cuidado que les otorgasteis y por vuestra fidelidad al restringir sus deseos y subyugar sus voluntades.2
HC 483.2
Hay una recompensa cuando la semilla de verdad se siembra temprano en el corazón y se la atiende cuidadosamente.3
HC 483.3
Los padres deben obrar teniendo en vista la futura cosecha. Aunque siembren con lágrimas, entre muchos desalientos, deben hacerlo con ferviente oración. Tal vez sólo vean promesas de una mies tardía y escasa, pero esto no debe impedirles que siembren. Deben hacerlo a orillas de todas las aguas, aprovechando toda oportunidad de perfeccionarse y de beneficiar a sus hijos. Una siembra tal no se hará en vano. Al tiempo de la siega muchos padres fieles volverán con regocijo trayendo sus gavillas.4
HC 483.4
Dad a vuestros hijos cultura intelectual y preparación moral. Fortaleced sus mentes juveniles con principios firmes y puros. Mientras tenéis oportunidad, echad el fundamento de una noble virilidad y feminidad. Vuestra labor será recompensada mil veces.5
HC 484.1
Los padres serán reverenciados—En la Palabra de Dios hallamos esta hermosa descripción de un hogar feliz y de la mujer que lo preside: “Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada; y su marido también la alabó.” ¿Qué mayor elogio podría desear una ama de casa que el así expresado?6
HC 484.2
Si ella [la esposa y madre fiel] busca en Dios su fuerza y consuelo, y guiada por su sabiduría y temiéndole procura cumplir diariamente su deber, vinculará a su esposo con su propio corazón y verá a sus hijos madurar en hombres y mujeres honorables, que tendrán vigor moral para seguir el ejemplo de su madre.7
HC 484.3
Lo que ha de estimular grandemente a la madre laboriosa y sobrecargada es el hecho de que todo hijo debidamente educado y dotado del adorno interior de un espíritu manso y sosegado, tendrá idoneidad para el cielo y resplandecerá en los atrios del Señor.8
HC 484.4
Los goces del cielo comienzan en el hogar—El cielo y la tierra no están más alejados hoy que cuando los pastores oyeron el canto de los ángeles. La humanidad sigue hoy siendo objeto de la solicitud celestial tanto como cuando los hombres comunes, de ocupaciones ordinarias, se encontraban con los ángeles al mediodía, y hablaban con los mensajeros celestiales en las viñas y los campos. Mientras recorremos las sendas humildes de la vida, el cielo puede estar muy cerca de nosotros. Los ángeles de los atrios celestes acompañarán los pasos de aquellos que vayan y vengan a la orden de Dios.9
HC 484.5
La vida en la tierra es el comienzo de la vida en el cielo; la educación en la tierra es una iniciación en los principios del cielo; la obra de la vida aquí es una preparación para la obra de la vida allá. Lo que somos ahora en carácter y servicio santo es el símbolo seguro de lo que seremos.10
HC 484.6
El servicio prestado con sinceridad de corazón tiene gran recompensa. “Tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público.” Por la vida que vivimos mediante la gracia de Cristo se forma el carácter. La belleza original empieza a ser restaurada en el alma. Los atributos del carácter de Cristo son impartidos, y la imagen del Ser divino empieza a resplandecer. Los rostros de los hombres y mujeres que andan y trabajan con Dios expresan la paz del cielo. Están rodeados por la atmósfera celestial. Para esas almas, el reino de Dios empezó ya. Tienen el gozo de Cristo, el gozo de beneficiar a la humanidad. Tienen la honra de ser aceptados para servir al Maestro; se les ha confiado el cargo de hacer su obra en su nombre.11
HC 485.1
Preparados para el cielo—Dios desea que se cumpla el plan del cielo y que en cada familia, cada iglesia e institución prevalezcan como en el cielo la armonía y el orden divinos. Si este amor leudara la sociedad, veríamos la manifestación de nobles principios en caridad, cortesía y refinamiento cristianos hacia los que fueron comprados por la sangre de Cristo. En todas nuestras familias, instituciones e iglesias se vería una transformación espiritual. Cuando ésta se produzca aquellas agrupaciones llegarán a ser instrumentos por los cuales Dios comunicará la luz del cielo al mundo y así, mediante la disciplina y preparación divinas, alistará a hombres y mujeres para la sociedad del cielo.12
HC 485.2
Galardón del postrer gran día—Al trabajar por vuestros hijos, valeos del gran poder de Dios. Confiad vuestros hijos al Señor en oración. Obrad por ellos fervorosa e incansablemente. Dios oirá vuestras oraciones y los atraerá a sí mismo. Luego, en el último gran día, podréis presentarlos a Dios diciendo: “He aquí, yo y los hijos que me dió Jehová.”13
HC 485.3
Cuando Samuel reciba la corona de gloria, la mecerá delante del trono para rendir honor, y reconocerá con gozo que las lecciones que su madre le dió fielmente por los méritos de Cristo le coronaron de gloria inmortal.14
HC 485.4
Nunca apreciará el mundo la obra de los padres prudentes, pero cuando sesione el juicio y se abran los libros, esa obra se verá como Dios la ve y será recompensada delante de hombres y ángeles. Se verá que un hijo criado fielmente fué una luz en el mundo. Velar sobre la formación del carácter de ese hijo costó lágrimas, ansiedad y noches de insomnio, pero la obra se hizo sabiamente, y los padres oyen al Maestro decir: “Bien, buen siervo y fiel.”15
HC 486.1
La admisión en el palacio real—Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar del cielo, el “lino fino blanco, ... y puro” que usarán todos los santos de la tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí.
HC 486.2
Enséñese a los niños que, al abrir su mente a los pensamientos de pureza y amor, y ejecutar acciones útiles y amables, se visten con la hermosa vestidura del carácter de Cristo. Este traje los hará hermosos y amados aquí, y más adelante será su título de admisión al palacio del Rey. Su promesa es: “Andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos.”16
HC 486.3
La bienvenida divina—Vi gran número de ángeles que de la ciudad traían brillantes coronas, una para cada santo, y cuyo nombre estaba inscrito en ella. Cuando Jesús preguntó por las coronas, los ángeles se las presentaron, y con su propia mano derecha ciñólas en la cabeza de los santos. Y de la misma manera trajeron los ángeles arpas, y se las presentó a los santos. Los ángeles caudillos preludiaban la nota del cántico entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaron hábilmente las cuerdas del arpa, dejando oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes.
HC 486.4
Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella, la hizo girar sobre sus goznes, y mandó que entraran cuantas gentes hubiesen guardado la verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que puede agradar a la vista. Los redimidos contemplaban abundante gloria por doquiera. Después miró Jesús a sus redimidos santos, cuyo aspecto irradiaba esplendor, y fijando en ellos sus cariñosos ojos, dijo con su armoniosa y celeste voz: “Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para disfrutarla eternamente. Terminaron vuestras tristezas. No habrá más muerte ni llanto ni clamor ni dolor.” Vi que la hueste de los redimidos se postraba y arrojaba sus brillantes coronas a los pies de Jesús; y cuando su bondadosa mano los alzó del suelo, pulsaron sus áureas arpas y llenaron el cielo con su deleitosa música y cánticos al Cordero....
HC 487.1
Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Siempre que se vuelve a presentar ante mi vista, el espectáculo me anonada de admiración. Transportada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma, exclamando: “¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!” El más enfático lenguaje sería incapaz de describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador.17
HC 487.2
177
HC
El Hogar Cristiano
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