El Hogar Cristiano

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Capítulo 75—Dirección paternal en asuntos sociales

Influencias casi abrumadoras—La mala influencia que rodea a nuestros niños es casi abrumadora; está corrompiendo sus mentes y arrastrándolos a la perdición. Las mentes juveniles son por naturaleza dadas a la liviandad; y en tierna edad, antes que su carácter esté formado y su juicio maduro, manifiestan a menudo su preferencia por compañías que ejercen sobre ellos una influencia perjudicial.1 HC 423.1

Si mi voz pudiese alcanzar a los padres en todo el país, los amonestaría a que no cedan a los deseos de sus hijos en lo que respecta a elegir compañeros o asociados. Poca consideración conceden los padres al hecho de que los jóvenes reciben las impresiones perjudiciales con más facilidad que las divinas. Por lo tanto, sus relaciones deben ser de la índole más favorable para que el desarrollo de la gracia y para que la verdad revelada en la Palabra de Dios arraigue en el corazón.2 HC 423.2

Colóquese a los jóvenes en las circunstancias más favorables que se pueda; porque las compañías que frecuenten, los principios que adopten, los hábitos que contraigan, decidirán con certidumbre infalible la cuestión de su utilidad aquí y de sus intereses futuros y eternos.3 HC 423.3

Peligros de la libertad ilimitada—Padres, vuestros hijos y vuestras hijas no son debidamente guardados. Nunca debiera permitírseles ir y venir cuando les agrade, sin vuestro conocimiento ni consentimiento. La libertad ilimitada que se concede a los hijos en esta época ha causado la ruina de millares. ¡A cuántos se permite estar en la calle por la noche mientras que sus padres se conforman con permanecer en la ignorancia acerca de las compañías que frecuentan! Demasiado a menudo eligen compañeros cuya influencia tiende tan sólo a desmoralizarlos. HC 423.4

Al amparo de la obscuridad, los jóvenes se reunen en grupos para recibir sus primeras lecciones en lo que se refiere a los juegos de naipes y los de azar, así como a fumar y beber vino o cerveza. Los hijos de padres religiosos se aventuran en las tabernas para comer ostras o cosas por el estilo, y se ponen así en el camino de la tentación. La misma atmósfera de esos lugares está impregnada de blasfemias y contaminación. Nadie puede permanecer mucho en ella sin corromperse. En tal ambiente es donde jóvenes promisorios se transforman en ebrios y criminales. Hay que protegerlos contra los mismos comienzos del mal. Padres, a menos que sepáis que vuestros hijos están en lugares intachables, no les permitáis que vayan a la calle después de anochecer para participar en deportes al aire libre, o con el fin de encontrarse con otros jóvenes para divertirse. Si se aplica rígidamente esta regla, llegará a ser habitual el acatarla, y cesará el deseo de transgredirla.4 HC 424.1

Los padres deben elegirlos—Los padres deben recordar que la compañía de los de baja moralidad y carácter grosero ejercerá una influencia perjudicial sobre los jóvenes. Si no eligen la debida sociedad para sus hijos, y les permiten tratar con jóvenes de moralidad dudosa, los colocan, o permiten que se coloquen en una escuela donde se enseñan y practican lecciones de depravación. Puede ser que ellos piensen que sus hijos son bastante fuertes para resistir la tentación; pero ¿cómo pueden estar seguros de esto? Es mucho más fácil ceder a las malas influencias que resistirlas. Antes que se den cuenta de ello, sus hijos estarán imbuídos con el espíritu de sus compañeros y ya estarán tal vez degradados o arruinados.5 HC 424.2

Los peligros de los jóvenes quedan grandemente acrecentados cuando se los asocia con gran número de otros jóvenes de diverso carácter y hábitos de vida. En tales circunstancias, muchos padres se inclinan a relajar más bien que a duplicar sus propios esfuerzos por custodiar y regir a sus hijos.6 HC 425.1

Unidos y con oración, el padre y la madre deben llevar la grave responsabilidad de guiar correctamente a sus hijos. Cualesquiera que sean las otras cosas que descuiden, nunca deben dejar a sus hijos en libertad para errar por las sendas del pecado. Muchos padres permiten a sus hijos que salgan y obren como les agrade, que se diviertan por su cuenta y elijan malas compañías. En el día del juicio esos padres llegarán a saber que sus hijos perdieron el cielo porque no fueron mantenidos bajo la restricción del hogar.7 HC 425.2

¿Dónde pasan sus veladas?—A cada hijo e hija debe pedírsele cuenta si se ausenta de la casa de noche. Los padres deben saber en qué compañía se hallan sus hijos, y en casa de quién pasan sus veladas. Algunos hijos engañan a sus padres con mentiras para evitar que quede expuesta su mala conducta.8 HC 425.3

Sin cultivo, las malezas predominan—Con demasiada frecuencia los padres dejan que sus hijos elijan por su cuenta sus diversiones, sus compañeros y su ocupación. El resultado es el que sería razonable esperar. Déjese un campo sin cultivo, y producirá espinas y cardos. Nunca se verá que una hermosa flor o un arbusto selecto sobresalga entre las malas hierbas venenosas y de mal aspecto. La zarza inútil crecerá en forma exuberante sin recibir el menor cuidado, mientras que otras plantas, apreciadas por su utilidad o belleza, requieren un cultivo esmerado. Así sucede con nuestros jóvenes. Si se desea que adquieran hábitos correctos y se amolden a los buenos principios, hay que hacer una obra fervorosa. Corregir los malos hábitos es una tarea que requiere diligencia y perseverancia.9 HC 425.4

Acostúmbrense a confiar en sus padres—Padres, custodiad como a la niña del ojo los principios y hábitos de vuestros hijos. No les permitáis asociarse con persona alguna cuyo carácter no conozcáis. No les permitáis trabar intimidad con nadie hasta que no estéis seguros de que no los perjudicará. Acostumbrad a vuestros hijos a confiar en vuestro juicio y experiencia. Enseñadles que tenéis una percepción más clara del carácter que la que ellos pueden tener en su inexperiencia, y que no deben despreciar vuestras decisiones.10 HC 426.1

Restricciones firmes, pero bondadosas—Los padres no deben ceder a las inclinaciones de sus hijos, sino seguir la clara senda del deber que Dios trazó, y restringirlos con bondad, negarles con firmeza y determinación, aunque con amor, lo que deseen equivocadamente y alejar sus pasos del mundo hacia el cielo mediante la oración y esfuerzos fervientes y perseverantes. No se debe dejar que los niños vaguen por cualquier camino hacia el cual se sientan inclinados, ni que se desvíen de la senda recta entrando en avenidas abiertas por todos lados. Nadie corre mayor peligro que aquellos que no recelan del peligro y se impacientan frente a los consejos y a las palabras de cautela.11 HC 426.2

Proteged a vuestros hijos contra toda influencia censurable; porque en la infancia están más sujetos a recibir impresiones, sean de dignidad moral, pureza y hermosura del carácter, o de egoísmo, impureza y desobediencia. Si se los somete a la influencia de un espíritu de murmuración, orgullo, vanidad e impureza, la mancha puede resultar tan indeleble como la vida misma.12 HC 426.3

Al hecho de que la educación recibida en el hogar es defectuosa se debe que los jóvenes estén tan poco dispuestos a someterse a la autoridad correspondiente. Yo soy madre, y sé de qué hablo cuando digo que los jóvenes y niños están, no solamente más seguros sino también más felices, bajo una sana restricción que cuando siguen su propia inclinación.13 HC 426.4

Las visitas no acompañadas—Algunos padres cometen el error de conceder a sus hijos demasiada libertad. Tienen a veces tanta confianza en ellos que no ven sus defectos. Es malo permitir a los niños realizar visitas distantes que entrañan cierto gasto, sin estar acompañados de sus padres o tutores. Ello tiene una mala influencia sobre los niños. Llegan a pensar que son muy importantes y que les pertenecen ciertos privilegios, y si éstos no les son concedidos, se creen maltratados. Hacen alusión a otros niños que van y vienen y tienen muchos privilegios, mientras que ellos tienen tan pocos. HC 427.1

Y la madre, temiendo que sus hijos la crean injusta, satisface sus deseos, lo cual les causa gran perjuicio. Los jóvenes visitantes, que no se hallan bajo el ojo vigilante de alguno de sus padres, de modo que éstos puedan ver y corregir sus faltas, reciben a menudo impresiones cuya supresión requiere meses.14 HC 427.2

Los consejos imprudentes—Retened a vuestros hijos en casa; y si hay quienes os dicen: “Sus hijos no sabrán conducirse en el mundo,” contestad a vuestras amistades que no os preocupáis mucho acerca del asunto, sino que deseáis llevarlos al Maestro para que los bendiga, así como antiguamente las madres llevaron a sus hijos a Jesús. Decid a vuestros consejeros: “Los hijos son herencia del Señor, y yo quiero ser fiel a mi cometido. ... Mis hijos deben criarse de tal manera que no serán arrebatados por las influencias del mundo sino que, cuando sean tentados a pecar, sabrán pronunciar un rotundo No.”... Decid a vuestros amigos y vecinos que queréis ver a vuestra familia dentro de las puertas de la hermosa ciudad.15 HC 427.3

Les esperan grandes pruebas—Debe educarse a los niños de tal manera que consideren normal la perspectiva de hacer frente a dificultades, tentaciones y peligros. Se les debe enseñar a ejercer dominio sobre sí mismos y a vencer noblemente las dificultades; y si no se precipitan voluntariosamente al peligro ni se colocan innecesariamente en el camino de la tentación, si evitan las malas influencias y la sociedad viciosa, y luego se ven inevitablemente obligados a estar en compañía peligrosa, tendrán fuerza de carácter para quedar de parte del bien y de los buenos principios, y mediante la fuerza de Dios saldrán con su moralidad intacta. Las facultades morales de los jóvenes que han sido debidamente educados, y que pongan su confianza en Dios, podrán resistir la prueba más severa.16 HC 427.4