El Hogar Cristiano

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Capítulo 43—Influencias prenatales

Las mujeres deben prepararse para ser madres—Las mujeres necesitan tener mucha paciencia antes de poder llegar a ser madres. Dios ha dispuesto que sean idóneas para esto. Por la relación que la madre sostenga con Cristo, su obra llega a ser infinita y sobrepuja el entendimiento. El cargo de la mujer es sagrado. Se necesita la presencia de Jesús en el hogar; porque los servicios de amor que presta la madre pueden hacer del hogar un Betel. Ambos esposos deben cooperar. HC 230.1

¡Qué mundo no tendríamos si todas las madres se consagrasen sobre el altar de Dios, y dedicasen a Dios sus hijos, tanto antes como después de su nacimiento!1 HC 230.2

Importancia de las influencias prenatales—Muchos padres creen que el efecto de las influencias prenatales es cosa de poca monta; pero el Cielo no las considera así. El mensaje enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima merece que le prestemos la mayor atención. HC 230.3

Al hablar a la madre hebrea [la esposa de Manoa], Dios se dirige a todas las madres de todos los tiempos. “Ha de guardar—dijo el ángel—todo lo que le mandé.” El bienestar del niño dependerá de los hábitos de la madre. Ella tiene, pues, que someter sus apetitos y sus pasiones al dominio de los buenos principios. Hay algo que ella debe rehuir, algo contra lo cual debe luchar si quiere cumplir el propósito que Dios tiene para con ella al darle un hijo.2 HC 230.4

El mundo está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a ellos les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo y para el venidero. Los padres deberían recordar siempre que sus hijos tienen que arrostrar estas tentaciones. Deben preparar al niño desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito las batallas contra el mal.3 HC 230.5

Si, antes del nacimiento de éste [su hijo], la madre procura complacerse a sí misma, si es egoísta, impaciente e imperiosa, estos rasgos de carácter se reflejarán en el temperamento del niño. Así se explica que muchos hijos hayan recibido por herencia tendencias al mal que son casi irresistibles. HC 231.1

Pero si la madre se atiene invariablemente a principios rectos, si es templada y abnegada, bondadosa, apacible y altruísta, puede transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos de carácter.4 HC 231.2

Lo esencial del cuidado prenatal—Un error que se comete a menudo es el de no establecer diferencia alguna en la vida de una mujer cuando está por llegar a ser madre. Durante este período importante debe aligerarse su labor. Se están produciendo grandes cambios en su organismo. Este requiere mayor cantidad de sangre, y por lo tanto debe recibir más alimento, y de la calidad más nutritiva, para que lo convierta en sangre. A menos que ella obtenga una abundancia de alimento nutritivo, no podrá conservar su fuerza física, y su descendencia quedará privada de vitalidad.* Su indumentaria también exige atención. Debe ejercerse cuidado para proteger el cuerpo y evitarle la sensación de enfriamiento. No conviene que la vitalidad sea atraída innecesariamente a la superficie para suplir la falta de ropa suficiente. Si la madre se ve privada de una abundancia de alimento sano y nutritivo, su sangre será deficiente en cantidad y calidad. Tendrá mala circulación, y su hijo adolecerá de lo mismo. Se verá incapacitado para asimilar el alimento y convertirlo en buena sangre que nutra el organismo. La prosperidad de la madre y del niño depende mucho de que lleven ropa adecuada, bien abrigada, y de que obtengan suficiente alimento nutritivo.5 HC 231.3

Debe ejercerse mucho cuidado para que la madre esté en un ambiente agradable y feliz. El esposo y padre tiene la responsabilidad especial de hacer cuanto esté a su alcance para aligerar la carga de la esposa y madre. En todo lo posible debe llevar él la carga que representa la condición de ella. Debe ser afable, cortés, bondadoso y tierno, y prestar atención especial a todo lo que ella necesite. Mientras que están gestando a sus hijos, algunas mujeres no reciben ni la mitad del cuidado que se concede a ciertos animales en el establo.6 HC 232.1

El apetito solo no es guía segura—La idea de que, a causa de su condición especial, las mujeres pueden dar rienda suelta al apetito, es un error basado en las costumbres, pero no en el buen sentido. El apetito de las mujeres en tal condición puede ser variable, caprichoso y difícil de satisfacer; pero la costumbre les permite obtener cuanto se les antoje, sin consultar la razón para saber si el tal alimento puede suplir nutrición para su cuerpo y para el desarrollo de su hijo. El alimento debe ser nutritivo, pero no excitante.... Si en alguna época se necesita sencillez en la alimentación y cuidado especial en cuanto a la calidad de lo ingerido, es durante este plazo importante. HC 232.2

Las mujeres que se rigen por buenos principios, y que hayan sido bien instruidas, no se apartarán de la sencillez en la alimentación, y mucho menos durante ese período. Considerarán que de ellas depende otra vida, y serán cuidadosas en todos sus hábitos y especialmente en su alimentación. No deben comer lo que no tiene valor alimenticio y sea excitante, simplemente porque tiene buen sabor. Hay demasiados consejeros dispuestos a persuadirlas a que hagan cosas que la razón debiera prohibirles. Nacen niños enfermizos porque sus padres se entregaron a la satisfacción de su apetito.... Si se introduce en el estómago tanto alimento que los órganos digestivos estén recargados de trabajo para deshacerse de él y librar al organismo de substancias irritantes, la madre comete una injusticia hacia sí misma y echa los fundamentos de la enfermedad en su descendencia. Si decide comer lo que le agrade y lo que se le antoje, sin tener en cuenta las consecuencias, sufrirá la penalidad, pero no sola. También su hijito inocente sufrirá por causa de la indiscreción de ella.7 HC 232.3

Se necesita dominio propio y templanza—Las necesidades físicas de la madre no deben descuidarse en manera alguna. Dos vidas dependen de ella, y sus deseos deben ser cariñosamente atendidos, y sus necesidades satisfechas con liberalidad. Pero en este período más que nunca debe evitar, en su alimentación y en cualquier otro asunto, todo lo que pudiera menoscabar la fuerza física o intelectual. Por mandato de Dios mismo, la madre está bajo la más solemne obligación de ejercer dominio propio.8 HC 233.1

La base de un carácter correcto en el hombre futuro queda afirmada por hábitos de estricta temperancia de parte de la madre antes de que nazca el niño.... Esta lección no debe considerarse con indiferencia.9 HC 233.2

Aliéntese una disposición alegre—Toda mujer a punto de ser madre, cualquiera que sea su ambiente, debe fomentar constantemente una disposición feliz, alegre y contenta, sabiendo que por todos los esfuerzos que haga en tal sentido se verá resarcida diez veces en la naturaleza física y moral de su hijo. Ni es esto todo. Ella puede acostumbrarse por hábito a pensar animosamente, y así alentar una condición mental feliz como alegre reflejo de su propio espíritu de dicha sobre su familia y sobre aquellos con quienes trate. Su propia salud física quedará muy mejorada. Las fuentes de la vida recibirán fuerza; la sangre no circulará perezosamente, como sucedería si ella cediese al abatimiento y la lobreguez. Su salud mental y moral será vigorizada por su buen ánimo. El poder de la voluntad puede resistir las impresiones mentales y será un gran calmante para los nervios. Los niños que han sido privados de la vitalidad que debieran haber heredado de sus padres deben recibir el máximo cuidado. Si se presta detenida atención a las leyes de su ser, se puede crear una condición mucho mejor.10 HC 233.3

Conserve una actitud de paz y confianza—La que espera ser madre debe conservar el amor de Dios en su alma. Su ánimo debe estar en paz; debe descansar en el amor de Jesús y practicar sus palabras. Debe recordar que las madres colaboran con Dios.11 HC 234.1