El Hogar Cristiano

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Capítulo 41—Modelos imperfectos de maternidad

Una mártir imaginaria—En más de un hogar las quejas inútiles de la dueña de casa crean una atmósfera muy desdichada. Ella se aparta con desagrado de las sencillas tareas de su humilde vida doméstica. Considera como penalidades los cuidados y deberes que le tocan en suerte; y lo que, mirado con buen ánimo, podría hacerse no sólo agradable e interesante, sino provechoso, llega a ser tan sólo penosa rutina. Mira con repugnancia la esclavitud de su vida y se imagina que es una mártir. HC 223.1

Es verdad que las ruedas de la maquinaria doméstica no funcionan siempre suavemente; suceden muchas cosas que prueban la paciencia y la fortaleza. Pero si bien las madres no son responsables de las circunstancias que no dependen de su voluntad, es innegable que las circunstancias pueden influir mucho en su trabajo. Sin embargo, esas madres resultan condenables cuando permiten que dichas circunstancias las gobiernen y subviertan sus principios, cuando se cansan y, siendo infieles a su elevado cometido, descuidan lo que saben es su deber. HC 223.2

La esposa y madre que vence noblemente las dificultades bajo las cuales otras personas sucumben, por falta de paciencia y fortaleza para perseverar, no sólo llega a ser fuerte ella misma al cumplir su deber, sino que su experiencia al vencer tentaciones y obstáculos la habilita para ayudar con eficiencia a otros, tanto por sus palabras como por su ejemplo. Muchas personas que obran bien en circunstancias favorables parecen sufrir, bajo la adversidad y las pruebas, una transformación en su carácter, y éste revela un deterioro proporcional a las dificultades. HC 223.3

Nunca quiso Dios que hubiésemos de ser juguetes de las circunstancias.1 HC 224.1

Alberga un descontento pecaminoso—Muchísimos esposos e hijos que no encuentran motivo alguno de atracción en la casa y de continuo son saludados con regaños y murmuraciones, buscan consuelo y diversión lejos del hogar, en la taberna u otros lugares de placer prohibido. A menudo, la esposa y madre, ocupada con los cuidados de la casa se olvida de las pequeñas cortesías que harían del hogar un sitio agradable para el esposo y los hijos, aun cuando en presencia de ellos no se queja mucho de sus vejámenes y dificultades peculiares. Mientras ella está ocupada en la preparación de algo que comer o de alguna prenda de vestir, el esposo y los hijos entran y salen como extraños. HC 224.2

Aunque la dueña de casa cumpla con exactitud sus deberes externos, puede suceder que esté continuamente clamando contra la esclavitud a la cual está condenada, y exagere sus responsabilidades y restricciones al comparar su suerte con lo que ella considera la vida superior de la mujer.... Mientras que anhela infructuosamente una vida diferente, alberga un descontento pecaminoso y hace de su hogar un lugar muy desagradable para su esposo y sus hijos.2 HC 224.3

Atareada en insensateces—Satanás ha preparado atracciones placenteras tanto para los padres como para los hijos. Sabe que si puede ejercer su poder engañador sobre las madres ha logrado mucho. Los caminos del mundo están llenos de engaño, fraude y desgracia, pero él les da una apariencia atrayente; y si los niños y los jóvenes no reciben cuidadosa preparación y disciplina, se extraviarán inevitablemente. No teniendo principios fijos, les será difícil resistir la tentación.3 HC 224.4

Asumen cargas innecesarias—Muchas madres dedican su tiempo a hacer naderías innecesarias. Prestan toda su atención a las cosas relativas a este tiempo y a los sentidos, y no piensan en las cosas de interés eterno. ¡Cuántas descuidan a sus hijos, y los pequeñuelos se crían toscos y carentes de cultura!4 HC 225.1

Cuando los padres, y especialmente las madres, tengan un sentido verdadero de la obra importante y cargada de responsabilidad que Dios les ha dado que hacer, no se enfrascarán tanto en los asuntos que conciernen a sus vecinos, pero no les atañen a ellas. No irán de casa en casa para entregarse a chismes corrientes ni se espaciarán en los defectos, yerros e inconsecuencias de sus prójimos. Sentirán tanta preocupación por sus propios hijos que no podrán hallar tiempo para pensar en el oprobio de sus vecinos.5 HC 225.2

Si una mujer pide a Dios fuerza y consuelo y, temiéndole, procura cumplir sus deberes diarios, se granjeará el respeto y la confianza de su esposo y verá a sus hijos madurar en hombres y mujeres honorables, dotados de vigor moral para hacer lo recto. Pero las madres que descuidan sus oportunidades actuales, y dejan recaer sobre otros sus deberes y cargas, encontrarán que su responsabilidad permanece la misma, y segarán con amargura lo que hayan sembrado en su negligencia y descuido. Nada se hace por casualidad en esta vida; la mies será determinada por el carácter de lo sembrado.6 HC 225.3