Mensajes para los Jóvenes

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La lección de laboriosidad y contentamiento

Entre los males resultantes de las riquezas, uno de los mayores es la idea corriente de que el trabajo es degradante. El profeta Ezequiel declara: “Esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, hartura de pan y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas. Y no fortalecieron al afligido ni al menesteroso”.1 Aquí se nos presentan los terribles resultados de la ociosidad, que debilita la mente, degrada el corazón y pervierte el entendimiento, haciendo una maldición de lo que fue dado como una bendición. Los hombres y las mujeres que trabajan son los que ven cosas grandes y buenas en la vida, y son los que están dispuestos a llevar sus responsabilidades con fe y esperanza. MJ 150.4

Muchos de los que siguen a Cristo tienen que aprender todavía la lección esencial del contentamiento y la diligencia en los deberes necesarios de la vida. Requiere más gracia, y más severa disciplina de carácter, trabajar para Dios como mecánico, comerciante, abogado o agricultor, cumpliendo los preceptos del cristianismo en los negocios de la vida, que trabajar como misioneros reconocidos. Se requiere vigoroso nervio espiritual para introducir la religión en el taller y la oficina, santificando los detalles de la vida diaria, y ordenando toda transacción de acuerdo con la norma de la Palabra de Dios. Pero esto es lo que el Señor requiere. MJ 150.5

El apóstol Pablo consideraba la ociosidad como un pecado. Aprendió el oficio de hacer tiendas en todos sus detalles, importantes o insignificantes, y durante su ministerio trabajaba a menudo en ese oficio para mantenerse a sí mismo y a los demás. Pablo no consideraba como tiempo perdido el que pasaba así. Mientras trabajaba, el apóstol tenía acceso a una clase de personas a quienes no podría haber alcanzado de otra manera. Mostraba a sus asociados que la habilidad en las artes comunes es un don de Dios. Enseñaba que aun en el trabajo de cada día se ha de honrar a Dios. Sus manos encallecidas por el trabajo no restaban fuerza a sus llamados patéticos como ministro cristiano. MJ 151.1

Dios quiere que todos trabajen. La atareada bestia de carga responde mejor a los propósitos de su creación que el hombre indolente. Dios trabaja constantemente. Los ángeles trabajan; son ministros de Dios para los hijos de los hombres. Los que esperan un cielo de inactividad quedarán chasqueados; porque en el plan del cielo no hay lugar para la satisfacción de la indolencia. Pero se promete descanso a los cansados y cargados. El siervo fiel es el que recibirá la bienvenida al pasar de sus labores al gozo de su Señor. Depondrá su armadura con regocijo, y olvidará el fragor de la batalla en el glorioso descanso preparado para los que venzan por la cruz del Calvario.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 262-267. MJ 151.2