Mensajes para los Jóvenes

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Capítulo 3—Tratar de agradarle

El Señor tiene una obra especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las almas del pecado a la conversión. MJ 19.2

Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos tratar de ascender hasta ocupar puestos elevados, ni conquistar la alabanza de los hombres. No hemos de tener por meta ser superiores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y conformarnos a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgar sus más ricas bendiciones a los que quieran consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos momentos en oración ferviente a Dios, con el fin de que él nos dé entendimiento y avive nuestra mente para discernir los privilegios que nos pertenecen.—The Review and Herald, 1 de abril de 1909. MJ 19.3