Mensajes para los Jóvenes

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Capítulo 44—La abnegación

Jesús se vació a sí mismo, y en todo lo que hizo jamás se manifestó el yo. Todo lo sometió a la voluntad de su Padre. Al acercarse el final de su misión en la tierra, pudo decir: “Te he glorificado en la tierra. He acabado la obra que me encargaste”.1 Y nos ordena: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.2 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”;3 renuncie a todo sometimiento del egoísmo para que este no tenga más dominio sobre el ser. MJ 112.2

Quien contemple a Cristo en su abnegación y en su humildad de corazón, no podrá menos que decir como Daniel: “Quedé sin fuerza y desfallecí”.4 El espíritu de independencia y predominio de que nos gloriamos se revela en su verdadera vileza, como marca de nuestra sujeción a Satanás. La naturaleza humana pugna siempre por expresarse; está siempre lista para luchar. Mas el que aprende de Cristo renuncia al yo, al orgullo, al amor por la supremacía, y hay silencio en su ser. El yo se somete a la voluntad del Espíritu Santo. No ansiaremos entonces ocupar el lugar más elevado. No pretenderemos destacarnos ni abrirnos paso por la fuerza, sino que sentiremos que nuestro más alto lugar está a los pies de nuestro Salvador. Miraremos a Jesús, aguardaremos que su mano nos guíe y escucharemos su voz que nos dirige. El apóstol Pablo experimentó esto y dijo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí”.5El Discurso Maestro de Jesucristo, 18. MJ 112.3