Mensajes para los Jóvenes

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Capítulo 42—La silenciosa obra del Espíritu Santo

La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo. MJ 108.5

Nicodemo estaba todavía perplejo, y Jesús empleó el viento para ilustrar lo que quería decir: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido. Pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”.1 MJ 109.1

Se oye el viento entre las ramas de los árboles por el susurro que produce en las hojas y las flores; sin embargo, es invisible, y nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Así sucede con la obra del Espíritu Santo en el corazón. Es tan inexplicable como los movimientos del viento. Puede ser que una persona no pueda decir exactamente la ocasión ni el lugar en que se convirtió, ni seguir todas las circunstancias de su conversión; pero esto no significa que no se haya convertido. Mediante un agente tan invisible como el viento, Cristo obra constantemente en el corazón. Poco a poco, tal vez inconscientemente para quien las recibe, se hacen impresiones que tienden a atraer al ser a Cristo. Dichas impresiones pueden ser recibidas meditando en él, leyendo las Escrituras u oyendo la palabra del predicador viviente. Repentinamente, al presentar el Espíritu un llamamiento más directo, la persona se entrega gozosamente a Jesús. Muchos llaman a esto conversión repentina; pero es el resultado de una larga intercesión del Espíritu Dios; es una obra paciente y larga. MJ 109.2

Aunque el viento mismo es invisible, produce efectos que se ven y se sienten. Así también, la obra del Espíritu en el ser se revelará en toda acción de quien haya sentido su poder salvador. Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz reemplazan a la ira, la envidia y las peleas. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por fe el ser se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios. MJ 109.3

Es imposible para las mentes finitas comprender la obra de la redención. Su misterio supera al conocimiento humano; sin embargo, el que pasa de muerte a vida comprende que es una realidad divina. Podemos conocer aquí por experiencia personal el comienzo de la redención. Sus resultados alcanzan hasta las edades eternas.—El Deseado de Todas las Gentes, 143, 144. MJ 109.4