Mensajes para los Jóvenes

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Fe viviente

La fe debe morar en el seguidor de Cristo, porque sin esto es imposible agradar a Dios. La fe es la mano que se ase de la ayuda infinita; es el medio por el cual el corazón renovado late al unísono con el corazón de Cristo. Con frecuencia, el águila que se esfuerza por llegar a su nido es arrojada por la tempestad a los estrechos desfiladeros de las montañas. Las nubes, en masas oscuras, airadas, se interponen entre ella y las soleadas alturas donde ha fijado su nido. Por un momento parece aturdida, y se precipita de acá para allá batiendo sus fuertes alas como si quisiera hacer retroceder las densas nubes. Con su grito salvaje, en sus vanos esfuerzos por encontrar la salida de la prisión, despierta a las palomas de las montañas. Por fin se lanza hacia arriba para atravesar la oscuridad, y da un chillido agudo de triunfo al surgir de ella un momento después y ver la serena luz del sol. Han quedado por debajo de ella la tempestad y la oscuridad, y la luz del cielo brilla a su alrededor. Llega a su amado hogar en el alto despeñadero, y se siente satisfecha. Atravesando la oscuridad, llegó a la luz. Le costó un esfuerzo hacerlo, pero ha sido recompensada logrando el objeto que buscaba. MJ 71.3

Es este el único proceder que podemos seguir como cristianos. Debemos ejercer esa fe viva que penetra en las nubes que, como espeso muro, nos separan de la luz del cielo. Tenemos que alcanzar las alturas de la fe donde todo es paz y gozo en el Espíritu Santo. MJ 72.1