Mensajes para los Jóvenes

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Capítulo 104—La economía en la indumentaria

El pueblo de Dios debería practicar una estricta economía en sus gastos para tener algo que presentar a Dios y decir: “Lo que hemos recibido de tu mano, eso te damos”.1 Así han de ofrecer a Dios acciones de gracias por las bendiciones de él recibidas. Así también han de acumular para sí tesoro junto al trono de Dios. MJ 222.1

Los mundanos, para vestirse, gastan grandes sumas de dinero que deberían ser usadas para alimentar y vestir a los que sufren hambre y frío. Muchos, por quienes Cristo dio su vida, apenas tienen lo suficiente como para comprarse la ropa más barata y vulgar, mientras que otros gastan miles de pesos en sus esfuerzos por satisfacer las demandas interminables de la moda. MJ 222.2

El Señor ha mandado a su pueblo salir del mundo y separarse de él. La indumentaria vistosa o costosa no es propia de los que creen que vivimos en los últimos días de gracia. El apóstol Pablo escribe: “Deseo, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. También que las mujeres se atavíen con ropa decorosa, con pudor y modestia. No con peinado ostentoso, ni con oro, perlas o vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”.2 MJ 222.3

Aun entre los que profesan ser hijos e hijas de Dios hay quienes gastan más de lo necesario en vestidos. Deberíamos vestirnos con prolijidad y buen gusto, pero, hermanas mías, cuando están comprando y haciendo la ropa para ustedes y sus hijos, piensen en la obra de la viña del Señor que todavía espera ser hecha. Está bien comprar buen material y trabajarlo cuidadosamente. Esto es economía. Pero los adornos costosos no son necesarios, y el complacerse en ellos es gastar para satisfacción propia un dinero que debiera ser dado a la causa de Dios. MJ 222.4

No es el vestido lo que los hace valiosos a la vista del Señor. Dios aprecia el adorno interior, las gracias del Espíritu, la palabra bondadosa, la reflexiva consideración hacia los demás. Arréglense sin los adornos innecesarios, y pongan aparte, para el progreso de la causa de Dios, los medios así ahorrados. MJ 222.5