Mensajes para los Jóvenes

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La obra médica

No hay campo misionero más importante que el que ocupa el médico fiel, temeroso de Dios. No hay campo en el cual un hombre pueda realizar mayor bien o ganar más joyas que brillen en la corona de su regocijo. Puede llevar la gracia de Cristo como dulce fragancia a todas las habitaciones de los enfermos que visite; puede llevar el verdadero bálsamo sanador al enfermo de pecado. Puede dirigir la atención del enfermo moribundo hacia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No debería prestar oído a la sugerencia de que es peligroso hablar de los intereses eternos a aquellos cuya vida está en peligro, no sea que empeoren; pues en nueve casos de diez, el conocimiento del Salvador que perdona los pecados los mejoraría mental y corporalmente. Jesús puede limitar el poder de Satanás. Él es el médico en quien puede confiar la persona enferma de pecado para que la sane tanto de los males del cuerpo como de los del espíritu.—Testimonios para la Iglesia 5:424. MJ 155.4

En casi todas las poblaciones hay muchos que no escuchan la predicación de la Palabra de Dios ni asisten a ningún servicio religioso. Para que conozcan el evangelio, hay que llevárselo a sus casas. Muchas veces la atención prestada a sus necesidades físicas es la única manera de llegar a ellos. Los enfermeros misioneros que cuidan a los enfermos y alivian la miseria de los pobres encontrarán muchas oportunidades para orar con ellos, leerles la Palabra de Dios y hablarles del Salvador. Pueden orar con los desamparados que no tienen fuerza de voluntad para dominar los apetitos degradados por las pasiones. Pueden llevar un rayo de esperanza a los vencidos y desalentados. Su amor abnegado, manifestado en actos de bondad desinteresada, ayudará a esos dolientes a creer en el amor de Cristo.—El Ministerio de Curación, 103. MJ 156.1