La Única Esperanza

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Capítulo 14—La purificación del templo

Al día siguiente Jesús fue al templo. Tres años antes había encontrado allí a hombres que compraban y vendían en el atrio exterior, y los había reprendido y expulsado de esos recintos sagrados. UE 81.1

Ahora, al llegar de nuevo al templo, encontró que ese tráfico continuaba realizándose. El atrio estaba lleno de vacas, ovejas y aves. Estos animales eran vendidos a los que deseaban ofrecer sacrificio por sus pecados. UE 81.2

Los vendedores se aprovechaban y practicaban toda clase de extorsiones y robos. Los ruidos y los gritos que salían de aquel patio eran tan fuertes, que perturbaban seriamente a los que en el interior participaban del culto. UE 81.3

Cristo se detuvo en las escalinatas del templo, y de nuevo su penetrante mirada recorrió el patio. Todos los ojos se volvieron hacia él. Las voces del pueblo y el bullicio del ganado se apaciguaron. Todos miraron con admiración y temor al Hijo de Dios. UE 82.1

La divinidad fulguró a través de la humanidad, exteriorización que dio a Jesús una dignidad y una gloria que nunca antes había manifestado. El silencio se hizo casi insoportable. Por fin exclamó en tono claro, y con un poder que estremeció a la gente como si fuese una tempestad desatada: UE 82.2

“Escrito está: ‘Mi casa, es casa de oración’, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Lucas 19:46. UE 83.1

Con mayor autoridad de la que había manifestado tres años antes, ordenó: UE 83.2

“Quitad esto de aquí”. Juan 2:16. UE 83.3

En la ocasión anterior, los sacerdotes y príncipes del templo habían huido al escuchar su voz. Avergonzados de su temor decidieron que jamás volverían a escapar de esa manera. UE 83.4

Sin embargo, ahora al estar más aterrorizados, y con mayor prisa de huir que en la ocasión anterior, obedecieron su mandato y salieron apresuradamente del templo, llevándose su ganado con ellos. UE 83.5

Pronto el atrio se llenó de personas que traían a sus enfermos para ser sanados por Jesús. Algunos se estaban muriendo y sentían su angustiosa necesidad. UE 83.6

Fijaron sus ojos implorantes en el rostro de Cristo, temiendo ver en el la severidad con que había expulsado a los compradores y vendedores, pero en su semblante vieron sólo amor y tierna piedad. UE 83.7

Jesús recibió bondadosamente a los enfermos, y el dolor y el sufrimiento desapareció al toque de su mano. Tiernamente tomó a los niños en sus brazos, los calmó, desterró la enfermedad y el dolor de sus cuerpecitos y los devolvió a sus madres, sonrientes y rebosantes de salud. UE 83.8

¡Qué escena se encontraron los sacerdotes y los príncipes cuando cautelosamente regresaron al templo! Oían las voces de hombres, mujeres y niños alabando a Dios. UE 83.9

Vieron a los enfermos curados, a los ciegos con la vista restaurada, a los sordos que escuchaban y a los paralíticos que saltaban de gozo. UE 84.1

Los niños iniciaron estos actos de regocijo. Repitieron los hosannas del día anterior y agitaron palmas ante el Salvador. El templo resonaba una y otra vez con sus aclamaciones: UE 84.2

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Mateo 21:9. UE 84.3

“Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador”. Zacarías 9:9. UE 84.4

Los príncipes trataron de silenciar las aclamaciones de los niños felices, pero todos estaban tan llenos de gozo y alabanza por las maravillosas obras de Jesús que no querían callar. UE 84.5

Esperando que Jesús detuviera la manifestación, le preguntaron: UE 84.6

“¿Oyes lo que éstos dicen?” UE 84.7

Y Jesús replicó: “Sí. ¿Nunca leísteis: ‘De la boca de los niños y de los que aún maman, fundaste la fortaleza?’” Mateo 21:16. UE 84.8

El bendito privilegio de proclamar el nacimiento de Cristo y de anunciar su obra en la tierra había sido rehusado por los arrogantes príncipes del pueblo. UE 84.9

Las alabanzas ahora debían resonar, y Dios escogió a los niños para que lo hicieran. Si las voces de estos niños hubieran sido silenciadas, las columnas del templo habrían proclamado las alabanzas al Salvador. UE 84.10