La Única Esperanza

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Capítulo 8—La tentación

Después de su bautismo, Cristo fue guiado por el Espíritu al desierto, para ser tentado del diablo. UE 42.1

En realidad, no fue al desierto en busca de la tentación, sino que fue guiado por el Espíritu de Dios. Deseaba estar solo para meditar acerca de su misión y su obra. UE 42.2

Por medio de la oración y el ayuno debía prepararse para recorrer la senda ensangrentada que lo esperaba. Como Satanás sabía donde estaba fue allí para tentarlo. UE 42.3

Cuando Jesús dejó el Jordán, su rostro brillaba con la gloria de Dios. Pero después que entró en el desierto, ese esplendor desapareció. Su semblante mostraba dolor y angustia a causa de que los pecados del mundo pesaban sobre él. Los hombres nunca sufrirán nada semejante: estaba padeciendo por los pecadores. UE 43.1

En el Edén, Adán y Eva habían desobedecido a Dios al comer del fruto prohibido, lo que como consecuencia trajo el sufrimiento y la muerte al mundo. UE 43.2

Cristo vino para dar un ejemplo de obediencia. En el desierto, después de ayunar cuarenta días, no actuó en contra de la voluntad de su Padre, ni siquiera para obtener alimento. UE 43.3

Una de las tentaciones que vencieron a nuestros primeros padres fue la satisfacción del apetito. Sin embargo, por medio de este largo ayuno, Cristo iba a demostrar al hombre que los deseos pueden ser dominados. UE 43.4

Satanás tienta a los hombres en la complacencia, porque eso debilita el cuerpo y oscurece la mente. Sabe que de esta manera puede engañarlos y destruirlos más fácilmente. UE 43.5

El ejemplo de Cristo enseña que todo deseo malo debe ser vencido. Los apetitos no han de gobernarnos, sino que nosotros debemos dominarlos a ellos. UE 43.6