La Temperancia

63/65

Apéndice B—Tipicas disertaciones sobre temperancia, de Elena G. de White

Capítulo 1—En cristianía (actual Oslo), Noruega—1886

El domingo, a pedido del presidente de la sociedad de temperancia, hablé sobre ese tema. La reunión se celebró en el gimnasio militar de los soldados, el local más grande de la ciudad... Se reunieron unas mil seiscientas personas. Entre ellas, un obispo de la iglesia oficial con una cantidad de clérigos. Un buen porcentaje eran de la mejor clase social. Te 237.1

La presentación—Me ocupé del tema desde un punto de vista religioso mostrando que la Biblia está llena de hechos que hablan de temperancia y que Cristo hizo obra de temperancia desde el mismo principio. Debido a la complacencia del apetito, pecaron y cayeron nuestros primeros padres. Cristo reparó el fracaso del hombre. En el desierto de la tentación, soportó la prueba que el hombre no había podido soportar. Mientras sufría los más agudos tormentos del hambre, débil y demacrado por el ayuno, Satanás estaba cerca, con sus múltiples tentaciones, para asaltar al Hijo de Dios, para aprovechar de su debilidad y vencerlo, y así torcer el plan de salvación. Pero Cristo fue firme. Venció en lugar de la raza humana, para que pudiera rescatarla de la degradación de la caída. Demostró que con la fortaleza de él es posible que venzamos nosotros. Jesús simpatiza con las debilidades de los hombres; vino a la tierra para que pudiera proporcionarnos poder moral. No importa cuán fuerte sea la pasión o el apetito, podemos ganar la victoria porque podemos tener fuerza divina que se une con nuestros débiles esfuerzos. Los que se refugian en Cristo tendrán un baluarte en el día de la tentación. Te 237.2

La amonestación de la historia bíblica—Mostré la importancia de los hábitos mesurados citando amonestaciones y ejemplos del relato bíblico. Nadab y Abiú fueron hombres ocupados en un oficio santo; pero el consumo de vino hizo que su mente se nublara tanto, que no pudieron distinguir entre lo sagrado y las cosas comunes. Al ofrecer “fuego extraño”, no hicieron caso de la orden de Dios, y fueron muertos por el juicio divino. Mediante Moisés, el Señor prohibió expresamente el consumo de vino u otras bebidas alcohólicas a los que debían ministrar en las cosas santas, a fin de que pudieran “discernir entre lo santo y lo profano” y pudieran “enseñar ... todos los estatutos que Jehová les ha dicho”. El efecto de las bebidas embriagantes es debilitar el cuerpo, confundir la mente y rebajar la conducta. Todos los que ocupaban puestos de responsabilidad habían de ser hombres estrictamente temperantes a fin de que su mente fuera clara para discriminar entre lo correcto y lo erróneo, para que poseyeran firmeza de principios y sabiduría para administrar justicia y mostrar misericordia. Te 237.3

Esta orden directa y solemne había de extenderse de generación a generación hasta el fin del tiempo. En nuestras asambleas legislativas y tribunales de justicia, no menos que en nuestras escuelas e iglesias, se necesitan hombres de principios; hombres de dominio propio, de aguda percepción y sano juicio. Si la intemperancia ha nublado la mente o rebajado los principios, ¿cómo puede dictaminar el juez una decisión justa? Se ha incapacitado para pesar las evidencias u ocuparse de una investigación crítica; no tiene poder moral para elevarse por encima de los motivos egoístas o de la influencia de la parcialidad o el prejuicio. Y debido a esto, una vida humana puede ser sacrificada, o un inocente despojado de su libertad o de una buena fama que es más apreciada que la vida misma. Dios ha prohibido que aquellos a quienes ha confiado responsabilidades sagradas, como maestros o dirigentes del pueblo, se incapaciten así para los deberes de su alto puesto. Te 238.1

Instrucciones a Manoa y Zacarías—Hay una lección para los padres en las instrucciones dadas a la esposa de Manoa y a Zacarías, el padre de Juan el Bautista. El ángel del Señor presentó las nuevas de que Manoa se convertiría en el padre de un hijo que había de liberar a Israel; y en respuesta a la ansiosa pregunta: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?” el ángel dio instrucciones especiales para la madre: “No beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé”. El niño será afectado, para bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma debe ser gobernada por principios, y debe practicar la temperancia, moderación y abnegación, si quiere procurar el bienestar de su hijo. Te 238.2

Y los padres, tanto como las madres, están incluidos en esta responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos sus características propias, mentales y físicas, sus inclinaciones y apetitos. Como resultado de la intemperancia paternal, con frecuencia les falta a los hijos vigor físico y poder mental y moral. Los que beben licores y son aficionados al tabaco, transmiten su propio apetito insaciable, su sangre enardecida y sus nervios irritados, como un legado para sus descendientes. Y los hijos tienen menos poder para resistir la tentación que el que tuvieron sus padres, cada generación se hunde más que la precedente. Te 239.1

La pregunta de cada padre y madre debiera ser: “¿Qué haremos con el hijo que pronto nos nacerá?” Muchos están inclinados a tratar livianamente este tema; pero el hecho de que un ángel del cielo fuera enviado a esos padres hebreos, con instrucciones dadas dos veces en la forma más explícita y solemne, muestra que Dios lo considera como algo de gran importancia. Te 239.2

Cuando el ángel Gabriel apareció a Zacarías, prediciendo el nacimiento de Juan el bautista, éste fue el mensaje que dio: “Será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo”. Dios tenía una obra importante para que hiciera el prometido hijo de Zacarías; una obra que requería pensamiento activo y acción vigorosa. Debía tener una constitución física sana y vigor mental y moral y a fin de lograr para él esas cualidades necesarias, sus hábitos fueron cuidadosamente regulados, aun desde la infancia. Con frecuencia se dan en la niñez y en la primera juventud los primeros pasos en la intemperancia. Por lo tanto, debe recurrirse a los más fervientes esfuerzos para instruir a los padres en cuanto a su responsabilidad. Los que colocan en sus mesas vino y cerveza, están fomentando en sus hijos un apetito por las bebidas fuertes. Instamos a que los principios de temperancia se practiquen en todos los detalles de la vida hogareña; que el ejemplo de los padres sea una lección de temperancia; que se enseñen moderación y dominio propio a los hijos y que se los presente a ellos con convicción, hasta donde sea posible, aun desde la infancia. Te 239.3

La juventud es un indicio de la sociedad futura—El futuro de la sociedad está indicado por la juventud de hoy. En los jóvenes vemos a los futuros maestros, legisladores y jueces, los dirigentes y el pueblo que determinarán el carácter y el destino de la nación. Por lo tanto, cuán importante es la misión de los que han de formar los hábitos e influir en las vidas de la generación que surge Tratar con las mentes es la mayor obra jamás confiada a los hombres. El tiempo de los padres es demasiado valioso para gastarlo en la complacencia del apetito o para ir en pos de la riqueza o de la moda. Dios ha colocado en sus manos a la preciosa juventud no sólo para que se la capacite para un lugar de utilidad en esta vida, sino para que sea preparada para las cortes celestiales. Siempre debiéramos tener en cuenta la vida futura y trabajar de tal manera que cuando lleguemos a las puertas del paraíso, podamos decir: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová”. Te 240.1

Pero en la obra de la temperancia hay deberes que recaen sobre los jóvenes que nadie puede hacer por ellos. Si bien es cierto que los padres son responsables por el sello del carácter tanto como por la educación y preparación que dan a sus hijos e hijas, sigue siendo verdad que nuestro puesto y utilidad en el mundo dependen, en gran manera, de nuestro propio curso de acción. Te 240.2

El noble ejemplo de Daniel—En ninguna parte encontraremos una ilustración más abarcante y vigorosa de la verdadera temperancia y sus bendiciones inherentes, que en la historia del joven Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia. Cuando fueron elegidos para que se les enseñara la sabiduría y la lengua de los caldeos, para que pudieran “estar en el palacio del rey”, “les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía”. Pero “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”. Esos jóvenes no sólo rehusaron beber del vino del rey, sino que se abstuvieron de los manjares de su mesa. Obedecieron la ley divina, tanto natural como moral. Con sus hábitos de moderación se unían fervor de propósito, diligencia y firmeza. Y el resultado muestra la sabiduría de su proceder. Te 240.3

Dios siempre honra lo correcto. Los jóvenes más promisorios de todos los países subyugados por el gran conquistador habían sido reunidos en Babilonia; sin embargo, en medio de todos ellos, los cautivos hebreos no tenían rival. Su forma erecta, su paso firme y elástico, la belleza de su rostro que mostraba que su sangre estaba incontaminada, los sentidos no embotados, el aliento impoluto: todos eran otros tantos certificados de buenos hábitos, insignias de la nobleza con que honra la naturaleza a los que son obedientes a sus leyes. Y cuando su habilidad y conocimientos fueron puestos a prueba por el rey, al terminar los tres años de preparación, ninguno fue hallado “como Daniel, Ananías, Misael y Azarías”. Su aguda comprensión, su lenguaje selecto y exacto, su extenso y variado conocimiento, testificaban de un vigor sin deterioro y de la potencia de sus facultades mentales. Te 241.1

La historia de Daniel y sus compañeros ha sido registrada en las páginas de la Palabra inspirada para beneficio de los jóvenes de todos los siglos venideros. Los que quieran preservar sus facultades intactas para el servicio de Dios, deben observar estricta temperancia en el uso de todas las buenas dádivas divinas, así como abstinencia total de toda complacencia dañina o denigrante. Lo que los hombres han hecho, los hombres pueden hacer. Esos fieles hebreos, ¿se mantuvieron firmes en medio de gran tentación y dieron un noble testimonio a favor de la verdadera temperancia? Los jóvenes de hoy pueden dar un testimonio similar, aun bajo circunstancias igualmente desfavorables. Ojalá ellos emularan el ejemplo de aquellos jóvenes hebreos; pues todos los que lo deseen, al igual que ellos, pueden gozar del favor y de la bendición de Dios. Te 241.2

Dinero que podría haber hecho bien—Hay todavía otro aspecto del tema de la temperancia que debería ser considerado cuidadosamente. No sólo es el uso de estimulantes antinaturales, inútiles y perniciosos, sino es también derroche y despilfarro. Cada año así se disipa una inmensa suma. El dinero que se gasta para tabaco podría sostener todas las misiones del mundo; los medios peor que derrochados en bebidas fuertes educarían a los jóvenes que ahora van a la deriva en una vida de ignorancia y crimen y los prepararían para hacer una noble obra para Dios. Hay millares y más millares de padres que gastan sus ingresos en complacencia propia, robando a sus hijos alimento, vestido y los beneficios de la educación. Y multitudes de profesos cristianos estimulan estas prácticas con su ejemplo. ¿Qué cuenta darán a Dios por el derroche de sus dádivas? Te 241.3

El dinero es uno de los dones confiados a nosotros para alimentar al hambriento, vestir al desnudo, socorrer al afligido y enviar el Evangelio a los pobres. Pero, ¡cómo se descuida esta obra! Cuando venga el Maestro a ajustar cuentas con sus siervos, ¿no dirá a muchos: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”? En todo lo que nos rodea hay una obra que hacer para Dios. Se necesitan nuestros medios, tiempo, vigor e influencia. ¿Echaremos mano de esta obra y viviremos para glorificar a Dios y bendecir a nuestros prójimos? ¿Cimentaremos el reino de Dios en la tierra? Te 242.1

Se necesitan ahora hombres como Daniel—hombres que tengan la moderación y el valor para ser reformadores totales en cuanto a temperancia. Procure cada cristiano que su ejemplo e influencia estén de parte de la reforma. Sean fieles los ministros del Evangelio en hacer sonar la amonestación a la gente. Recuerden todos que nuestra felicidad en dos mundos depende del correcto empleo de uno de ellos.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 207-211. Te 242.2